Cuba sigue
No iba a Cuba desde 1992. Tres a?os en los que han ocurrido muchas cosas relacionadas con la isla: la circulaci¨®n autorizada del d¨®lar en el mercado interno, la creciente participaci¨®n de empresas extranjeras, la crisis de los balseros, la negativa del Gobierno norteamericano a seguir acogiendo a esos emigrantes, la reapertura de los mercados agropecuarios, el descenso de la zafra azucarera, el inicio y prosecuci¨®n de negociaciones cubano-norteamericanas sobre los problemas de emigraci¨®n, el virtualmente un¨¢nime rechazo internacional del bloqueo (ahora llamado eufem¨ªsticamente embargo) de Estados Unidos contra Cuba y la porfiada negativa del Gobierno de Clinton a cambiar, o al menos aflojar, esa pol¨ªtica de acoso.Tambi¨¦n en estos ¨²ltimos a?os el bombardeo de noticias desfavorables a Cuba ha sido constante. Las agencias norteamericanas (por cuyos canales circula aproximadamente el 80% de las informaciones mundiales) y los medios suscriptos a su servicio no se ahorraron calificativos denigratorios y pron¨®sticos catastr¨®ficos sobre la realidad cubana. A partir de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el consiguiente cese de las favorables condiciones de intercambio con los pa¨ªses del Este que hab¨ªan prevalecido en los ¨²ltimos 30 a?os, los ar¨²spices de siempre coordinaron sus malos ag¨¹eros y decretaron la inminente ca¨ªda de Castro y el fin de su revoluci¨®n. El hecho de que, pese a las condiciones tan desfavorables para Cuba, aquella apresurada profec¨ªa no se cumpliera gener¨® en los decididores econ¨®micos, y por consiguiente en los productores e inventores de noticias, una histeria colectiva que en ¨²ltima instancia se volvi¨® contra ellos. No obstante, los mismos sectores que se hab¨ªan entusiasmado con el tema de los balseros no se han preocupado, por razones obvias, en analizar en profundidad la dimensi¨®n de su pifia.
Contrariando todas las previsiones, el Gobierno cubano decret¨® v¨ªa libre a los tan publicitados balseros. "De ahora en adelante hemos resuelto no cuidarles m¨¢s las fronteras a los Estados Unidos", dijo Castro, e incluso dio instrucciones a los guardacostas para que asistieran e incluso trajeran de vuelta a quienes durante la traves¨ªa enfermaban, quedaban exhaustos o naufragaban. A Estados Unidos le entr¨® un p¨¢nico nada imperialista cuando avizor¨® la marea de cubanos que pretend¨ªa desembarcar en sus costas y resolvi¨® confinarlos en campamentos apresuradamente organizados en la base militar de Guant¨¢namo y en la zona del canal de Panam¨¢. Result¨® entonces que los balseros, tan quejosos de la presunta falta de libertad en Cuba, se encontraron hacinados en campos de concentraci¨®n de los que no pod¨ªan salir ni a Estados Unidos ni a ning¨²n otro pa¨ªs. Cuando partieron en sus balsas apuntaban al m¨¢s all¨¢ norteamericano, pero se quedaron en el m¨¢s ac¨¢ guantanarnero. Las ¨²ltimas noticias se?alan que los 7.600 balseros que ser¨¢n trasladados de Panam¨¢ a Guant¨¢namo incluyen 60 acusados de organizar un mot¨ªn, que viajar¨¢n encadenados de pies y manos, seg¨²n inform¨® el Comando Sur estadounidense. Uno de los balseros a trasladar, L¨¢zaro Quezada, ha declarado: "Nunca estuve preso en Cuba; aqu¨ª, en Panam¨¢, lo estoy, y en Guant¨¢namo lo seguir¨¦ estando". Es a partir de esa frustraci¨®n colectiva que varios de los confinados en Guant¨¢namo han arriesgado sus vidas (y varios la han perdido) atravesando zonas minadas para huir de la base norteamericana y volver a la denostada Cuba que abandonaran pocos meses atr¨¢s.
Desde fuera de la isla, es tanta y tan persistente la presi¨®n de los medios que, a pesar de la desconfianza que esos int¨¦rpretes inspiran, cuando uno llega a Cuba se halla con que, parad¨®jicamente, la realidad desmiente en buena parte aquellos categ¨®ricos diagn¨®sticos. Durante dos semanas estuve en La Habana y en Matanzas, y encontr¨¦ ciudades limpias, con pocos autom¨®viles y muchas bicicletas, con innumerables edificios reci¨¦n construidos o en construcci¨®n (la mayor¨ªa con vistas al turismo extranjero, que sigue concurriendo masivamente a Varadero y otras playas), sin mendigos, sin ni?os en harapos. No obstante, en esos 15 d¨ªas tuve dos comprobaciones de una peculiar mendicidad: una viejecita que no ped¨ªa limosna, sino "alg¨²n pulover ", y un ni?o que, porci¨®n de pizza en mano, no reclamaba comida, sino chicles. Despu¨¦s de todo, es el mismo pedido que me hicieron algunos ni?os la primera vez que visit¨¦ Cuba, en 1967. Aparentemente, la escasa mendicidad infantil se solucionar¨ªa en Cuba con una masiva importaci¨®n de chicles. Pero nadie encuentra en La Habana la agresiva y casi obligatoria indigencia infantil que asola las calles de Bogot¨¢, R¨ªo de Janeiro, Lima, M¨¦xico y tantas otras. Por otra parte, la reapertura (tan insistentemente reclamada por la poblaci¨®n) de los bien surtidos mercados agropecuarios ha significado un notorio, alivio para la cocina familiar, con una inmediata consecuencia: el estado de ¨¢nimo de la gente ha mejorado de manera ostensible. La vieja y sabia m¨¢xima de "barriga llena, coraz¨®n contento" tambi¨¦n funciona en el socialismo.
Es cierto que la circulaci¨®n legal del d¨®lar norteamericano ha escindido a Cuba en dos mitades: la de los que disponen de esa moneda y la de los que s¨®lo tienen pesos cubanos. Y ¨¦sta es, sin duda, una situaci¨®n que genera tensiones. No obstante, cada vez hay m¨¢s gente que dispone de d¨®lares. Si se concurre a un chopin (as¨ª llaman los cubanos al shopping center, donde s¨®lo es posible comprar en d¨®lares) se ver¨¢ que hay muchos m¨¢s compradores cubanos que extranjeros. ?C¨®mo llega la moneda norteamericana a manos de tan alto n¨²mero de cubanos? En numerosos casos proviene de remesas que les env¨ªan sus familiares residentes en Estados Unidos. (En una de las ¨²ltimas medidas complementarias del bloqueo, el Gobierno de Clinton ha prohibido esas remesas, pero los familiares se las arreglan para enviar los d¨®lares por v¨ªas indirectas.) Por otra parte, quienes trabajan en empresas mixtas (con participaci¨®n espa?ola, canadiense, alemana o mexicana) cobran una parte de su sueldo o jornal en divisas y otra parte en pesos cubanos. En el sector hotelero, las propinas en d¨®lares que recibe: el personal se dividen en dos porciones: una para el trabajador y otra, aproximadamente un 20%, se vuelca, por decisi¨®n sindical, a cuentas especiales de apoyo a la ense?anza, la salud p¨²blica y otros sectores sociales. Miles de d¨®lares ingresan mensualmente por tal concepto en esos fondos solidarios.
Aqu¨ª y all¨¢ han surgido mercados de artesan¨ªa. El Estado proporciona los elementos b¨¢sicos (cuero, madera, metales, coral negro, etc¨¦tera) y los artesanos pueden vender sus productos en pesos cubanos o directamente en moneda norteamericana. Los d¨®lares percibidos ingresan nuevamente en el mercado. Otro ejemplo: los libros de escritores cubanos publicados en el exterior generan regal¨ªas que los autores cobran legalmente en d¨®lares. Y as¨ª sucesivamente.
?Que todo esto genera injusticias, desigualdades? Por supuesto que s¨ª. ?D¨®nde y cu¨¢ndo el capitalismo y su rama esencial, el consumismo, no generan desniveles sociales, abusos, privilegios? Durante d¨¦cadas se le ha exigido a Cuba la adopci¨®n de una econom¨ªa de mercado, y ahora que la admite, as¨ª sea de modo cauteloso, parcial y casi a rega?adientes, se le reprochan sus consecuencias. Con m¨¢s de 30 a?os de bloqueo (alias embargo) y la inesperada, s¨²bita descomposici¨®n del ¨¢rea socialista, ?qu¨¦ otra salida econ¨®mica, aparte de un suicidio colectivo, le quedaba a Cuba, atrapada entre dos frustraciones tan cruciales? Es evidente que en medio de tantas dificultades el Gobierno trata de salvaguardar lo primordial, eso que siempre ha constituido el cogollo de la revoluci¨®n: las conquistas, sociales, y en particular las que ata?en a educaci¨®n y salud p¨²blica. De todos modos, si bien en el peor momento de la crisis el d¨®lar lleg¨® a cambiarse en el mercado paralelo a 120 pesos cubanos, hoy se cotiza a menos de 35, y, en opini¨®n de los expertos, esto parecer¨ªa indicar una paulatina normalizaci¨®n de la econom¨ªa.
En una reciente encuesta que la Gallup llev¨® a cabo en Cuba (se dice que es la primera encuesta independiente efectuada all¨ª en m¨¢s de 30 a?os), y que fue publicada por el diario El Nuevo Herald, de Miami, se llega a la conclusi¨®n, sorprendente para muchos, de que la mayor¨ªa de los consultados apoyan al Gobierno. Un 58% opina que la revoluci¨®n tuvo m¨¢s logros que fracasos, mientras que un 31% opina lo contrario. La educaci¨®n y la salud son se?alados como los logros m¨¢s importantes, y la apertura, de los mercados, campesinos, como la reforma econ¨®mica m¨¢s destacable. En cuanto a pa¨ªses extranjeros, se considera que M¨¦xico (48%) y Espa?a (22%) son los pa¨ªses m¨¢s amigos de Cuba, y que, en cambio, Estados Unidos (77%) es el menos amigo. Por otra parte, es abrumador el sentimiento antinorteamencano que refleja la encuesta, que abarc¨® a m¨¢s de un millar de entrevistados distribuidos en dos tercios occidentales del territorio.
En un extenso y cr¨ªtico art¨ªculo enviado desde Cuba al semanario Brecha, de Montevideo, un joven profesor de filosof¨ªa de la Universidad de La Habana llega a la conclusi¨®n de que los cubanos no se van de su pa¨ªs a causa del hambre ni de la sed ni de la falta de libertad, carencias que, seg¨²n ¨¦l, no existen. En su opini¨®n, huyen masivamente del pa¨ªs por aburrimiento, y relata pormenorizadamente c¨®mo transcurre la aburrida jornada de un joven cubano del mont¨®n. En cualquer pa¨ªs existen los aburridos vocacionales, de modo que no es inveros¨ªmil que tambi¨¦n existan en la Cuba de 1995. No obstante, si se considera que el ant¨ªdoto del aburrimiento / tedio / hast¨ªo es el entretenimiento, vale la pena se?alar que en Cuba ¨¦ste se halla al alcance de cualquier bolsillo, aun el m¨¢s modesto. Y los no aburridos lo saben. Los deportes (no el f¨²tbol, que en Cuba siempre ha sido muy precario, pero s¨ª el baseball o pelota), los conciertos de canto y m¨²sica popular, incluido el rock, las funciones teatrales y de ballet cl¨¢sico, los bailes populares, todo ello puede figurar en la agenda diaria. Mientras que en la mayor¨ªa de las capitales latino americanas, y tambi¨¦n europeas, van cerrando las salas cinematogr¨¢ficas (?recuerdan Cinema Paradiso y la canci¨®n de Serrat Los fantasmas del Roxy?) por falta de p¨²blico, en La Habana la asistencia a los cines sigue siendo masiva. Por otra parte, los j¨®venes cubanos deben ser los m¨¢s adictos a la lectura de todo el subcontinente y pueden abarrotar un teatro o una sala de conferencias s¨®lo para escuchar a un poeta que lee sus versos.
Aunque parezca incre¨ªble, un pa¨ªs que lucha contra la escasez de petr¨®leo, los apagones, la falta de accesorios, la incomprensi¨®n internacional, el interminable bloqueo (alias embargo) y que tambi¨¦n carga, por supuesto, con sus propias faltas e imprevisiones, que no son pocas, todav¨ªa tiene ¨¢nimo para acrecentar su cultura y defender su alegr¨ªa. En la citada encuesta de la Gallup, cuando se le pregunta a los entrevistados: "?En qu¨¦ medida est¨¢ usted satisfecho con su vida personal?", un 33% responde: "Algo satisfecho", y un 43%: "Muy satisfecho". S¨®lo un 8% contesta: "Insatisfecho". ?Ser¨¢n los aburridos? Mientras tanto, Cuba sigue.
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