Las orquestas del archipi¨¦lago
, Recibi¨® el festival a las dos excelentes orquestas canarias: la Filarm¨®nica de Las Palmas que dirige el brit¨¢nico Adrian Leaper y la Sinf¨®nica de Tenerife que lidera el burgal¨¦s V¨ªctor Pablo,, la mejor batuta espa?ola de su generaci¨®n.Correspondi¨® a los filarm¨®nicos el estreno mundial de la obra encargada por el festival a Jos¨¦ Ram¨®n Encinar (Madrid, 1954), Mise en scene, para clarinete solista, que protagoniz¨® admirablemente Adolfo Garc¨¦s, profesor zaragozano, docente en Madrid y pieza indispensable en los m¨¢s arduos empe?os musicales. La partitura, de grandes proporciones, inquisitiva, reiterativa y acumuladora, viene a ser un fresco sonoro que compila el pensamiento de Encinar, sobre el que escribe con conocimiento y casi ternura Tom¨¢s Marco.
Tal sucede con toda creaci¨®n ambiciosa y responsable, la vida de Mise en sc¨¦ne comienza tras el estreno, cuando el autor ha contratado en vivo el resultado de su largo trabajo e iniciado su di¨¢logo interior con sus propios pentagramas. "Las obras hay que vivirlas", dec¨ªa Falla y de esa vida surge el autoan¨¢lisis, la revisi¨®n y ese ¨²ltimo sobo que, seg¨²n Ortega y Gasset, parece nada y es tanto. En este caso, el universo palpitante, pleno de acontecimientos externos e interiores, bell¨ªsimo en los ¨²ltimos movimientos, expectante en los anteriores y en todo momento de gran artesanado, creo que puede condensarse algo m¨¢s al tiempo que ciertas seducciones muy atractivas, como la incorporaci¨®n del clarinete contrabajo, admite m¨¢s amplia explotaci¨®n de la que el ensimismado, honesto y antiefectista Encinar ha dado. Mise en sc¨¦ne, dedicada al director teatral Sim¨®n Su¨¢rez, no nos descubre nada que no supi¨¦ramos de Encinar pero confirma la condici¨®n de m¨²sico ¨ªntegro glosada por Marco.
Fue clara y fiel la versi¨®n de Leaper y la orquesta, excepcional el protagonismo de Garc¨¦s y positiva, a pesar de alguna disidencia, la recepci¨®n por un p¨²blico al que el compositor Sit¨²a ante un caso l¨ªmite por muchas razones. Los planetas, de Holst, tocados con opulencia, reafirmaron, una vez m¨¢s, su hinchaz¨®n y vanalidad radicales.
Los tinerfe?os, conducidos por el israelita Pinchas Steinberg (1945), maestro probo, puntual y escasamente interesante, rodearon con entera discreci¨®n al pianista del pa¨ªs Guillermo Gonz¨¢lez en el segundo concierto (le Lisztl rectamente entendido, flexible y riguroso a la vez y transmitido con afectividad.
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