Mejor que Celibidache

S¨®lo pod¨ªa ser uno el mismo Sergiu Celibidache. Cuando, sali¨® el lunes a la escena del teatro P¨¦rez Gald¨®s, con paso lento y apoyado en su lazarillo de la orquesta muniquesa, el p¨²blico rompi¨® en una interminable ovaci¨®n s¨®lo cortada cuando el maestro subi¨® al podio y comenz¨® la Sinfon¨ªa en sol mayor, Oxford, de Haydn, soberbia, inaudita lecci¨®n que podr¨ªa resumirse en pocas palabras: devolver a la m¨²sica su verdad.El sinfonismo de Haydn, como al d¨ªa siguiente el de Mozart, en la Sinfon¨ªa n¨²mero 40, qued¨® explicado con iluminaci¨®n parecida a la que Ortega demostraba al encadenar las razones de su pensamiento filos¨®fico. Al final, la audiencia se declara convicta y confesa: esto es as¨ª y, no puede ser de otra manera.

Frente al intenso romanticismo de Schumann y su Sinfon¨ªa n¨²mero 2, el pensamiento celibidachea no ha de luchar, como en los cl¨¢sicos, para borrar en la mente del p¨²blico muchos a?os de convencionalismo. Cuando escuchamos este Schumann de irresistible tensi¨®n, nos conmovemos con la hermosa perspectiva del expuesto de forma in¨¦dita.

Y ?qu¨¦ decir de la Quinta sinfon¨ªa de Chaikovski, reducida com¨²nmente a indiscretos niveles cinematogr¨¢ficos? Celibidache, que ha hecho principio musical e intelectual de lo fenomenol¨®gico, nos dio una Quinta como si de un estreno se tratara.