No hay quien trabaje en los tablaos de Madrid, parecen oficinas"
Al natural pierde los a?os que el escenario parece echarle encima y, en cuanto rompe a hablar Bel¨¦n Maya asevera siempre con el nervio templado de quienes saben lo que quieren. Nacida en la ciudad de Nueva York hace 28 a?os, Maya empez¨® a bailar tarde, pero intensamente. Madrid, la ciudad donde Bel¨¦n tiene su casa, su familia, donde est¨¢ su gente, es tambi¨¦n un lugar imprescindible para limar la t¨¦cnica, sin olvidar, que el alma est¨¢ en el sur. All¨ª, los maestros son sabios y las lecciones mudas: "a Sevilla, como a Jerez, hay que bajar a mirar, pero el ritmo de esas ciudades es muy lento", asegura. Le ha dado tiempo a vivir en California, a consumir largas estancias en Jap¨®n y a comprender que sus mayores, sin tener siempre raz¨®n, merecen un respeto, empezando por su propio padre.
Pregunta. Cuenta usted que a veces ha tenido diferencias con su padre, el bailaor Mario Maya, de cuya compa?¨ªa ahora forma parte.
Respuesta. Profesionales, much¨ªsimas; sobre todo al principio, porque tambi¨¦n chocamos en nuestra forma de ser. Yo ten¨ªa 19 a?os, era rebelde y cabezota y nos peg¨¢bamos unos gritos enormes. Ahora seguimos viendo las cosas de forma distinta, pero nos respetamos. He aprendido que ¨¦l es ¨¦l, y si est¨¢ ah¨ª es por algo.
P. ?A?ora mucho la antigua escuela de la calle del Amor de Dios?
R. La recuerdo desde que siendo muy ni?a, jugaba por all¨ª mientras mi madre [Carmen Moral daba clases. Al final estaba que se ca¨ªa, con los techos h¨²medos, las salas bastante oscuras, pero con mucha solera. En el nuevo Amor de Dios estamos muy bien, da gusto venir a ensayar.
P. ?Es usted bailarina porque se apellida Maya?
R. Yo, m¨¢s bien me considero bailaora, pero empec¨¦ bastante tarde y por casualidad. Cuando muri¨® mi madre busqu¨¦ la forma de seguir conectada con el mundo del baile y del teatro, pero sin pensar siquiera en ser profesional.
P. Dec¨ªa un compa?ero, de su actual compa?¨ªa que, en el futuro, alguien escribir¨¢: el flamenco es un invento japon¨¦s. ?Exageraba?
R. ?Much¨ªsimo! He vivido all¨ª, les he visto bailar y algunos son muy buenos, pero les falta algo. Nunca se despeinan, no improvisan. Mucha t¨¦cnica, pero ni un arranque de locura. Sin coraz¨®n, el baile se queda, fr¨ªo.
P. ?Se acuerda de cuando su padre estren¨® Camelamos naquerar, un alegato antirracista?
R. Si hablamos de gitanos, debo decir que yo soy cuchich¨ª, gitana en tres cuartas partes, porque mi madre es paya y para los gitanos la herencia gen¨¦tica del hombre es superior. Pero ni mis costumbres ni la educaci¨®n o la forma de pensar son gitanas. A m¨ª me parece que el racismo es una mezcla de incultura y miedo a lo que consideramos distinto.
P. ?Ha bailado en los tablaos madrile?os?
R. S¨ª, y no hay forma de trabajar, excepto en uno, el Zambra. La gente es muy mayor, no. est¨¢ al d¨ªa, y con tanto contrato fijo, aquello parece una oficina. A los de Sevilla tambi¨¦n van turistas, pero los prefiero.
P. ?Sevilla en general?
R. El sur tiene la sabidur¨ªa del flamenco, pero no la saben ense?ar. En Madrid se mueven los contratos, se aprende.
De lo flamenco y R¨¦quiem, por la Compa?¨ªa Andaluza de Danza. En el teatro Alb¨¦niz, hasta el 15 de enero. Paz, 11.
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