Drogas, ?que drogas?
El debate sobre las drogas se enfrenta a¨²n con un doble y muy serio problema que creo acaba desvirtu¨¢ndolo casi por completo, esterilizando los argumentos.El primer problema es de tipo hist¨®rico: el tradicional enfrentamiento entre quienes defienden la criminalizaci¨®n del uso y consumo de drogas, de una parte, y quienes defienden, no ya la despenalizaci¨®n, sino la legalizaci¨®n, de otra, conduce a un callej¨®n sin salida. Es cierto que la v¨ªa penal, ensayada tozudamente desde hace d¨¦cadas, ha fracasado estrepitosamente. Se trata de uno de los m¨¢s claros ejemplos de efecto perverso e incluso de iatrogenia: se produce lo contrario de lo que se desea, se refuerza la patolog¨ªa m¨¢s que la salud. Los mecanismos son bien conocidos y los soci¨®logos llevamos analiz¨¢ndolos d¨¦cadas. En pocos casos se ha podido predecir con tanta claridad lo que iba a ocurrir. Yo mismo vaticin¨¦, en 1980, la corrupci¨®n de la polic¨ªa de aduanas y la emergencia de mafias en Espa?a cuando todo ello no exist¨ªa. Se sab¨ªa que iba a ocurrir, pues hab¨ªa ocurrido en todas partes. Y ocurri¨®.
Pero es evidente que la despenalizaci¨®n sin m¨¢s, y no digamos la legalizaci¨®n, puede conducir a resultados igualmente perversos. M¨¢s all¨¢ de argumentos te¨®ricos irrebatibles (los ciudadanos adultos tienen derecho a hacer con su vida y salud lo que les d¨¦ la gana), ciertos, pero no general¨ªzables (?acaso no obligamos a los motoristas a llevar casco o a los conductores a ponerse el cintur¨®n de seguridad?), y que pueden aceptarse para una ¨¦lite intelectual e ilustrada, la realidad es que la legalizaci¨®n incrementar¨ªa mucho m¨¢s el consumo de ciertas drogas entre la poblaci¨®n joven y marginada de las grandes ciudades, algo que debe evitarse a toda costa.
A mi entender s¨®lo hay un camino que nos saca de este impasse pol¨ªtico: darse cuenta que la palabra droga es un estereotipo, no un concepto, que junta cosas que deben separarse y separa cosas que deben juntarse. Pues efectivamente bajo esa etiqueta estamos subsumiendo productos tan distintos como la hero¨ªna, el crack, la coca¨ªna, el hach¨ªs, la marihuana o las drogas de dise?o como el ¨¦xtasis. Pero al tiempo dejamos de subsumir otros productos como el alcohol (?qui¨¦n duda que es fuertemente adictivo?; hay 10 alcoh¨®licos por cada heroin¨®mano), las anfetaminas o los barbit¨²ricos y un sinf¨ªn de f¨¢rmacos. De modo que la etiqueta es un estereotipo cultural occidental que junta lo que esa cultura considera ex¨®geno o for¨¢neo y sep¨¢ralo que considera usual o normal.Tratar de hacer una pol¨ªtica (penalizadora o legalizadora) sobre las drogas es, pues, tan absurdo como tratar de hacer una, legislaci¨®n para los m¨®viles sin percatarse que algunos van por tierra, otros por mar y otros por el aire. Que estamos hablando de cosas muy distintas. Y que de igual modo que la legislaci¨®n farmac¨¦utica no trata igual las aspirinas que el rohipnol, la legislaci¨®n no debe tratar igual la marihuana que la hero¨ªna, el alcohol que el tabaco, las anfetaminas que el crack.
La distinci¨®n entre drogas d¨¦biles y fuertes trataba de captar esa complejidad, pero puede que simplific¨¢ndola en exceso. Hay drogas d¨¦biles o muy d¨¦biles, fuertes o muy fuertes, y ello adem¨¢s dependiendo de la variable que se analice (adicci¨®n, efectos fisiol¨®gicos, etc¨¦tera). De modo que se hace imperioso separar y discriminar, valorar los usos sociales, analizar cu¨¢les est¨¢n culturalmente integradas o no, en relaci¨®n con qu¨¦ productos hay rechazo social o aceptaci¨®n y regular seg¨²n la nocividad fisiol¨®gica o so cial. del producto. Cuando alguien nos hable, pues de drogas, lo primero que debemos preguntamos es de qu¨¦ est¨¢ hablando. Sospecho que si dej¨¢ramos de hablar de drogas y empez¨¢ramos a hablar de productos concretos, podr¨ªamos avanzar mucho camino sin discutir tanto.
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