Inmigrantes
El otro d¨ªa, un centenar de inmigrantes nos pusimos a la cola de la comisar¨ªa de la calle de Los Madrazo, muy cerca del Congreso de los Diputados, para recoger nuestros permisos anuales de trabajo y residencia en Espa?a. Seg¨²n una placa conmemorativa cercana, fue en esta calle donde naci¨® el singular torero gitano Rafael G¨®mez, El Gallo (aunque en aquel entonces la calle se llamaba de otra manera). Curiosamente, yo tambi¨¦n viv¨ª all¨ª unos a?os (aunque no creo que nadie vaya a recordarme con ninguna placa).?ste fue mi segundo intento de hacer la larga cola. La primera vez tuve que desistir, pues me hubiera robado demasiado tiempo de mi arriesgado oficio de intr¨¦pido reportero de investigaci¨®n. En esta ocasi¨®n, la cola avanzaba muy lentamente, y para pasar el rato comenc¨¦ a leer el peri¨®dico. Parec¨ªa que no hab¨ªa m¨¢s que guerras, corrupci¨®n y aire sucio en el mundo, y tuve que dejar la lectura. Creo que estoy perdiendo mi afici¨®n por el periodismo.
Durante mucho tiempo estuve parado ante un cartel que hablaba de un "delincuente armado muy peligroso de la banda terrorista ETA", MikeL Azurmendi, y estudi¨¦ con detenimiento sus datos: "28 a?os, complexi¨®n atl¨¦tica, ojos marrones, pelo moreno, 1,76 metros de estatura, puede llevar gafas". Su imagen se me ha quedado grabada, y de toparme con ¨¦l le reconocer¨¦ enseguida y le denunciar¨¦ en el acto.
Observ¨¦ a mis compa?eros, hombres y mujeres con pieles y pasaportes de todos los colores., Un hombre de aspecto japon¨¦s sonre¨ªa y le hacia reverencias a una de las cuatro funcionarias que nos iban atendiendo. Un matrimonio mayor repasaba sin cesar su documentaci¨®n y luego consultaba con un joven en un idioma que me era desconocido. Al parecer, el joven les dijo que, todo estaba en orden, que no ten¨ªan por qu¨¦ preocuparse. Tal vez porque est¨¢bamos en una comisar¨ªa, todo el mundo respetaba el letrero que prohib¨ªa fumar.
Los inmigrantes -que antes de llegar a esta cola, hab¨ªamos estado en otras muchas- seguimos avanzando lentamente. Mientras, escuch¨¢bamos el ruido de todas las., oficinas oficiales de Espa?a: los sellos, aplicados por las funcionarias con rapidez y vehemencia. Utilizaban sellos de todos los tama?os y, formas, en Espa?a un documento no tiene validez si no lleva 20 sellos diferentes.
Observ¨¦ a las cuatro funcionarias y dese¨¦ que me atendiera la funcionaria joven y guapa. Pero entonces pens¨¦: a lo mejor me falta alg¨²n documento de m¨ªnima importancia-y ella, nueva en este trabajo y resuelta a cumplir bien, me obligar¨¢ a volver con ¨¦l, mientras que sus colegas mayores, m¨¢s curtidas en estas faenas burocr¨¢ticas, estar¨¢n m¨¢s dispuestas a pasar por alto alguna deficiencia en la documentaci¨®n. Pero luego pens¨¦ que podr¨ªa resultar todo lo contrario.
- Tras casi hora y media not¨¦ con orgullo que por fin estaba a la cabeza de la cola; ten¨ªa la sensaci¨®n de que los dem¨¢s inmigrantes me miraban con envidia, igual que yo hab¨ªa mirado antes a los primeros de la fila.
La funcionaria joven y guapa era tambi¨¦n amable, sobre todo cuando nos dimos cuenta de que me faltaba el documento m¨¢s importante de todos: el recibo de haber ingresado en Hacienda 20.000 pesetas, que es lo que cuesta el permiso! Resulta que yo, al ver la palabra Hacienda, instintivamente hab¨ªa tra¨ªdo mi ¨²ltima declaraci¨®n anual de la renta. Pero la amable joven me, dijo que si. volv¨ªa con el recibo de Hacienda antes de que cerrasen para comer -dentro de una hora- me atender¨ªa enseguida, sin obligarme a guardar cola de nuevo.
Entonces comenz¨® una carrera contra el reloj y los atascos de Madrid: primero tuve que ir al banco en Callao; del banco a la delegaci¨®n de Hacienda cerca de Correos para ingresar las 20.000 pesetas; de Hacienda -ahora con el recibo- directamente a la ventanilla de la joven. ?sa es una de las cosas que siempre me ha gustado de Espa?a: puede que haya m¨¢s requisitos oficiales que en otros pa¨ªses, pero se pueden saltar a la torera. Enseguida mi ¨¢ngel funcionarial me dio el permiso, al que aplicamos una de mis huellas dactilares, y yo le agradec¨ª mucho su atenci¨®n. A lo mejor ten¨ªa que haberla invitado a unas gambas.
A la salida, un cartelito anunciaba que exist¨ªa a mi disposici¨®n un Libro de Atenci¨®n al Ciudadano en el que, si deseaba, podr¨ªa "formular Quejas, Reclamaciones e Iniciativas relativas a cualquier servicio que preste el Ministerio del Interior". No lo utilic¨¦. Aunque obviamente ser¨ªa de agradecer que los inmigrantes no tuvi¨¦ramos que estar tanto tiempo en estas colas y que el permiso no fuese tan caro, yo no me puedo quejar: vivo en Madrid desde hace m¨¢s de treinta a?os, soy feliz en Espa?a. Me conformo con que Interior capture a Mikel Azurmendi y a Luis Rold¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.