Insumisi¨®n y solidaridad
Con ocasi¨®n de la ¨²ltima Pascua Militar, altos jefes militares, y muy en particular el ministro Garc¨ªa Vargas, han hecho tronar la acusaci¨®n de "insolidaridad" contra los insumisos, ahora adornada con el calificativo de "extravagantes". Al mismo tiempo, han aprovechado para felicitarse por tantos chicos sumisos que van a la mili-PSS, dando muestras as¨ª, seg¨²n los or¨¢culos del poder, de "patriotisino". y "solidaridad".Es preocupante que una ret¨®rica tan hueca como trasnochada a¨²n encuentre lugar en el discurso p¨²blico. Para entender lo que el ministro Garc¨ªa Vargas y los jefes militares entienden por solidaridad en este contexto, resultar¨¢ iluminador un breve an¨¢lisis de los argumentos que una figura autorizada, ni m¨¢s ni menos que el director general del servicio militar, Laureano Garc¨ªa, ofrec¨ªa en un reciente art¨ªculo (Voluntarismo y ej¨¦rcitos, EL PA?S, 3 de noviembre de 1994). En ese art¨ªculo, el autor intentaba responder a una serie de argumentaciones y datos que cuestionan la supuesta imposibilidad de eliminar el, reclutamiento forzoso por motivos econ¨®micos y demogr¨¢ficos, es decir, lo que se nos plantea como argumentos todopoderosos para mantener la mili vigente.
En su art¨ªculo, el director general del servicio militar hac¨ªa referencia a dos art¨ªculos anteriores. El primero de ellos (El verdadero coste de una tropa profesional, EL PA?S, 22 de noviembre de 1994) ilustraba lo intr¨ªnsecamente falaz de la idea de que un ej¨¦rcito en que soldados y marineros no cobran un salario digno es "m¨¢s barato" que uno en que est¨¢n adecuadamente retribuidos. No es cuesti¨®n de repetir aqu¨ª en detalle lo que ya fue publicado en su d¨ªa. Baste se?alar que tal planteamiento equivaldr¨ªa a decir que es "m¨¢s barato" apropiarse de un valor econ¨®mico -un coche, por poner un ejemplo- sin pagarlo que compr¨¢ndolo. Claro est¨¢, para quien roba el coche su sistema de adquisici¨®n es indudablemente "m¨¢s barato". Pero para quien se queda sin su coche sin recibir nada a cambio ese sistema resulta extremadamente caro e injusto. Y de generalizarse, tal sistema de adquisici¨®n ser¨ªa ruinoso para la sociedad. El trabajo de las personas tambi¨¦n es un valor econ¨®mico. El Estado, al apropiarse por la fuerza del trabajo de los soldados, lo que hace en efecto es imponer una contribuci¨®n arbitraria y no proporcional sobre un sector de la poblaci¨®n (el m¨¢s d¨¦bil econ¨®micamente), para que otro sector se ahorre los impuestos proporcionales con que tendr¨ªa que contribuir para poder adquirir ese valor que en la actualidad obtiene de modo tan "barato".
Laureano Garc¨ªa, sin embargo, parece no haber entendido en absoluto este concepto, o bien intenta desviar la atenci¨®n del lector tratando de asustarle con la cifra resultante de multiplicar los sueldos por el n¨²mero de soldados y marineros que har¨ªa falta pagar en una tropa voluntaria. A ello conjeturaba err¨®neamente que yo responder¨ªa proponiendo una reducci¨®n del contingente. Precisamente, si algo est¨¢ claro es que una tropa profesional es siempre m¨ª is barata para todos que una de forzosos con el mismo n¨²mero de hombres.
Dejemos que a?ada el autor todos los ceros que quiera hasta que se le vuelva loca la calculadora, pero la cuesti¨®n se reduce a algo muy simple: si no se quiere gastar uno el dinero en un Mercedes, se aguanta uno sin ¨¦l, pero no lo roba. Y si tener un Mercedes es fundamental para la vida de uno (tan fundamental como se nos propone la existencia del ej¨¦rcito), se rasca uno el bolsillo y lo paga, que es lo honrado, lo justo y lo solidario, Y es que, como muy bien se?alaba Laureano Garc¨ªa en su art¨ªculo, aqu¨ª no hay m¨¢s cera que la que arde. Y no hay nada m¨¢s irritante que tener que escuchar la moralina de la solidaridad precisamente de boca de aquellos que son los m¨¢s insolidarios, los que obligan a los j¨®venes a jurar que dar¨¢n todo por defender a la patria mientras que ellos no est¨¢n dispuestos a soltar una peseta m¨¢s para contribuir a esa defensa con su peque?o esfuerzo proporcional.
En el segundo de los art¨ªculos a que hac¨ªa alusi¨®n el director general (El ej¨¦rcito voluntario, EL PA?S, 5 de octubre de 1994) se apuntaba lo cuestionable del argumento oficial seg¨²n el cual dentro de pocos a?os no se podr¨ªa contar con el suficiente n¨²mero de alistamientos de hombres "en edad militar" (de 19 a?os, seg¨²n aclaraba) para nutrir una tropa de voluntarios. Lo insostenible de tal argumento es la presunci¨®n de que s¨®lo se reclutar¨ªa a hombres de 19 a?os para una tropa voluntaria. El ejemplo de la Guardia Civil, que recluta a hombres entre 18 y 30 a?os (igual que los ej¨¦rcitos profesionales de otros pa¨ªses), no le parec¨ªa v¨¢lido a Laureano Garc¨ªa porque, seg¨²n ¨¦l, no querr¨ªamos tener una tropa de "abuelos en edad de prejubilaci¨®n" (que los guardias le perdonen). Y mientras nos contaba esta historia, un anuncio a toda p¨¢gina en la Revista Espa?ola de Defensa invita a alistarse como voluntarios de la tropa y mariner¨ªa profesionales a los j¨®venes entre 18 y 25 a?os de edad. Claro, tambi¨¦n hay que aclarar lo enga?oso del intento de presentarnos a los llamados soldados "profesionales" como aut¨¦nticos voluntarios. Tales soldados "profesionales" no constituyen en realidad m¨¢s que una subcategor¨ªa del reclutamiento forzoso, y son t¨¦cnicamente denominados "voluntarios inducidos". El intento de hacernos creer que pronto tendremos media tropa "profesional" (l¨¦ase voluntaria) es poco menos que un intento de tomar el pelo al ingenuo ciudadano. Es dif¨ªcil calcular lo que ha costado el servicio militar obligatorio a la sociedad espa?ola a lo largo del tiempo. Hay coincidencia entre historiadores en que el abandono de los campos y el pago de rescates a que forzaba en el. siglo XIX fue causa de la ruina de la agricultura y de la incipiente clase media, con desastrosas consecuencias para el moderno desarrollo socioecon¨®mico de este pa¨ªs. El sufrimiento y las vidas que ha costado son tan incalculables como injustificables, pues el servicio militar obligatorio no tiene m¨¢s justificaci¨®n real en ¨²ltima instancia que la de ahorrar dinero a unos cuantos a costa del sacrificio de otros. Por algo el ministro Serra usaba la expresi¨®n "ej¨¦rcito retribuido en su totalidad" para referirse al ej¨¦rcito voluntario, al que era radicalmente opuesto.
El servicio militar obligatorio, esa lepra de la libertad como lo llamaban los espa?oles del siglo XIX, es una idea cuyo tiempo ha pasado. Empe?arse en mantenerlo a toda costa convierte a quienes dicen representarnos en el. Parlamento en aut¨¦nticos insumisos a la voluntad popular. Con su obcecaci¨®n s¨®lo hacen que aumente constantemente el n¨²mero de hombres con el coraje suficiente para desobedecer una ley netamente inmoral que intenta convertirles en v¨ªctimas de la insolidaridad. De esa manera, los insumisos, luchan por una sociedad aut¨¦nticamente solidaria.
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