Los chechenos quieren canjear a los paracaidistas rusos prisioneros
"Conocemos el bosque como la palma de nuestra mano. No pueden escapar". Dzhabra¨ªl se refiere al ¨²ltimo grupo de paracaidistas que los rusos lanzaron en el distrito de Shal¨ª hace dos d¨ªas. Tres guerrilleros chechenos van en una. misi¨®n de reconocimiento para determinar el lugar exacto donde se encuentran. Dejamos el camino, subimos unas colinas y nos adentramos en el bosque. Amanece, corre el viento y en la cima se ven los ¨¢rboles de color gris escarcha. ?ste es el tercer grupo que los rusos han lanzado este mes en Shal¨ª. Los dos anteriores fueron hechos prisioneros por chechenos, quienes los quieren canjear. Los rusos se niegan.
El Kremlin afirma que los paracaidistas que se lanzaron en tierra chechena son "rehenes d¨¦ 'bandidos" y ha amenazado con bombardear las aldeas si no son puestos en libertad. La verdad es que, con o sin prisioneros, las aldeas son bombardeadas cada d¨ªa.El jefe del grupo de reconocimiento -barba negra, bajo y flaco- lleva un kal¨¢shnikov. Le sigue un joven de esos que por su f¨ªsico -pelo rojizo y ojos azules- siempre causa asombro en el extranjero -que piensa que todos los cauc¨¢sicos son morenos. Cierra el grupo un fortach¨®n de un metro noventa de estatura que tiene un fusil autom¨¢tico con mira telesc¨®pica. Se llama Rusl¨¢n y tiene 35 a?os. A diferencia de los otros dos no lleva uniforme y viste de civil -chaqueta de cuero y vaqueros negros-, por lo que parece un poco fuera de lugar. Rusl¨¢n me reconoci¨®: hab¨ªamos volado en el mismo avi¨®n desde la capital rusa al C¨¢ucaso, hasta Miner¨¢Iniye Vodi.
Rusl¨¢n vive desde hace 13 a?os en Mosc¨², donde hizo sus estudios superiores, pero naci¨® en Shal¨ª, capital del distrito hom¨®nimo en cuyo territorio nos acabamos de encontrar. Aqu¨ª todav¨ªa viven sus padres, su hermano mayor y sus tres hermanas. Enemigo del presidente checheno, Dzhojar Dud¨¢iev, opina que ¨¦ste "habr¨ªa ca¨ªdo s¨®lo en cuatro o cinco meses". "M¨¢s de la mitad de la gente aqu¨ª ya est¨¢ contra ¨¦l", dice, "pero ahora me siento su aliado porque luchamos contra un enemigo com¨²n".
Tres viajes
Es la tercera vez que viene a Chechenia en los ¨²ltimos dos meses. "La primera vine a ver a mis padres y me fui despu¨¦s de que P¨¢vel Grachov, ministro de Defensa ruso, y Dud¨¢iev bebieran champa?a y dijeran que no habr¨ªa guerra". Pero a la semana regreso: los rusos hab¨ªan entrado en su patria. Particip¨® en los encarnizados combates de Arg¨²n -donde fue herido el hijo mayor de Dud¨¢iev, que muri¨® el viernes pasado-, y el 30 de diciembre regres¨®, dando un rodeo, a Mosc¨². El d¨ªa 10 volvi¨® al C¨¢ucaso, en el mismo avi¨®n en que llegamos nosotros, y desde entonces ayuda a los lobos isl¨¢micos, uno de los grupos combatientes m¨¢s temidos por los rusos, en su ciudad natal, Shal¨ª.
"Rara vez salgo de operaciones. Ayudo principalmente con dinero y armas. En estos ¨²ltimos d¨ªas he logrado comprar tres ametralladoras y un lanzagranadas autom¨¢tico para los lobos", dice, agregando que en total ha gastado m¨¢s de un mill¨®n de pesetas en armas para el destacamento isl¨¢mico. Adem¨¢s, dio varios millones de rublos a su padre para que ¨¦ste los repartiera en Shal¨ª entre las familias de los chechenos que han perecido por la guerra.
De pronto, o¨ªmos el ruido de aviones supers¨®nicos y a los pocos segundos nos llega el retumbar de las bombas que estallan en las cercan¨ªas. Los chechenos discuten en su idioma y nos dicen que hay que regresar a ver d¨®nde bombardean. "No importa, ya les daremos caza ma?ana", comenta Dzhabra¨ªl sobre los paracaidistas.
Despu¨¦s de salir del bosque, nos subimos a los coches y partimos en caravana. Cerca de un kil¨®metro m¨¢s all¨¢, nos detenemos: a la orilla del camino se ven ¨¢rboles con trozos arrancados por las balas de la ametralladora pesada de un avi¨®n, que seguramente ha abierto fuego sobre unos veh¨ªculos.
Cuando llegamos a la ciudad de Shal¨ª y queremos continuar hacia una t¨ªpica aldea monta?osa adonde se han ido a refugiar gran parte de las mujeres y ni?os que han huido de Grozni, los aviones rusos comienzan a sobrevolamos.
Tenemos que detener nuestra caravana de autos y esperar con el coraz¨®n encogido. Al poco rato, retumban los cristales del caf¨¦ donde nos hemos refugiado: seguramente bombardean el ex regimiento de tanques de Shal¨ª, hoy vac¨ªo, pero donde hasta hace unos d¨ªas se encontraba el grupo de 30 paracaidistas rusos hechos prisioneros en los bosques de la zona.
M¨¢s de una hora dura la tensa espera. Cuando reemprendemos la marcha, tenemos nuevos momentos de tensi¨®n al entrar en la carretera hacia Guderm¨¦s, la segunda ciudad m¨¢s importante de Chechenia, cercana a la frontera con Daguest¨¢n. Un moderno cazabombardero SU-27, que castiga la cercana aldea de Bragun¨ª, nos hace detener y buscar refugio. Tem¨ªamos que se repitiera lo ocurrido hace una semana, cuando los aviones bombardearon el camino y mataron a m¨¢s de una decena de personas.
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