Cr¨ªticas a la seguridad de las c¨¢rceles brit¨¢nicas tras la muerte del preso m¨¢s vigilado
El aparente suicidio en su celda de Frederick West, detenido en febrero pasado por el asesinato de 12 mujeres en Gloucester (oeste de Inglaterra), ha agravado la crisis del sistema penitenciario brit¨¢nico. La muerte de uno de los presos m¨¢s vigilados del pa¨ªs ha cerrado un a?o de motines, fugas, hallazgo de explosivos y peticiones de ayuda del personal de prisiones. El ministro del Interior, Michael Howard, fue objeto ayer de fuertes presiones para que explicara oficialmente lo ocurrido. Entretanto, el abogado de Rosemary West, segunda esposa del fallecido, ha pedido su puesta en libertad. Su cliente, madre de ocho de los hijos de Frederick, est¨¢ acusada de complicidad en nueve de los cr¨ªmenes.
La muerte de West, un alba?il recordado por sus vecinos como un hombre pac¨ªfico y trabajador, ha pasado a engrosar la lista de suicidios en las c¨¢rceles brit¨¢nicas. Las cifras de 1993 hablan de 46 muertes violentas. En 1994 otros 58 reclusos optaron por quitarse la vida. Desde 1985, adem¨¢s, una decena de las muertes ha tenido lugar en Winson Green, el penal de Birmingham donde West aguardaba la vista preliminar de su caso, prevista para el 6 de febrero. Para las familias de las v¨ªctimas, su muerte ha supuesto una segunda derrota. No s¨®lo han recuperado los restos de sus hijas con 20 a?os de retraso, sino que su presunto asesino no podr¨¢ ya ser juzgado.Todos los presos y guardianes de Winson Green est¨¢n siendo entrevistados ahora en el curso de una amplia investigaci¨®n. La direcci¨®n del centro espera encontrar el fallo del sistema de seguridad que permiti¨® a West colgarse con su propia ropa. Los agentes deber¨¢n analizar tambi¨¦n el tipo de ex¨¢menes psiqui¨¢tricos a que fue sometido durante su estancia. Se sabe ya que West era detestado por el resto de los detenidos y apenas, se relacionaba con nadie. Aunque parec¨ªa deprimido, su estado de ¨¢nimo no le traicion¨® nunca al comparecer ante los jueces a medida que aparec¨ªan los cad¨¢veres. S¨ª evit¨®, sin embargo, hablar con su esposa Rosemary cuando coincid¨ªa con ella en el tribunal.
La noticia de su muerte ha sorprendido a Stephen Tumim, inspector jefe de prisiones, partidario de la vigilancia constante. Autor de un estudio sobre suicidios carcelarios, ¨¦l mismo aconsej¨® en 1991 a Interior el seguimiento de presos conflictivos o muy conocidos.
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