Supers¨¢nchez
El pasado 21 de noviembre, Mohamed Safi, melillense, residente en Madrid e int¨¦rprete de ¨¢rabe y franc¨¦s en los juzgados de la plaza de Castilla, permaneci¨® ocho horas detenido en los calabozos por orden de un magistrado (terrestre) llamado Rafael S¨¢nchez. Este nombre, ciertamente, no impresiona mucho; pero la persona que lo ostenta, presumo, s¨ª debe albergar m¨¢s de una particularidad inquietante. El conflicto arranca despu¨¦s de que el int¨¦rprete, en el transcurso de un juicio, se negara por razones laborales a traducir la declaraci¨®n de un preso que en ese momento se expresaba en bereber, idioma no incluido en el contrato que le un¨ªa al Ministerio de Justicia. En cualquier caso, este gesto disgust¨® tanto al magistrado que el resultado final de la rencilla acab¨® de un modo imprevisto: herr S¨¢nchez frunci¨® el entrecejo, orden¨® esposar a Mohamed y le envi¨® de un plumazo a los calabozos, por respond¨®n, donde permanecer¨ªa entre rejas hasta que otro juez de guardia, ocho horas m¨¢s tarde, le dejara en libertad sin cargos.Y me pregunto a cu¨¢nto se cotizar¨¢ el minuto de calabozo. Caro, supongo. Y todav¨ªa m¨¢s si el que lo padece est¨¢ pagando el pique personal de un sujeto capaz de anteponer sus peque?eces a la libertad del hombre que discute con ¨¦l. Una actitud, por otra parte, doblemente perniciosa; primero, porque el juez hizo trampa al utilizar de modo privado su autoridad, grilletes incluidos; y segundo, porque en su negativa a traducir, y en raz¨®n a su contrato, Mohamed Sali crey¨® dirigir su demanda a la persona m¨¢s adecuada: un custodio, ejem, de la justicia. Pero sabido es que no le sali¨® bien la jugada. En su camino fue a tropezar con Rafael S¨¢nchez, su se?or¨ªa cultivada, un elemento con estudios, fino, sagaz, que con buen tino consider¨® oportuno voltear el natural devenir de las circunstancias y aplicar un correctivo a su oponente. En resumen: que Mohamed Sali acudi¨® al hospital para tratarse una gripe y, por sorpresa, la enfermera jefe le parti¨® en dos la m¨¦dula espinal. Por moquear a destiempo.
Aunque vayamos con pies de plomo, no fuera a ocurrir que estos hechos respondieran a otro tipo de maquinaria. Se rumorea en ciertos ambientes que existe una poderos¨ªsima organizaci¨®n secreta, con profundas ramificaciones en los cinco continentes, cuyo objetivo final ser¨ªa derrocar poco a poco el actual sistema imperante. Un objetivo dif¨ªcil, sin duda, planeado por grandes artistas de la acracia y la subversi¨®n. Y no estoy autorizado a revelar m¨¢s datos. Pero en relaci¨®n con el asunto, poco despu¨¦s de tener conocimiento de la conducta de S¨¢nchez, se me ocurri¨® pensar que tal vez este magistrado fuera un agente infiltrado y que en realidad no estuviera sino participando activamente, y de inc¨®gnito, en esta noble conjura. En tal caso, no tendr¨ªa nada que reprocharle. Todo lo contrario: le felicitar¨ªa por su trabajo y le animar¨ªa a seguir por ese camino; si bien, por razones t¨¢cticas, tambi¨¦n me tomar¨ªa la libertad de sugerirle para el futuro una l¨ªnea de acci¨®n m¨¢s resolutiva: que su pr¨®xima v¨ªctima, por ejemplo, fuera un personaje de enjundia social contrastada; Johan Cruyff, sin ir m¨¢s lejos. A fe m¨ªa que este tipo de operaciones, en verdad, s¨ª sacudir¨ªa cimientos.
No obstante, mi ilusi¨®n result¨® ser de hecho una esperanza fallida. Porque, despu¨¦s de ciertas pesquisas, me consta que S¨¢nchez no es un agente infiltrado, ni un activista solapado, y s¨ª, desgraciadamente, un relevante soporte del aparato oficial. Por todo ello, si alg¨²n d¨ªa he de acudir a un juzgado, quiero hacer p¨²blico que reniego de este juez. Que se busque a otro a quien atropellar, que rellene su Zippo o que pida hora al pediatra, pero que a m¨ª ni se me acerque. No me cae nada bien, y, en buena l¨®gica, me niego a departir con ¨¦l. Ni si quiera sobre las tensiones entre De la Morena y Clemente, y no es que no le tenga miedo, no; nada de eso. Al contrario: me da verdadero p¨¢nico. Pero no s¨®lo corro mucho, mis amigos tambi¨¦n son muy grandes.
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