Raimon por las Ramblas
No cesa de re¨ªrse, pero cuando m¨¢s satisfecho parece es cuando le agasaja la gente, los quiosqueros, los taxistas, los mesoneros, los chicos que venden bocadillos de jam¨®n, sus amigos.-S¨ª, yo me siento muy querido en Barcelona. Y en Valencia, eh, en Valencia me siento muy querido tambi¨¦n.
Raimon peina canas, claro, pero no ha perdido ni el brillo veloz de sus ojos, ocultos tras las gafas de estudiante de filosof¨ªa medieval con las que enmarca la mirada que a los 18 a?os compuso Al vent, el emblema cantado de un tiempo y de un pa¨ªs.
-A¨²n me la siguen pidiendo; yo me he resistido, porque obviamente he hecho otras cosas a lo largo de tanto tiempo, pero es curioso lo que pasa: esa canci¨®n me la reclaman los j¨®venes en los conciertos, y lo hacen por las mismas razones que por las que la compuse.
Los j¨®venes son como siempre: se extra?an, dice Raimon, de las mismas cosas, y buscan, llenos de uz, una identidad y una paz que hallan amenazadas, en medio del viento del mundo, por la insistencia de la misma noche y por la ausencia del mismo dios.
Pero ?y qu¨¦ hacemos ahora hablando de Raimon si nos ha pasado tanto tiempo? Hace algo m¨¢s de un a?o, este artista de X¨¢tiva public¨® Integral, cuatro compactos que dan noticia completa de la vida de su m¨²sica, como poeta, como compositor y como cantante. Un acontecimiento le celebraron en Catalu?a, como es natural, y como le celebran cuando camina entre sus vecinos de las Ramblas, pero en el resto de este pa¨ªs que cant¨® con ¨¦l cuando a¨²n no ten¨ªamos veinte a?os casi no nos hemos enterado; en realidad casi ni sab¨ªamos que el hombre que le puso m¨²sica a Ausi¨¢s March, a Espriu y a la amnist¨ªa segu¨ªa existiendo, componiendo y cantando tan lejos del carrer Blanc.
No lo sabemos aqu¨ª, pero lo saben en Jap¨®n y en Estados Unidos, ahora va a hacer con sus m¨²sicos una gira por diversas universidades norteamericanas, organizada desde all¨ª, el extranjero del que le reclaman mientras en la pell de brau la ignorancia camina por encima de su nombre. Una excursi¨®n as¨ª, de costa a costa, ser¨ªa muy dif¨ªcil que se hiciera alguna vez aqu¨ª, dice Raimon, con la resignaci¨®n que no incluye melancol¨ªa ni nostalgia, sino convencimiento de que este pa¨ªs dilapida con su olvido el patrimonio que va creando y desde?ando sucesivamente.
-Al contrario, yo trabajo ahora mucho mejor: hay m¨¢s medios, m¨¢s posibilidades de desarrollar tus proyectos. Pero eso pasa: que de Estados Unidos te reclaman y aqu¨ª no puedes salir de la puerta de tu casa.
Los que le hemos seguido desde los discos y en los escenarios estamos acostumbrados a un Raimon sobrio, vestido de gris, con los ojos violentamente cerrados sobre su boca abierta, como los solitarios del puente en el estridente cuadro de Munch. Pero en vivo, en directo, es un personaje verdaderamente mediterr¨¢neo, bromista, alegre, que no para de re¨ªrse de s¨ª mismo para re¨ªrse tambi¨¦n de la solemnidad de los otros. La noche en que hablamos con ¨¦l por las Ramblas de Barcelona era tras el estreno de Borja Borgia, la fulgurante pieza teatral de su amigo Manuel Vicent, su paisano, y Raimon se hall¨® all¨ª con algunos componentes de ese equipo de veteranos de la progres¨ªa de entonces: Andreu Alfaro, el que primero le dibuj¨®, Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, el propio Vicent... Celebraban el encuentro en Buadas, el Chicote de Barcelona, el bar preferido de Juan Mars¨¦ y del creador de Carvalho, pero, claro, all¨ª no hay otra cosa que bebidas, as¨ª que Raimon compr¨® bocadillos para todos y el reencuentro fugaz se hizo quiz¨¢ como antes, en la barra del bar y comiendo pan con jam¨®n.
Quiza como antes, tambi¨¦n, el cantante segu¨ªa siendo el chico revoltoso que tra¨ªa a las reuniones la guitarra y la sonrisa italiana de su mujer, Anna Lisa, la chica -?era ella? ?eran otras? ?l se r¨ªe- por la que, al menos en las canciones, dejaba los libros.
Ahora Raimon vive adaptado al tiempo, ri¨¦ndose siempre.
-Mis versos han ca¨ªdo en las canciones de muchos otros, y hay algunos versos m¨ªos que se han incrustado en la vida espa?ola sin que la gente sepa que vienen de mis canciones. Eso me gusta. Y, claro, me gusta vivir. Vivir es cojonudo.
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