Afirmaci¨®n gratuita
Siempre consider¨¦ que EL PA?S era un peri¨®dico serio y que una de sus normas b¨¢sicas era contrastar las informaciones que publica, adem¨¢s de dar por sentado que quien escribe en ¨¦l sabe de que escribe. Pero despu¨¦s de leer la editorial del 15 de diciembre de 1994 titulado M¨¦dicos sin fin me veo obligado a rectificar esta opini¨®n. El editorialista escribe: "Es discutible si esta especialidad (medicina familiar y comunitaria), m¨¢s orientada a pol¨ªticas preventivas y de medicina social que al diagn¨®stico personal, es la apropiada para un m¨¦dico de cabecera...".Es dif¨ªcil reunir en tan pocas palabras tal grado de ignorancia de la cuesti¨®n.
La especialidad de medicina familiar y comunitaria se cre¨® en Espa?a en 1978, siguiendo las directrices sobre atenci¨®n primaria de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) en la conferencia de Alm¨¢ At¨¢ de ese mismo a?o. Se determin¨® que la atenci¨®n primar¨ªa debe prestar servicios de promoci¨®n de la salud, prevenci¨®n, atenci¨®n cl¨ªnica, rehabilitaci¨®n y reinserci¨®n del paciente en su entorno social, considerando al individuo desde una perspectiva biol¨®gica, psicol¨®gica y social.A pesar de que el programa formativo de la especialidad cubre todos estos aspectos, la parte fundamental (m¨¢s del 90%) se dedica a lo que el editorialista llama el diagn¨®stico, personal, es decir, la atenci¨®n cl¨ªnica. Cada uno de los futuros especialistas pasa dos a?os trabajando, con responsabilidades progresivas, en los diferentes servicios de su hospital, y un a?o m¨¢s en su centro de salud docente. Cientos de miles de espa?oles han sido diagnosticados y tratados por residentes de medicina familiar y comunitaria en los servicios de urgencias hospitalarios, en digestivo, en respiratorio, en medicina interna, en ginecolog¨ªa, en pr¨¢cticamente todos los servicios de un hospital, y, por supuesto, en los centros de salud, las unidades de hospitalizaci¨®n a domicilio, en servicios de planificaci¨®n familiar...
Todos estos conocimientos cl¨ªnicos conforman un profesional de alta capacitaci¨®n para la atenci¨®n cl¨ªnica y el manejo de los modernos instrumentos de diagn¨®sticos y tratamiento, como atestiguan numerosos trabajos de investigaci¨®n sobre el tema publicados en revistas cient¨ªficas.
Con ser importante, lo peor no es el da?o que con su gratuita afirmaci¨®n hace el editorialista a la confianza que miles de pacientes depositan diariamente en sus m¨¦dicos de familia; lo peor es la negligencia profesional de que hace gala tanto ¨¦l como el, peri¨®dico, que asume como propias sus afirmaciones, al referirse a un tema (la atenci¨®n primaria que se presta hoy d¨ªa en Espa?a) que, a juzgar por la globalidad del editorial, desconocen totalmente, am¨¦n de no haber contrastado en absoluto la realidad de lo que escriben.
Les bastaba ponerse en contacto con la Sociedad Espa?ola de Medicina Familiar y Comunitaria (cuyo presidente public¨® dos d¨ªas antes una. columna en ese mismo, medio), con la comisi¨®n nacional de la especialidad o con cualquiera de los hospitales y / o centros de salud que forman m¨¦dicos de familia; pero parece que una afirmaci¨®n gratuita que puede perjudicar a miles de profesionales no merece ese m¨ªnimo esfuerzo ¨¦tico. EL PA?S pone el grito en el cielo cuando un pol¨ªtico hace falsas imputaciones; quiz¨¢s debiera comenzar mirando a su propia casa. Dice el refr¨¢n que la ignorancia es atrevida, y, en este caso, EL PA?S y su editorialista han tenido un atrevimiento sin l¨ªmites'-- Presidente de la Asociaci¨®n de M¨¦dicos de Familia de Asturias (AMFA).
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