"No vamos a dejar una casa en pie"
Una patrulla noctuma rusa despotrica de Yeltsin, los chechenos y la guerra
"Soy el hombre que vino de la oscuridad", dice. Apareci¨® de repente desde el negro de la noche ' frente a las luces de nuestro autom¨®vil, cuando avanz¨¢bamos a lo largo de una maltratada carretera a trav¨¦s de un campo de niebla y lodo. Su aliento ol¨ªa fuertemente a vodka. Dijo que se llamaba Yura, pero luego supimos que su nombre real era Iv¨¢n. Bl¨¢nd¨ªa un rifle de asalto y una pistola de oficial, y de su pecho colgaban varias granadas. Le acompa?aban 12 soldados, todos ellos con el uniforme de las tropas del Ministerio del Interior ruso. No hab¨ªa nada que ver, excepto las luces, pero eso bast¨® para ver en las caras el reflejo del miedo y la tensi¨®n de una patrulla en territorio enemigo.Durante las siguientes cuatro horas fuimos primero los prisioneros y luego los hu¨¦spedes de Iv¨¢n y su destacamento de 96 soldados rusos que, desde el 5 de diciembre, est¨¢n clavados en Asinovaskaia, junto en la frontera con Chechenia, unos 60 kil¨®metros al oeste de Grozni. Borracho, autocompasivo, Iv¨¢n, este capitan de 24 a?os, ofrece una visi¨®n interesante de una operaci¨®n militar que fue un fracaso. Despotrica contra sus superiores, a los que considera irresponsables y alejados de la realidad, desconf¨ªa de los civiles, a los que mira como potenciales enemigos, y desprecia la guerra en la que toma parte, que teme que pueda prolongarse tres o m¨¢s a?os.
"Nuestros dirigentes se sientan en Mosc¨² y no tienen ni idea de c¨®mo son las cosas por aqu¨ª. No son ellos los que tienen que Combatir", dice. "La ¨²nica agua que bebemos es la que podemos conseguir por nuestros propios medios. Dormimos en las trincheras... ".
"Vamos a teneros con nosotros durante tres o cuatro d¨ªas. Simplemente, desaparecer¨¦is y nadie sabr¨¢ donde est¨¢is", se?ala Iv¨¢n. Intentamos objetar. "?Callaros y escuchadme! Quiero que ve¨¢is como viven de verdad los soldados. No comprend¨¦is, no len¨¦,is ni idea". Finalmente, cuando empezamos a hacer preguntas, Iv¨¢n se tranquiliza. Tal vez lo ¨²nico que necesitaba era alguien a quien poder contar sus penas. "Tom¨¦ a estos chicos bajo mi cuidado", afirma. "Promet¨ª a sus madres que les devolver¨ªa sanos y salvos a casa. ?C¨®mo voy a explicarles lo que le ocurri¨® a sus hijos? Diez d¨ªas antes, seis reclutas adolescentes de su destacamento murieron cuando su veh¨ªculo fue alcanzado por un cohete checheno. "?sta es una guerra de guerrillas. No es una guerra limpia. Nos disparan por la espalda, violando el acuerdo de no hacerlo cuando vamos por agua. Vamos a arrasar el pueblo y hacerles pagar por esas seis vidas. No vamos a dejar una casa en pie. Lo quemaremos todo".
Luego, nos mete, a m¨ª, a dos colegas y a un conductor, en un carro blindado de transporte de personal, uno de los 10 de su unidad, y, a trav¨¦s de los campos, con las luces apagadas, con el barro saltando por los flancos, llegamos a un grupo de ¨¢rboles. Hay all¨ª 10 jovenzuelos en uniforme dentro de una tienda, tendidos sobre mantas de piel de oveja. Algunos comen un apetitoso estofado de carne y patatas. Parece que no tienen ni idea de lo que ocurre en el mundo exterior, que no saben ni lo que ocurre en Mosc¨², ni en Grozni. En un extremo yace un chico de 18 a?os, cuyas heridas est¨¢n cubiertas de vendas. Fue el ¨²nico superviviente del ataque con cohetes.
Iv¨¢n dice que la mitad de sus hombres est¨¢n de patrulla por los campos que rodean Asinovaskaia. Calcula que, s¨®lo en esta localidad, hay unos 1.000 combatientes chechenos. "Nos disparan desde el pueblo, pero es dif¨ªcil saber de d¨®nde llegan exactamente los tiros". Cuando se les mencional a P¨¢vel Grachov, el ministro ruso de Defensa, todo el mundo rezonga. Cuando se cita a Bor¨ªs Yeltsin, la reacci¨®n no es mejor. "Yeltsin no tiene autoridad", dice Serguei, un teniente coronel de 35 a?os. "Ni siquiera es un militar". ?Y la Constituci¨®n, que identifica al presidente ruso como el comandante en jefe? "Esto es la Constituci¨®n", contesta aplastando con sus dedos una galleta.
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