Sola contra los elementos
"Aqu¨ª no me importar¨ªa morir", dice Dolly van Bree, de Venlo
A casa de Dolly van Bree s¨®lo se, Puede llegar en barco. Y no porque viva en una isla de lujo o en la rom¨¢ntica Venecia. Todo el barrio donde reside en la ciudad holandesa de Venlo, situada al sur de Holanda, qued¨® inundado por las aguas cuando se desbord¨® el r¨ªo Mosa. Pero a pesar de todo, ella no quiso salir. "?sta es mi casa, aqu¨ª he vivido desde hace 40 a?os y aqu¨ª no me importar¨ªa morir", asegura rotunda.Hacerle una visita es tarea complicada e imposible de lograr sin la colaboraci¨®n de la, lancha del Ej¨¦rcito que patrulla por la zona. Cuando oye el sonido del motor, Dolly van Bree sale presurosa ala puerta trasera, que ayer por primera vez pudo abrir, e invita a todo el mundo a un caf¨¦. Nadie dir¨ªa que hace casi una semana que vive en un pueblo fantasma.
El pasado viernes todos sus vecinos abandonaron sus hogares ante el inminente riesgo de inundaci¨®n. Y la inundaci¨®n lleg¨®, pero Dolly, con su perro, se qued¨®. "?Por qu¨¦ voy a tener miedo?", pregunta sonriente. "He visto caer bombas, explotar granadas y en esta ocasi¨®n los alemanes no vienen a matarnos sino a ayudarnos. He salido de otras peores", dice esta jud¨ªa de m¨¢s de 70 a?os que ni siquiera sabe nadar.
Los primeros d¨ªas de la cat¨¢strofe tuvo que permanecer en el piso superior mientras el agua sub¨ªa a m¨¢s de un metro sobre los, muebles de su sal¨®n. Sin embargo, asegura que la crecida del agua no le pill¨® de sorpresa. "Algo me dec¨ªa que esto iba a ocurrir, lo vengo anunciando desde el veraho". Su sexto sentido, que un vecino que hace las veces de gu¨ªa corrobora, le llev¨® a amontonar pl¨¢sticos y cajas de botellas de refrescos sobre las que a modo de pilares instal¨® algunos muebles.
Dice no haber tenido tiempo de aburrirse en toda la semana. El ajetreo por trasladar sus enseres m¨¢s importantes fuera del alcance del agua y su continua preocupaci¨®n la mantuvieron suficientemente ocupada. Cuando lleg¨® la crecida del Mosa cuenta que ten¨ªa la casa bien provista de todo tipo de vituallas. "Es una costumbre que nos queda a los que hemos pasado por el hambre de una guerra", dice. Explica que no puede dormir si no tiene el doble de todo: dos paquetes de caf¨¦, kilos de pasta, az¨²car suficiente, patatas para un regimiento... ".
Durante este tiempo los miembros del equipo de rescate que protegen de los robos la zona le han llevado todos los d¨ªas el peri¨®dico en su lancha. Ha echado de menos la electricidad, la radio y, sobre todo, la televisi¨®n. Pero no le parece demasiado importante haber. estado sin calefacci¨®n a pesar que en los ¨²ltimos d¨ªas las temperaturas han bajado a cerca de cero grados y el viento y la lluvia eran constantes. "Nunca tengo fr¨ªo", dice, "cuando viene alguna visita siempre tengo que poner m¨¢s alta la calefacci¨®n".
Asegura que lo primero que va a hacer cuando baje el nivel del agua es "sencillamente salir. M¨¢s miedo que el agua me da la falta de libertad". Y apremiada por los gritos de la lancha que viene a buscarnos, nos empuja hacia la puerta y con el agua hasta la rodilla Dolly se queda de nuevo sola en su casa agitando la mano.
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