Gabilondo
Tiene raz¨®n Espada al decir que la pregunta de Gabilondo era ficticia, porque s¨®lo ten¨ªa una respuesta posible. Pero no siempre hay que despreciar los simulacros. Si la pregunta expl¨ªcita era, en efecto, una ficci¨®n, no lo era a mi entender el contenido impl¨ªcito del mero acto de hacerla, que podr¨ªa ser este: "Diga delante de las c¨¢maras si se cree usted por encima de que yo pueda hacerle aqu¨ª p¨²blicamente esta pregunta"; y, cualquiera que fuese la respuesta expl¨ªcita, el mero acto de responder, como tal acto en s¨ª mismo, implicaba a su vez por parte de Gonz¨¢lez la aceptaci¨®n de que no se consideraba por encima de una pregunta semejante. Empezando as¨ª, con "la Primera en la frente", Gabilondo puso a Gonz¨¢lez en su sitio, en el sitio que, a su juicio ten¨ªa que exigirle para dar a la entrevista la ¨²nica forma de validez que, en tanto que inevitable simulacro, pod¨ªa justificarla: en el sitio de cualquier otro sospechoso interrogado. Si yo fuese un dem¨®crata, en modo alguno tendr¨ªa por ociosa esta comedia, sino por muy oportuna y hasta edificante.El que en las juras de Santa Gadea. Alfonso VI pudiese cometer perjurio no menoscaba el valor institucional del hecho de que el rey mismo, en cuanto sometido a la isonom¨ªa y la isegor¨ªa de la democracia medieval -s¨®lo vigente entre el estamento nobiliario, pero incluyendo al rey-, pudiese ser obligado a responder de sus acciones. De modo an¨¢logo, el gran m¨¦rito de Gabilondo -a despecho del car¨¢cter de ficci¨®n de la entrevista y del posible, motivo del entrevistado- est¨¢ en haber dado al p¨²blico esta muestra de que un jefe de gobierno tambi¨¦n est¨¢ sujeto a verse interrogado por un "simple" periodista. Alguien dir¨¢: "?S¨®lo faltaba que no lo estuviese!"; eso es, en efecto, lo que se supone de derecho, pero no est¨¢ de m¨¢s, en modo alguno, y menos en un caso tan vidrioso, que se demuestre de hecho.
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