El salario m¨ªnimo: ?obst¨¢culo al empleo?
Hace escasas semanas, EL PA?S (6 de diciembre de 1994) se hac¨ªa eco de una sugerencia de los ministros de Econom¨ªa de la UE, que, al parecer, apuntar¨ªa a "replantear" el salario m¨ªnimo (SM) porque "puede inhibir el empleo". Otros comentaristas, tomando pie en un reciente y muy encomiado estudio sobre el empleo de la OCDE que tambi¨¦n sugiere -aunque en t¨¦rminos bastante cautos- "reevaluar" el papel de los SM, han ido m¨¢s lejos y postulado su eliminaci¨®n, aduciendo asimismo sus efectos nocivos sobre el paro.No todas las propuestas son tan radicales, pero lo cierto es que la consideraci¨®n de los SM como un obst¨¢culo al empleo es una idea que est¨¢ en el ambiente, y hay quienes conciben su desaparici¨®n como una medida m¨¢s para "flexibilizar" el mercado de trabajo y estimular la ocupaci¨®n. Si las pretendidas virtualidades de tal medida estuvieran claras ser¨ªa, dif¨ªcilmente objetable, ya que el grave problema del paro masivo quiz¨¢ autorice a recurrir a cualquier expediente, por extremado que parezca, que contribuya a. reducir sus dimensiones.
Sin embargo -incluso al margen de que los sistemas de SM var¨ªan notablemente entre los pa¨ªses, lo que dificulta las generalizaciones-, la cuesti¨®n no es tan sencilla. Por un lado porque, aparte de los efectos sobre el empleo, el SM lleva aparejados otros beneficios que no. cabe detallar aqu¨ª (reducci¨®n de la desigualdad econ¨®mica, est¨ªmulos a los empleadores en cuanto a la productividad y la formaci¨®n de su personal, etc¨¦tera), y que habr¨ªa que ponderar conjuntamente. Por otro lado porque, incluso, ci?¨¦ndose a los. efectos sobre el empleo (objeto de estas l¨ªneas), los resultados de los estudios emp¨ªricos al respecto no son concluyentes y en todo caso requieren algunas precisiones.
Las discrepancias entre los. economistas acerca de los efectos del SM sobre el empleo datan de muy antiguo. En EE UU, all¨¢ por los a?os cuarenta de este siglo,. ya tuvo lugar una sonada pol¨¦mica entre G. J. Stigler (luego premio Nobel de Econom¨ªa), contrario al SM, y R. A. Lester (catedr¨¢tico de la Universidad de Princeton), favorable al mismo, y desde entonces no han cesado las controversias, sin que oponentes y defensores hayan llegado a un acuerdo.
. En EE UU es, precisamente, donde esos hipot¨¦ticos efectos se han analizado con? mayor intensidad. De los. numerosos estudios efectuados desde la ¨¦poca de Roosevelt hasta finales de los setenta se deduc¨ªa (seg¨²n S. A. Levitan, durante a?os presidente de la National Commission on Employment and Unemployment Statistics estadounidense) que, con diferentes matices, los efectos sobre el empleo eran de poca importancia -aunque m¨¢s acusados en el caso de los adolescentes- y no pon¨ªan en tela de juicio el SM.
Con posterioridad, otras evaluaciones de los datos norteamericanos (C. Brown y col., Journal of Economic Literature, 1982) conclu¨ªan que se generaban ciertos efectos negativos en el empleo de los menores de 20 a?os (un aumento del 10% del SM, estimaban sus autores, podr¨ªa producir una disminuci¨®n del empleo de los adolescentes del orden del 1% al 1,5% o del orden del 0% al 0,75%, seg¨²n los distintos estudios), as¨ª como en el de los j¨®venes trabajadores de 20-24 a?os, aunque de inferior cuant¨ªa. Por el contrario, no pudo discernirse efecto alguno para los adultos, que constitu¨ªan la mitad de los perceptores del SM.
Con, todo, en la d¨¦cada de los noventa, nuevas investigaciones (publicadas por el National Bureau of Economic Research) objetan incluso esos limitados efectos sobre el empleo. En efecto, los trabajos de D. Card, de la Universidad de Princeton; L. Katz, de Harvard, y A. Kreuger, actual economista-jefe del Ministerio de Trabajo norteamericano, concluyen que las recientes alzas en los SM a nivel estatal o federal no se han traducido en una disminuci¨®n del empleo, sino, por el contrario, en un aumento del mismo.
Otro pa¨ªs donde ¨²ltimamente menudean los an¨¢lisis sobre el particular es Francia, cuya situaci¨®n es muy distinta de la de EE UU, dado que en Francia el SM es comparativamente m¨¢s elevado y adem¨¢s se ha revalorizado sistem¨¢ticamente a lo largo de los a?os.
Pues bien, un celebrado trabajo de S. Bazen y L. P. Martin (1991) para el caso franc¨¦s concluye que los an¨¢lisis econom¨¦tricos efectuados no han corroborado de forma satisfactoria los efectos negativos del SM en el empleo de los j¨®venes (aun cuando los autores creen que tales efectos existen, en cuant¨ªa similar a la cifrada por Brown et al para EE UU), siendo nulos dichos efectos para los adultos.
Estudios posteriores, contenidos en un volumen colectivo (1994) firmado por economistas de la talla de A., B. Atkinson, E. Malinvaud y el premio, Nobel R. M. Solow, se?alan que el nivel elevado del SM puede haber agravado el paro entre los j¨®venes trabajadores menos cualificados" pero a?aden a rengl¨®n seguido que dado que en Francia el paro de esos varones j¨®venes contribuye muy moderadamente al paro global "su influencia sobre el paro medio de la econom¨ªa es para ellos, el SM (por cuya existencia abogan) "no figura entre las causas principales de agravamiento del paro en Francia".
En suma, de los significativos ejemplos citados se inferir¨ªa que los efectos del SM sobre, el empleo son, si existen, reducidos y en todo caso limitados a ciertas categor¨ªas de trabajadores muy j¨®venes, cuya dif¨ªcil situaci¨®n quiz¨¢ pueda abordarse con otras medidas que inciten a su contrataci¨®n. Si a lo anterior se une el hecho de que los SM desempe?an otras valiosas funciones econ¨®micas y sociales, resulta que su eliminaci¨®n ser¨ªa una medida temeraria. Ello sin perjuicio de que quepa debatir, en cada caso, la cuant¨ªa ¨®ptima, etc¨¦tera, de los SM en el marco de una pol¨ªtica econ¨®mico-social a la vez eficiente, y solidaria.
es inspector de Finanzas del Estado.
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