Determinaci¨®n de la gravedad
Se difunde el v¨¦rtigo hacia el desastre que tanto seduce en Espa?a. En v¨ªsperas del centenario del 98 todo indica que nos aprestamos a conmemorarlo con una depresi¨®n proporcionada. Y si entonces los males de la patria dieron lugar a la "edad de plata de la literatura", ahora columnistas y tertulianos alcanzan calidades excelsas y todav¨ªa falta lo mejor. Pero conviene huir del ensimismamiento y del perezoso recurso a la autarqu¨ªa y al casticismo para explicar en t¨¦rminos de singularidad irreductible el caso espa?ol. Basta ya de aquellos diagn¨®sticos de Ortega seg¨²n los cuales "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa". Es verdad que a¨²n afloran vestigios residuales de otras ¨¦pocas, las de la picaresca, que tan magn¨ªfica literatura impulsaron, pero debemos saludar la llegada de la modernizaci¨®n y es innegable que con su arrastre el pa¨ªs se ha homologado a los m¨¢s avanzados en materia de corrupci¨®n.Part¨ªamos de diferencias notables en cuanto a los sistemas de medidas y de un aislamiento que los hispanistas hubieran querido preservar para aventurarse sin competencia en nuestro territorio como viajeros rom¨¢nticos o como expectadores de nuestras reiteradas guerras civiles, que siempre supieron transformar en pr¨®speros negocios editoriales. De ese secular retraso queda constancia en los Apuntes para la historia del Observatorio de Madrid, de J. Tinoco, donde se refiere c¨®mo "en 1863 y a excitaci¨®n del director del Observatorio de Par¨ªs, M. Leverrier, se emprendi¨® la determinaci¨®n de la diferencia de longitud existente entre. aquel observatorio y el nuestro", pero a¨²n habr¨ªa que esperar hasta 1883 para que el insigne geodesta Joaqu¨ªn Barraquer llevara a cabo una Determinaci¨®n experimental de la intensidad de la fuerza de la gravedad en Madrid capaz de producir una aceleraci¨®n que, medida en metros por segundo al cuadrado, se fij¨® en
g = 9,800156 + / - 0,000016
seg¨²n consta en una placa met¨¢lica fijada en la biblioteca del Observatorio.
Ahora, transcurridos 112 a?os y superados muchos complejos hist¨®ricos, estamos expuestos a otras excitaciones, como las suministradas por Alain Minc en su libro L'ivresse d¨¦mocratique mediante las que se comprueba que, con independencia de la diferente longitud sobre el meridiano de Greenwich de Madrid y de Par¨ªs y de la distinta intensidad de la fuerza de la gravedad en cada una de esas dos ciudades, los efectos de los grados gamma sobre los parterres de margaritas en sus respectivos jardines son an¨¢logos. Tal como Mine explica, la santa trinidad formada por "la democracia representativa, el Estado de bienestar y la clase media" ha sido sustituida por la que ahora constituyen "el juez, los medios informativos y la opini¨®n". La decisiva relaci¨®n entre los medios y la justicia se ha forjado en una emancipaci¨®n casi simult¨¢nea. Medios y justicia se interaccionan mutuamente y el juez de instrucci¨®n desde el momento que utiliza la prensa como caja de resonancia se convierte en un poder, fuera de toda norma. Traumatizados, concluye Minc, por la habilidad con la que los poderosos se han protegido durante decenios frente a ellos, los jueces utilizan el martillo pil¨®n de la sospecha colectiva para confortar su independencia. Pero debo advertir a los se?ores pasajeros que Alain Minc se refiere, a Francia, a Italia y a otros pa¨ªses m¨¢s que a Espa?a.
Todo lo anterior destila un gusto muy franc¨¦s por problematizar en un momento en que aqu¨ª se imponen las claridades y las soluciones directas. Como dec¨ªa un columnista en un canal de televisi¨®n, "los fondos reservados dejar¨¢n de serlo, los servicios secretos trabajar¨¢n cara al p¨²blico, los cojos ven, los ciegos andan, y los leprosos, para qu¨¦ les cuento. Hemos inventado la piscina de Silo¨¦ y vamos hacia Alicia en el pa¨ªs de las maravillas". Recomendamos la edici¨®n de Alianza con traducci¨®n y pr¨®logo deslumbrante de Jaime Ojeda, actual embajador de Espa?a en Washington.
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