El desahucio m¨¢s sonado
Lauro Olmo y Pilar Enciso fueron los ¨²ltimos inquilinos del barrio de Pozas
A las nueve de la ma?ana del 11 de febrero de 1972, hace 22 a?os, numerosos efectivos de polic¨ªas armados -los famosos grises-, guardias municipales, bomberos y funcionarios de los servicios de limpieza y talleres del Ayuntamiento rodeaban un edificio de dos plantas situado en el n¨²mero 4 de la madrile?a calle de Hermosa para desalojar a los ¨²ltimos inquilinos que lo habitaban. Cuando los funcionarios se acercaron con la piqueta para echar la puerta abajo, algo les detuvo en seco. La puerta estaba pintada con la bandera nacional, y pisar o ultrajar el estandarte estaba completamente prohibido.Era la ¨²ltima estrategia ideada por el escritor Lauro Olmo y su mujer Pilar Enciso, para impedir que los desahuciaran. El edificio formaba parte del desaparecido barrio de Pozas, un tri¨¢ngulo de 10.000 metros cuadrados delimitado por las calles de la Princesa, Serrano Jover y Alberto Aguilera, justo donde ahora se encuentran El Corte Ingl¨¦s de Arg¨¹elles y el hotel Princesa. A trav¨¦s del tel¨¦fono, la megafon¨ªa e incluso a gritos, la polic¨ªa trat¨® de convencer a la familia para que abandonara la casa, sin resultado alguno. Dos horas despu¨¦s, pasadas las once de la ma?ana, la piqueta derrib¨® la puerta roja y gualda sin ning¨²n remordimiento patrio.
El autor de La camisa -una de las piezas m¨¢s representativas del teatro espa?ol-, su mujer y sus dos hijos -de 9 y 12 a?os de edad- abandonaron pac¨ªficamente el domicilio despu¨¦s de haber resistido solos durante un a?o entre las ruinas de las fincas colindantes. Periodistas, corresponsales extranjeros, estudiantes, amigos y curiosos recibieron a la familia entre aplausos y gritos de "?Lauro!, ?Lauro!" y "?Especulaci¨®n!"
El desmesurado despliegue policial obedec¨ªa a la trascendencia que el caso Pozas, conocido tambi¨¦n como la Numancia de las inmobiliarias, hab¨ªa tenido en la prensa de la ¨¦poca Peri¨®dicos y revistas hab¨ªan hecho un seguimiento exhaustivo de cada uno de los desalojos llevados a cabo en el barrio desde 1969, y pr¨¢cticamente todas las publicaciones se hab¨ªan puesto desde el principio a favor de los vecinos. Tanto es as¨ª que Lauro Olmo era conocido entre la opini¨®n p¨²blica como "el escritor sitiado". El peri¨®dico Nuevo Diario, al d¨ªa siguiente del desahucio, titul¨®: "Pozas sucumbi¨® a los m¨¦todos del poder financiero".
Las cr¨®nicas de los diarios reflejan la dram¨¢tica situaci¨®n que vivieron muchas de las 35 familias que habitaban en el hist¨®rico barrio y la celeridad con la que la inmobiliaria Metropolitana ejecut¨® el desalojo, a pesar de las sentencias a favor de los vecinos que ya hab¨ªan dictado algunos tribunales.
Poco a poco, los vecinos, cansados de tanto encierro, de tantas l¨¢grimas y disgustos, fueron aceptando el acuerdo que les propon¨ªa la inmobiliaria: algo de dinero, entre 5.000 y 25.000 pesetas, y una vivienda en otra zona de Madrid. A las ¨²ltimas 15 familias se les ofreci¨®, ya en 1971, medio mill¨®n de pesetas y un piso en la avenida de la Reina Victoria. Catorce de ellas aceptaron. La ¨²nica que se neg¨® a firmar el trato fue la familia Olmo, porque supon¨ªa renunciar a los tribunales.
Lauro, Pilar y sus dos hijos se quedaron solos, rodeados de ruinas y sin luz, en la calle. En su balc¨®n, los transe¨²ntes de Princesa pod¨ªan ver una pancarta en la que hab¨ªa un guardia dibujado y la siguiente leyenda: "A este guardia que aqu¨ª veis la porra no le hace falta. Su justicia ser¨¢n hechos respaldando a sus palabras". Tras el cartel hab¨ªa siempre una camisa blanca colgada que les serv¨ªa de contrase?a: ."Si se ve¨ªa la camisa es que todo estaba tranquilo. Si la descolg¨¢bamos es que algo grave ocurr¨ªa", explica Pilar. "Y as¨ª estuvimos 12 largos meses, en los que pasamos much¨ªsimo miedo, sobre todo por nuestros hijos".
El d¨ªa del desahucio definitivo se acerc¨® a casa de Lauro un grupo de amigos: actores -entre los que se encontraba Tina Sainz-, escritores, periodistas, familiares y as¨ª hasta un total de 35 personas que vivieron con ellos el ¨²ltimo acto de este drama inmobiliario para el que el escritor, como no pod¨ªa ser menos, hab¨ªa preparado un final teatral. "Tuvieron que pisar la bandera, como Lauro hab¨ªa preparado. ?se fue su castigo", concluye Pilar Enciso.
Dos a?os despu¨¦s, el Tribunal Supremo dio la raz¨®n a la familia Olmo y conden¨® a la inmobiliaria a pagarles una indemnizaci¨®n de dos millones de pesetas, de los que 1.400.000 pesetas fueron destinadas a pagar los gastos de los 13 pleitos necesarios hasta la sentencia definitiva.
Poes¨ªa contra especulaci¨®n
Cuando al arquitecto ?ngel Pozas se le ocurri¨® dise?ar un barrio para obreros y peque?os comerciantes en 1860, no pod¨ªa imaginar que aquel tri¨¢ngulo de Princesa se convertir¨ªa, un siglo despu¨¦s, en uno de los solares m¨¢s cotizados de Madrid. En 1972 los 10.000 metros cuadrados sobre los que se asentaba el barrio que llevaba su nombre hab¨ªan alcanzado un valor oficial de 333 millones de pesetas. La inmobiliaria Metropolitana no cont¨® tampoco, cuando quiso recuperar el terreno, con que los vecinos dispon¨ªan de un arma que penetra mucho m¨¢s profundamente en los corazones que las propias balas, la poes¨ªa. Durante los a?os que dur¨® el litigio, Lauro Olmo escribi¨® coplas, villancicos y poemas que se extendieron por todos los ambientes madrile?os con m¨¢s rapidez que la p¨®lvora. Los estudiantes se conoc¨ªan de memoria una coplilla que dec¨ªa: "?Qu¨¦ culpa hab¨¦is cometido? / A nadie la culpa extra?a. La culpa es de haber nacido / sobre uno de los solares / m¨¢s cotizados de Espa?a".
El escritor present¨® a un certamen po¨¦tico un romance titulado Mujeres del barrio de Pozas, que dec¨ªa: "Hay quien nace para justo, hay quien para especular, / hay v¨ªctimas y verdugos, / hay de todo en la ciudad". Y tambi¨¦n: "Piquetes de la codicia, / ?qu¨¦ fuisteis a desahuciar? / Si nuestros hijos re¨ªan, / ahora ya saben llorar; / si nuestros hijos hablaban, / ahora ya saben callar". El poema no fue admitido a concurso bajo el pretexto de no atenerse a las bases. El jurado permiti¨®, en cambio su lectura en la plaza Mayor, pero, cuando Lauro fue a recitarlo, el fluido el¨¦ctrico se cort¨® misteriosamente.
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