Evitar el Estado policial en Rusia
El asesinato del periodista VIadislav L¨ªstiev, una de las estrellas de la televisi¨®n, ha servido de detonante para un intenso debate pol¨ªtico sobre la situaci¨®n en Rusia y ha redoblado las cr¨ªticas a la gesti¨®n de Bor¨ªs Yeltsin. Pero bien utilizado, el caso ofrece a Yeltsin la oportunidad de restablecer su control en todas las estructuras televisivas de Rusia, lo que ser¨ªa muy importante ante las presidenciales de 1996.En un acto sin precedentes, retransmitido el jueves por todas las cadenas del pa¨ªs, prestigiosos periodistas analizaron el proceso de reformas que se inici¨® con la llegada de Mija¨ªl Gorbachov al poder. Del acontecimiento, que marc¨® el inicio de la perestroika, se cumplen 10 a?os la semana pr¨®xima. Los protagonistas del debate televisivo examinaron tambi¨¦n la encrucijada en la que se hallan los dirigentes, escindidos entre el deseo de continuar la democratizaci¨®n y la tentaci¨®n de imponer un r¨¦gimen de mano dura. Esta tentaci¨®n fue expresada por el presidente, quien puso el ejemplo de Uzbekist¨¢n, donde, seg¨²n ¨¦l, la situaci¨®n "mejor¨®" tras el fusilamiento de varias bandas delictivas. Yeltsin puntualiz¨® que no pensaba imponer un estado de excepci¨®n en Rusia, pero se hacen c¨¢balas sobre lo que quiso decir al afirmar que la conclusi¨®n de la muerte de L¨ªstiev es: "Ternernos convertir a Rusia en un Estado polic¨ªal y por eso tememos endurecer la lucha contra la criminalidad".
Los periodistas fustigaron al presidente, ante los desesperados intentos de Yevgueni Kisiliov, comentarista de la Televisi¨®n Independiente, de repartir las responsabilidades por el desgobierno actual entre Gorbachov y Yeltsin. Esta cadena, la. m¨¢s cr¨ªtica respecto a la guerra de Chechenia, ha moderado su tono despu¨¦s de la reciente renovaci¨®n de su licencia por cinco a?os.
Alexandr Politkovski, que en 1987, junto con L¨ªstiev, fue uno de los fundadores del programa Vzgliad (La Mirada), manifest¨® que en "un Estado criminal" el nombre del asesino no ser¨¢ revelado nunca. Sergu¨¦i Dorenko dijo que la diferencia con el pasado es que antes hab¨ªa una mafia con un solo Polithur¨® y ahora muchas banclas cuyas relaciones son confusas. "Con la muerte de L¨ªstiev pueden exigir que haya una sola banda", se?al¨®: Artiom Borovik afirm¨® que los periodistas est¨¢nfrente a "una pandilla de asesinos", respaldados por la mafia y el poder "f¨²ndido con esta mafia". "Chechenia ha mostrado que se puede matar a toda una poblaci¨®n", dijo.
Gorbachov, que se encontraba en la sala, aprovech¨® la ocasi¨®n para calificar al poder "autoritario" y prevenir contra la tentaci¨®n dictatorial. El comentarista Nikol¨¢i Svanidze afirm¨® que no era partidario de "cambiar a Yeltsin por [el l¨ªder ultracomunista V¨ªktor] Arip¨ªlov". "El poder no debe defenderse de los ciudadanos, sino a los ciudadanos de los bandidos".
Tras el asesinato, Yeltsin ha destituido al fiscal de Mosc¨², Guennadi Ponomariov, pero esta decisi¨®n fulminante ha sido criticada por la prensa e incluso por organizaciones de derechos humanos. Ponomariov era considerado como uno de los pocos personajes independientes que quedan en la fiscal¨ªa, cuya direcci¨®n est¨¢ ocupada "en funciones" por Alex¨¦i lliushenko. Este allegado a Yeltsin ha sido rechazado repetidamente por el Parlamento.
Para satisfacer a la opini¨®n p¨²blica har¨ªa falta que rodaran cabezas m¨¢s importantes; por ejemplo, la de V¨ªktor Yerin, el ministro del Interior, a quien Yegor Y¨¢kovIev, el director de Obshchaya Gazeta, calific¨® de "h¨¦roe de la revoluci¨®n criminal", arrancando aplausos de sus colegas.
El problema de la lucha contra la criminalidad en Rusia no est¨¢ en la falta de medios sino en la misma concepci¨®n de los poderes f¨¢cticos, m¨¢s orientados hacia la defensa de los dirigentes que al servicio de los ciudadanos. Seg¨²n el Ministerio de Finanzas, el 38,43% de los gastos presupuestarios en enero y febrero se han invertido en Defensa y Orden P¨²blico. Por otra parte, el decreto de lucha contra la delincuencia que Yeltsin firm¨® en 1994 da a los ¨®rganos del Orden P¨²blico enormes facultades para detener, registrar, escuchar y perseguir a los sospechosos. La polic¨ªa act¨²a con gran libertad y con gran impunidad. Y esto lo demuestran no s¨®lo los relatos que llegan de Chechenia, sino tambi¨¦n sucesos de Mosc¨², como detenciones y palizas arbitrarias a quienes han tenido la desgracia de ser testigos de una ri?a callejera. No es de extra?ar que la primera reacci¨®n de un ciudadano ante un agente del orden sea cambiar de acera. Por si acaso.
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