Siete meses han bastado para invalidar la operaci¨®n pol¨ªtica de 'Il Cavaliere'
P. E. Siete meses de gobierno son pocos incluso para un pa¨ªs como Italia, que desde 1946 ha conocido 51 Gabinetes. Pero el breve tiempo transcurrido desde que, el 16 de mayo, Silvio Berlusconi, Il Cavaliere, jur¨® el cargo de primer ministro ha sido m¨¢s que suficiente para demostrar algo apuntado de antemano: que la Alianza Nacional y la Liga Norte no pod¨ªan configurar ninguna fuerza pol¨ªtica estable, por mucho que esto conviniera al l¨ªder de Forza Italia. La maniobra se ha saldado con un c¨²mulo de enfrentamientos y fracasos que dejan una Italia totalmente crispada.
En s¨®lo 219 d¨ªas de mandato, Berlusconi ha logrado poner al rojo vivo las relaciones entre el Gobierno y el poder judicial, exacerbar a los sindicatos y crear tensiones como nunca se hab¨ªan conocido entre el Ejecutivo y la Presidencia de la Rep¨²blica, para intentar, finalmente, dividir al pa¨ªs en torno a una personal¨ªsima interpretaci¨®n de la Constituci¨®n italiana por la que cualquier otro acuerdo de Gobierno distinto del que le ha sostenido significar¨ªa un robo del voto de los italianos.El comportamiento de la Liga Norte, un partido con pretensiones revolucionarias que practica el m¨¢ximo de oportunismo pol¨ªtico que imaginarse pueda, ha influido sin duda en ese resultado. Pero las provocaciones del Gobierno han sido tambi¨¦n tan extremas que resulta dif¨ªcil pensar que los planes de Berlusconi no incluyeran una buena dosis de crispaci¨®n para Italia. En otro caso, no habr¨ªa nombrado ministro portavoz y para las relaciones con el Parlamento al m¨¢s provocador de sus locutores televisivos, como es Giuliano Ferrara, ni habr¨ªa seguido dando enorme espacio diario en sus televisiones a Vittorio Sgarbi, el m¨¢s provocador de los diputados pasados a sus filas.
Berlusconi lleg¨® a la pol¨ªtica con voz de ensue?o, pero m¨²sculos de hierro, como correspond¨ªa a alguien que ven¨ªa huyendo de un grupo empresarial con graves problemas, aunque camuflara esa fuga tras el espectro gen¨¦rico de la amenaza comunista.
Hoy, ni siquiera los pr¨®ximos de Berlusconi niegan que cambiara de campo porque, en otro caso, sus empresas habr¨ªan peligrado bajo problemas financieros y con la perspectiva de que cualquier otro Gobierno habr¨ªa puesto en cuesti¨®n el mantenimiento del cuasimonopolio de la televisi¨®n privada en que bas¨® su nueva carrera.
Tampoco niegan las personas cercanas al magnate que la confusi¨®n de intereses derivada de su condici¨®n simult¨¢nea de importante empresario y primer ministro sea el tal¨®n de Aquiles de su andadura pol¨ªtica. Pero cuando la oposici¨®n y un amplio sector de la opini¨®n p¨²blica comenzaron a se?alar el problema, Berlusconi respondi¨® que todo era falacias. Un proyecto de ley que no convenci¨® a nadie fue lo ¨²nico hecho por el primer ministro, que, en cambio, dio prioridad a la reforma de la televisi¨®n estatal.
Evitar la corrupci¨®n
La primera iniciativa del Gobierno de Berlusconi fue suprimir los controles sobre las adjudicaciones de obras p¨²blicas introducidos para evitar la corrupci¨®n. Justific¨® el paso como una medida indispensable para reactivar la econom¨ªa.
La segunda iniciativa fundamental, el pasado mes de julio, fue el decreto ley que propon¨ªa la supresi¨®n de la prisi¨®n preventiva para los reos de presuntos delitos de corrupci¨®n. La norma, dijo entonces Berlusconi, respond¨ªa a un deseo de restablecer las garant¨ªas jur¨ªdicas que hab¨ªan deca¨ªdo durante dos a?os marcados por unas investigaciones judiciales que liquidaron toda una clase pol¨ªtica.
Aquel decreto demostr¨® tanto los designios de Berlusconi como los l¨ªmites derivados de su inexperiencia pol¨ªtica. De hecho, abri¨® violentamente el enfrentamiento con los jueces y se?al¨® la primera ruptura grave con la Liga, que declar¨® que hab¨ªa sido enga?ada sobre la verdadera naturaleza del decreto.
Toda la fragilidad de la cacareada victoria de Berlusconi qued¨® de manifiesto. Apenas dos meses despu¨¦s de su formaci¨®n, el Gobierno hac¨ªa aguas, y, para reflotarlo, se invent¨® una estrafalaria campana publicitaria en la que se cantaba lo hecho por el Gabinete, acusando de ocultarlo a la prensa italiana. El defensor de los telespectadores declar¨® ilegal la campa?a.
Por la mismas fechas, fracasaba, adem¨¢s, el intento de elaborar la ley de presupuestos antes del verano. Los enfrentamientos entre la neofascista Alianza Nacional y la Liga Norte bloqueaban decisiones b¨¢sicas para un pa¨ªs ahogado por su deuda.
La reforma de las pensiones vino a dar fe de la voluntad de austeridad del Gabinete. Pero detr¨¢s llegaron las protestas sindicales, la gran manifestaci¨®n del 12 de noviembre que reuni¨® a un mill¨®n de personas en Roma, y Berlusconi afloj¨®.
Berlusconi cedi¨® en gran parte porque los jueces ya le hab¨ªan citado a declarar como presunto corruptor, lo que inevitablemente le debilitaba. El tema judicial, con hechos tan dram¨¢ticos como la dimisi¨®n del fiscal Antonio di Pietro, ha marcado su ¨²ltima andadura. Pero Berlusconi no ha ca¨ªdo a causa de los jueces, sino porque le ha abandonado su aliado infiel, Umberto Bossi, demostrando que no se pueden sumar churras con merinas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.