Virtuosismo y simulacro
Ganadora de la Palma de Oro en la pasada edici¨®n del festival de Cannes, vista ya, en numerosos festivales -?por qu¨¦ hubo que esperar hasta ahora para su estreno espa?ol?- y responsable de una de esas pol¨¦micas que de tanto en tanto sacuden las p¨¢ginas de espect¨¢culos de los diarios ,de medio mundo sobre violencia s¨ª, violencia no, Pu1p fiction es s¨®lo la segunda realizaci¨®n del rompedor, insolente Quentin Tarantino, sin duda el cineasta mejor dotado por el cine de acci¨®n de cuantos han debutado en el cine estadounidense en los ¨²ltimos a?os.Es s¨®lo la segunda pel¨ªcula dirigida por Tarantino, pero digamos que la pol¨¦mica persigue a este cineasta ya desde la primera, aquella rotunda, bestial Reservoir dogs, en la que daba precoces muestras de su talento para controlar el timing de la acci¨®n,su primor para construir la puesta en escena -trabajo de actores, situaci¨®n de la c¨¢mara-su profundo dominio de las claves -del cine criminal y la absoluta, falta de consistencia, de solidez argumental detr¨¢s de la pirotecnia brillante de las im¨¢genes.
Pulp fiction
Direcci¨®n: Quentin Tarantino. Gui¨®n: Q. Tarantino, a partir de historias propias, y de Roger Avary.Fotografia: AndrzeJ Sekula. Producci¨®n: Lawrence Bender. Estados Unidos, 1994. Int¨¦rpretes: John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Bruce Willis, Tim Roth, Amanda Plummer, Harvey Keitel, Mar¨ªa de Medeiros, Eric Stoz. Estreno en Madrid: cines Imperial, Cid Campeador, Proyecciones, Novedades, Madrid, Aluche, La Vaguada, Albufera y (en versi¨®n original) Rosales.
Bastante de lo mismo hay en Pulp fiction, y multiplicado: quien esto firma no puede m¨¢s que rendirse ante el malabarismo constructivo de que hace gala un filme que termina con un personaje muerto a la mitad de su metraje;, que mantiene al espectador literalmente clavado en la butaca ocupado en descifrar embelesado unos di¨¢logos sin pies ni cabeza: en el primer cuarto de hora, dos personajes s¨®lo intercambian pueriles, absurdas comparaciones entre Europa y Estados Unidos, al tiempo que obligan al espectador a decidir si es l¨ªcito o no tirar por la ventana a un tipo porque le ha hecho un masaje en los pies a la chica de su jefe, un g¨¢nster.
Que destruye sin contemplaci¨®n, en fin, la identificaci¨®n del respetable con un personaje -Travolta, espl¨¦ndido: como si no fuera ¨¦l- a base de meterlo sibilinamente en otra identificaci¨®n m¨¢s brutal todav¨ªa -Bruce Willis, igualmente estupendo, como todos los muchos actores del filme, por cierto-; que, en fin, dura m¨¢s de dos horas y media que se pasan literalmente volando.
O dicho de otra manera, que como ya demostrara en su deb¨², pero tambi¨¦n en Amor a quema rropa, un filme, que no dirigi¨®, Tarantino posee ante todo un enorme talento para la elaboraci¨®n de guiones, para ingeniar amas pobladas de personajes a s que, como un nuevo Balzac, hace que se entrecrucen, molesten, persigan, desaparezcan sin caer en un tiovivo aparentemente interminable sobre el cual no obstante, el cineasta siempre mantiene el control.
Pero tal como ocurr¨ªa en Reservoir dogs, el final de la proyecci¨®n de Pulp fiction produce un desasosiego reconocible, al menos en quien firma estas l¨ªneas: lo que acaba de ver es un espect¨¢culo, qu¨¦ duda cabe, pero s¨®lo un espect¨¢culo. Su relaci¨®n con la vida es m¨ªnima e incluso virtualmente inexistente. O lo que es lo mismo, la pel¨ªcula es un puro simulacro; la fuente de inspiraci¨®n de Quentin Tarantino no es nunca la realidad, sino la pura ficci¨®n, el cine: sus pel¨ªculas nacen como una suerte de mutantes cuyos padres son otras pe l¨ªculas, otro Concepto de violen cia similar al suyo, pero s¨®lo en lo formal, en lo epid¨¦rmico.
En fin, que lo que hace Tarantino muy bien, Ya est¨¢ dicho son fantasmales im¨¢genes de otros filmes anteriores. S¨®lo en este sentido cabe hablar de ¨¦l con el respeto que merecen los copistas con memoria, y agradecerle que ante nosotros revivan, por un rato y ?actualizados a los c¨¢nones habituales hoy d¨ªa -de ritmo, de cantidad de sangre vertida, de disparos sin n¨²mero-, los destellos de las viejas lecciones de Don Siegel, de Sergio Leone, de Jean Pierre Melville, maestros de un disc¨ªpulo aplicado y brillante que, a diferencia de ellos, ha decidido prescindir conscientemente de lo ¨²nico que deja para el futuro una obra de arte: un h¨¢lito de vida.
Suya es, la elecci¨®n, en todo caso, y no est¨¢ dicho que no sea perfectamente coherente con la vacuidad de los tiempos que corren: Pulp fiction est¨¢, en este sentido, solemnemente condenada a ser un ¨¦xito.
Babelia
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