Memoria de Su¨¢rez
EL MERECIDO reconocimiento p¨²blico de que estos d¨ªas ha sido objeto Adolfo Su¨¢rez ha dado ocasi¨®n de establecer algunos paralelismos entre la crisis pol¨ªtica actual y la que marc¨® sus ¨²ltimos meses como presidente del Gobierno. Uno de los rasgos comunes a ambas situaciones ser¨ªa el acoso despiadado por parte de la oposici¨®n y los medios de comunicaci¨®n contra el presidente del Gobierno del momento.El car¨¢cter un¨¢nime del reconocimiento se ha puesto de relieve con motivo de la concesi¨®n casi simult¨¢nea de tres premios -destinados a destacar las virtudes c¨ªvicas del galardonado-, concedidos por instituciones tan diversas como la Generalitat de Catalu?a, el Ayuntamiento de Toledo o la fundaci¨®n valenciana Manuel Broseta. Elsa unanimidad tiene el efecto de una reparaci¨®n. Muchos de sus antiguos rivales valoran hoy de manera diferente a como lo hicieron en su momento el papel de Su¨¢rez en la transici¨®n. Entre otras cosas, porque la perspectiva de los a?os transcurridos permite calibrar mejor las extraordinarias dificultades con que hubo de enfrentarse y comprender las razones de algunas de sus decisiones de entonces.
Arzalluz ha recordado estos d¨ªas la feroz campa?a de acoso a que Su¨¢rez se vio sometido en sus ¨²ltimos meses como presidente, especialmente por parte de los socialistas, as¨ª como la influencia de esa campa?a en el clima de deslegitimaci¨®n en que germin¨® el golpe del 23 de febrero de 1981. El lo es algo indiscutible, si bien el dirigente del PNV olvid¨® mencionar el boicoteo de los alcaldes de su partido al entonces presidente del Gobierno con ocasi¨®n de la visita que realiz¨® al Pa¨ªs Vasco en diciembre de 1980: un mes antes de la dimisi¨®n de Su¨¢rez y dos antes del 23-F.
Pero ese papel de Arzalluz como testigo cualificado da m¨¢s fuerza a su exhortaci¨®n a no, repetir hoy el error cometido con Su¨¢rez de "comportarnos como pira?as", poniendo en peligro el sistema "por exceso de voracidad". Es la conclusi¨®n inversa a la de quienes precisamente invocan el antecedente de entonces para justificar la desmesura de ahora. Se trata de un planteamiento perverso: lo l¨®gico ser¨ªa. que la experiencia sirviera para evitar, y no para repetir, los yerros.
Tambi¨¦n Pujol, con motivo de la entrega del Premio Blanquerna, el pasado d¨ªa 12, reconoci¨® que Su¨¢rez hab¨ªa sido "v¨ªctima de ataques feroces y cr¨ªticas injustas". A?adiendo que el "compartir la experiencia de padecer calumnias, incomprensi¨®n y odio favorece el entendimiento entre los pol¨ªticos"..
El sectarismo en las relaciones entre los pol¨ªticos no es cosa de ahora. Pero es cierto que se a?ora la inclinaci¨®n de Su¨¢rez hacia el consenso y su voluntad de establecer cauces personales de comunicaci¨®n incluso en los momentos de mayor tensi¨®n pol¨ªtica. Es posible que esa actitud dialogante se debiera en parte a haber interiorizado el reproche que siempre le persigui¨®: el de haber disfrutado de la ventaja de disputar las primeras elecciones democr¨¢ticas desde una posici¨®n de poder que no hab¨ªa ganado en las urnas. Aunque el reproche no carec¨ªa de fundamento, sus cr¨ªticos no supieron entender entonces que fue esa ventaja lo que le permiti¨® desmontar el franquismo desde dentro, ahorrando a sus conciudadanos muchos riesgos.
Es posible, sin embargo, que esa desconfianza de la oposici¨®n le forzara a buscar el consenso como norma; y tambi¨¦n a ir en sus iniciativas m¨¢s all¨¢ de lo inicialmente previsto. ?sa es la gran paradoja de Su¨¢rez: fueron las limitaciones de su situaci¨®n las que le empujaron hacia el singular destino de protagonizar la transici¨®n a la democracia. Pero tuvo el m¨¦rito de ser consciente de esas limitaciones para convertirlas en factor de negociaci¨®n y acuerdo. Y eso es lo que ahora se a?ora y homenajea.
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