El derecho al pateo y el conformismo
El viejo derecho al pateo y al abucheo, que era la sal de los festivales de cine, se est¨¢ extinguiendo. Hay cada d¨ªa m¨¢s conformismo, menos capacidad de distinguir el grano de la paja, en los p¨²blicos festivaleros. Los casi 3.000 espectadores supuestamente "especializados" que abarrotaron ma?ana y tarde el enorme auditorio del Kongresshalle berlin¨¦s se tragaron sin rechistar infinidad de horas de cine intragable.Como colectividad especializada, el p¨²blico destinatario de la Berlinale es pasmosamente conservador, conformista y carece del olfato y la. seguridad de criterio que requiere la explosi¨®n inteligente y oportuna de la protesta.
La p¨¦rdida de la capacidad de esc¨¢ndalo es grav¨ªsima para este tipo de acontecimientos, en los que los tinglados de intereses econ¨®micos se entremezclan sin soluci¨®n de continuidad con las construcciones art¨ªsticas. Un conocido cineasta: que asisti¨® al final de la proyecci¨®n de' su pel¨ªcula aqu¨ª se alarm¨® ante su imposibilidad para averiguar si la reacci¨®n de aquel p¨²blico "especializado" le era favorable o adversa.
El resorte de la respuesta a bote pronto se ha perdido o amortiguado hasta hacerse invisible; y s¨®lo hay opiniones hechas m¨¢s tarde, cuando horas despu¨¦s o al d¨ªa siguiente los or¨¢culos, los cr¨ªticos y los profesionales del cine ya han dado su parecer y el reguero del boca a o¨ªdo provocado por sus opiniones ha ido dejando un trozo y una huella visible a su paso.
El bombardeo audiovisual hace que todo cuanto se ve en una pantalla se haga digerible autom¨¢ticamente. El silencio que sigue al acto de apagar un televisor parece extenderse e invadir la atm¨®sfera, anta?o ruidosa, tensa y vibrante, de las salas festivaleras; y s¨®lo sale a relucir cuando las contestaciones a las im¨¢genes han cristalizado en opiniones por delegaci¨®n o tambi¨¦n por mimetismo.
A toro pasado
De ah¨ª que los ¨²nicos abucheos y pateos o¨ªdos en esta Berlinale se oyeran precisa mente durante la lectura de los premios, es decir: a toro pasado. La era del audiovisual se manifiesta as¨ª como una forma de sordina, de aquiescencia o de no saber qu¨¦ decir ante la pantalla, que luego, en el mundo del cotilleo y del pasilleo, adquiere forma y estalla, pero a destiempo.
?ste puede ser el final del esp¨ªritu que ha convertido a los festivales de cine en focos de agitaci¨®n art¨ªstica y cultural durante medio siglo. Se est¨¢n convirtiendo en rituales amorfos y sin lucha, atacados por una alarmante pasividad en los receptores, a quienes no ofende una mala pel¨ªcula ni entusiasma una buena, como si todas fueran el mismo alimento en el mismo pesebre.
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