Hacia el exterminio
Tras unos meses de perplejidad, confusi¨®n y desconcierto ya he comprendido la intenci¨®n ¨²ltima de la autoridad con respecto al tr¨¢fico rodado de nuestra ciudad. Madrid es una ciudad que apuesta por la abolici¨®n de los coches de una forma dr¨¢stica. Es un plan en dos fases. La primera consiste en acabar con el ser humano. Una vez conseguida ¨¦sta, la segunda, la supresi¨®n del tr¨¢fico rodado, se producir¨¢ de manera espont¨¢nea. No habr¨¢ conductores nunca m¨¢s.No se incumplen las promesas que se hacen cuando se plantean cuestiones de medio ambiente, sino que nos encontramos en la etapa intermedia de un plan mucho m¨¢s ambicioso de lo que el vulgo es capaz de entender. As¨ª, frente a las amenazas de exterminio del planeta por el incremento de CO2 en la atm¨®sfera, con el consiguiente calentamiento y conversi¨®n del planeta en un microondas, las autoridades responsables apuestan por el est¨ªmulo, la provocaci¨®n, la incitaci¨®n, la tentaci¨®n, la seudoobligaci¨®n de utilizar el coche como el medio de transporte m¨¢s pr¨¢ctico, c¨®modo y confortable dentro de la gran ciudad.
Existe un segundo factor, en este caso de tipo moral, que nos impide vivir de espaldas al tr¨¢fico rodado: Hacienda somos todos. C¨®mo podemos pretender utilizar los transportes p¨²blicos en detrimento de inversiones tan costosas como son las capas superpuestas de asfalto, los t¨²neles, los aparcamientos inductivos (no disuasorios). ?No estaremos cayendo en falta de solidaridad con otros proyectos que bien pudieran necesitar ese dinero? Infrautilizar esas obras ser¨ªa como pisotear un bocadillo tras la alambrada de un campo de refugiados ruandeses. Estando como est¨¢n las cosas de los presupuestos, con las enormes deudas que arrastran los ayuntamientos, no hay que andar con demagogia barata: estamos obligados a utilizar las macroobras p¨²blicas destinadas al tr¨¢fico rodado, incluso aunque tengamos que dar un peque?o rodeo para ello. Amortizar es la mejor muestra de solidaridad: utilizar es legitimar. Hacer lo contrario ser¨ªa morder la mano que nos da de comer.
Muchos ciudadanos, que asist¨ªan perplejos a la contradicci¨®n que se daba entre los planes de los responsables de medio ambiente y la agresi¨®n directa a dichos planes que supon¨ªa la ejecuci¨®n de obras destinadas a invitar al conductor a que utilice su utilitario, comprender¨¢n ahora que ni hab¨ªa tal contradicci¨®n ni se trataba de promesas o posturas ideol¨®gicas electoralistas, sino de un plan estrat¨¦gico a largo plazo que s¨®lo mentes visionarias son capaces de atisbar. Como ocurre en la pr¨¢ctica m¨¦dica, no tendremos un criterio de salud estable hasta que no exterminemos el agente etiol¨®gico que origina la enfermedad, o dicho en t¨¦rminos populares, muerto el perro, se acab¨® la rabia. El plan consiste en acabar con la vida del conductor para evitar el tr¨¢fico rodado.
Lo que no define este plan es c¨®mo se van a crear las condiciones de inhabitabilidad que terminen con los conductores sin cargarse al peat¨®n, pero lo prioritario es arrancar con el plan porque lo m¨¢s probable es que en el espacio de tiempo que media entre el origen y la consecuci¨®n de los ¨²ltimos objetivos se invente alg¨²n sistema de deterioro selectivo.
Esta teor¨ªa explicar¨ªa por qu¨¦ es tan complicado poner de acuerdo a las autoridades cada vez que se intenta mejorar el transporte p¨²blico, mientras se avanza a toda velocidad cuando se trata de favorecer la circulaci¨®n del utilitario.
Queda justificada la enorme preocupaci¨®n medioambiental que generan obras puntuales destinadas a la ampliaci¨®n del transporte p¨²blico, mientras se fomenta la emisi¨®n de gases generalizada en perjuicio de ese que podemos llamar conductor pasivo, y que es el que se chupa la mierda de un coche que no es suyo, y que conocemos con el nombre de peat¨®n.
La justificaci¨®n moral de este plan est¨¢ resuelta porque la mayor¨ªa de los ciudadanos cumple la doble condici¨®n de peat¨®n y conductor. Estas obras van destinadas tanto al usuario propiamente dicho, o sea, el conductor, como al peat¨®n que es un usuario potencial en tanto posee carn¨¦ de conducir.
S¨®lo nos queda por hacer una peque?a reflexi¨®n sobre los ayuntamientos del norte de Europa que, como siempre, demuestran carecer de nuestro ingenio. Todav¨ªa no se han dado cuenta de cu¨¢l es el camino hacia la liberaci¨®n total de la ciudad, y contin¨²an con su obsoleta man¨ªa de favorecer el transporte p¨²blico para intentar conseguir una ciudad m¨¢s limpia, transitable y, en definitivas cuentas, civilizada.
Me sumo a la campa?a orquestada por nuestras autoridades municipales de incentivaci¨®n del utilitario, aportando una consigna que bien pudiera servir para la fabricaci¨®n de pegatinas o carteles publicitarios: "Por la amortizaci¨®n hacia el exterminio".
Tal vez llegue un d¨ªa en el que los coches permanezcan inm¨®viles, cubiertos por la maleza, amontonados, como una constancia inerte de un pasado dif¨ªcil de entender, como ocurre con los gigantes de la isla de Pascua. Lo malo es que el bicho que contemple esa situaci¨®n no pueda disfrutar de ella, por carecer de capacidad intelectual suficiente para largas reflexiones y se limite, como los perros, a levantar la pata y mearse en la chapa antes de seguir su camino, cualquier camino.
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