Redondo cambi¨® el paisaje
El Athletic tuvo al equipo de Valdano contra las cuerdas en un partido formidable
La naturaleza transport¨® un cl¨¢sico del f¨²tbol a los tiempos del blanco y negro, cuando llov¨ªa m¨¢s, hac¨ªa m¨¢s fr¨ªo y de la perenne bruma de San Mam¨¦s energ¨ªa la estampa imponente de Belauste y Zarra, los h¨¦roes del barro y la nieve, de la leyenda de poder y fuerza que ha identificado al Athletic. Sobre un escenario imposible, se libr¨® un partido espectacular, casi ¨¦pico. Durante una hora, el Athletic apel¨® a su viejo esp¨ªritu y puso al Madrid contra la pared. Pero entr¨®. Redondo y todo cambi¨®. Se ech¨® el equipo a la espalda y sali¨® de San Mames como un Obdulio Varela rubio. Como un caudillo.El partido requer¨ªa un compromiso doble. Con la trascendencia del duelo y con la dificultad del campo, anegado por el agua y el barro. El Athletic acept¨® los dos retos. El Madrid, no. Necesit¨® el caudillaje de Redondo y la habilidad de Alfonso para sobreponerse a todas sus carencias en la primera parte. Hasta entonces, permaneci¨® varado, sometido al l¨¢tigo de los locales, que jugaron con un vigor extraordinario, llenos de coraje y voluntad, como si quisieran conquistar al rival en lugar de vencerle. Durante toda la primera parte, el Athletic tuvo un sentido de la propiedad del encuentro. Era suyo. Le pertenec¨ªa, el juego, los rechaces, los balones divididos, la velocidad, la intensidad. En su estilo estaba la ¨¦pica. El Madrid se sent¨ªa perplejo y entregado.
Muy pronto se dio la paradoja que defini¨® el curso del partido. Todo en el Athletic era excitaci¨®n y verticalidad. El equipo se sent¨ªa c¨®modo en el fango y se produc¨ªa con una aceleraci¨®n espectacular. Hab¨ªa adem¨¢s una precisi¨®n casi. impensable en su juego, en los desplazamientos largos y en el juego corto, como si eso fuera posible en aquellas circunstancias. Sobre el mismo escenario, el Madrid estaba quieto y sin recursos. Le pod¨ªa el barro y el Athletic. Hasta que apareci¨® Redondo le falt¨® adem¨¢s gente comprometida con un partido de semejantes proporciones. Era un equipo desvanecido.
La primera parte fue una carga memorable del Athletic. Tom¨® al asalto el centro del campo ante la indiferencia de Milla y Laudrup. Y luego perfor¨® la defensa madridista por la banda derecha, donde Lasa sufri¨® un calvario frente a Goikoetxea, que empujo como un tren por aquella v¨ªa. En el medio, Urrutia daba su mejor versi¨®n y tiraba con categor¨ªa del equipo. Y siempre quedaba la llegada de Guerrero, que apareci¨® tres veces frente a la porter¨ªa pero no pudo alcanzar la pelota en ninguna de sus apariciones. El Madrid estuvo mucho tiempo ante el riesgo de desplome. Se sent¨ªa incapaz de detener la crecida del Athletic. S¨®lo estaba para sobrevivir. Ten¨ªa a Quique, Hierro y Sanchis. Eso le serv¨ªa para mantenerse en el partido, pero la amenaza local era indiscutible.
El gol de Andrin¨²a sirvi¨® para sancionar la primac¨ªa del Athletic. El tanto tuvo el corte violento que ped¨ªa la noche. Andrin¨²a, que nunca se ha significado por su contundencia, se transfigur¨® en aquel cabezazo EL la antigua, un frentazo al bal¨®n entre un enjambre de jugadores. San Mam¨¦s estall¨®. El Madrid sali¨® muerto de la primera parte, Su oportunidad en el partido pasaba por unas transformaci¨®n radical en su juego, por la presencia de gente que se atreviera a modificar el penoso estado de las cosas, Jugadores con. car¨¢cter y atrevimiento para despegar la espalda del muro. Ese fue Redondo.
Donde Milla es un maquinista que se ajusta a la direcci¨®n de los ra¨ªles. Sin embargo, le falta jerarqu¨ªa para cambiar el sentido de los partidos adversos y enconados, de la clase de partidos grandes que el Madrid tiene que librar de vez en cuando. Donde Milla es maquinista, Redondo es piloto. Quiere estos partidos sinuosos y fuertes para gobernar sobre ellos. All¨ª es un jefe exuberante y contagioso, un jugador sobresaliente que ha sido puesto en cuarentena arbitrariamente.
Hubo un antes y un despu¨¦s de Redondo. Entr¨® y cambi¨® el curso del partido. Lo hizo adem¨¢s en un campo hostil, sembrado de graves recuerdos para el jugador, en medio de una situaci¨®n agonizante de su equipo. Su actuaci¨®n fue emocionante. La pelota fue suya y el car¨¢cter tambi¨¦n. De repente, el Madrid estaba metido en el partido, cada vez m¨¢s avisado de la posibilidad del empate. En este aspecto, Alfonso tambi¨¦n fue impactante. Desequilibr¨®, busc¨® el ¨¢rea y dobl¨® la la firmeza de la defensa del Athletic.
El giro del partido fue tan brusco que el Madrid pas¨® de perdedor a bordear la frontera de la victoria. No lo consigui¨®, pero sali¨® vivo de un partido formidable, para jugadores grandes y decididos. Para Redondo, por ejemplo.
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