Transmisores del conocimiento
Por segunda vez, el Premio Casa de las Ciencias al autor del mejor libro de divulgaci¨®n cient¨ªfica ha ido a parar a un profesor de instituto. Aunque s¨®lo hayan transcurrido dos convocatorias de ese certamen para textos in¨¦ditos, la coincidencia invita a pensar en la actividad, normalmente olvidada, del gran colectivo formado por los cient¨ªficos que han encontrado en la ense?anza su actividad principal. Por cierto, que el jurado del premio, convocado por el Ayuntamiento coru?¨¦s, estuvo formado por periodistas cient¨ªficos y profesores universitarios, grupos profesionales implicados en la comunicaci¨®n cient¨ªfica.Los profesores de ense?anzas medias resultan ser cient¨ªficos por vocaci¨®n y formaci¨®n, y maestros de profesi¨®n. Se supone que la Universidad les hizo conocer las claves de la ciencia. Luego, el ejercicio les ense?¨® las cosas que han de suceder para que tenga lugar un aprendizaje, 'para que los temas ilusionen y tengan relaci¨®n con la vida, para desarrollar la curiosidad, la creatividad, la constancia y el sentido cr¨ªtico, para comunicar el aut¨¦ntico sabor de la ciencia. Todas esas cosas son necesarias, tanto en la b¨²squeda de los objetivos educativos y formativos del bachillerato como en la tarea de reclutar candidatos para la causa cient¨ªfica.
A nadie se le oculta que, de hecho, la existencia de un buen profesor en la adolescencia ha decidido muchas veces las orientaciones acad¨¦micas de los alumnos. A este importante papel de docentes podr¨ªa a?adirse, pensamos ahora, otro posible como comunicadores, que alcanzar¨ªa a la poblaci¨®n en general.
Quiz¨¢ en otro tiempo se pens¨® que quien generaba un conocimiento ser¨ªa el m¨¢s capacitado -si no el ¨²nico para ense?arlo. La Universidad se cre¨® con esas premisas, y as¨ª nacieron los maestros y sus disc¨ªpulos. La necesidad de educar a todos los ciudadanos y, simult¨¢neamente, la complejidad y especializaci¨®n de las investigaciones oblig¨® a inventar el papel del cient¨ªfico exclusivamente transmisor de conocimientos. Es la persona que sabe, aunque no ejerce. No tiene, quiz¨¢, una experiencia propia que haya sido significativa en la creaci¨®n cient¨ªfica, pero es capaz de sintetizar y transmitir la experiencia hist¨®rica colectiva.
Son profesionales que conocen los conceptos fundamentales, y sobre todo las actitudes y los modos de actuar de la ciencia, pero que no s¨®lo han de saber revivir cada d¨ªa la creaci¨®n cient¨ªfica en clave hist¨®rica, sino tambi¨¦n recrear para sus alumnos y para la sociedad, haci¨¦ndolo relevante y comprensible, el trabajo del especialista. Todo esto nos lleva a recordar el doble papel que ha de desempe?ar la comunidad cient¨ªfica: no s¨®lo crear ciencia, sino compartirla. El que la segunda parte no se consiga puede ser una manifestaci¨®n m¨¢s de la crisis contempor¨¢nea de esta sociedad que ha aprendido a crear riqueza y no sabe repartir.
La ense?anza cient¨ªfica preuniversitaria necesita del reconocimiento social. Puede ser indicativo el que hasta hace poco, cuando uno preguntaba en una facultad de ciencias por las aspiraciones profesionales de los alumnos, la inmensa mayor¨ªa de respuestas apuntaban a la investigaci¨®n, la industria o la docencia universitaria. La verdad es que hoy muchos (quiz¨¢ tambi¨¦n mayor¨ªa) ejercen su profesi¨®n como docentes de ense?anzas medias. Pero en las facultades comienzan ya a aparecer bichos raros que se est¨¢n formando en ¨¢reas cient¨ªficas y confiesan abiertamente que lo que quieren hacer es dedicarse a ense?ar ciencia. Siguen el ejemplo de muchos otros que han llegado a ser maestros en lugar de haberse resignado a serlo.
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