Juventud: el mito de la noche
Todos los que tenemos -o hemos tenido- hijos en edad adolescente conocemos el fen¨®meno. Nuestros hijos salen de casa cuando nos hemos metido en la cama o estamos a punto de hacerlo y regresan a ella justo en el momento contrario: cuando estamos a punto de levantarnos y salir para nuestro trabajo. El hecho merece una meditaci¨®n aparte, pues revela aspectos importantes de nuestra sociedad. La realidad es que la noche se ha convertido en el tiempo privilegiado del ocio para nuestros j¨®venes, y eso es algo sobre lo que merece la pena detenerse.La particular perspectiva para que esa meditaci¨®n sea fecunda debe d¨¢rnosla uno de los rasgos de la sociedad actual y que puse de relieve en un reciente libro m¨ªo. Me refiero a lo que en ese libro llamaba el triunfo del presente, es decir, al hecho de que nuestra vivencia del tiempo se realiza cada vez m¨¢s sobre dicho modo verbal. El pasado, es decir, una vida centrada sobre las ra¨ªces y la tradici¨®n, ha perdido sentido en un mundo dominado por las macroestructuras que condicionan nuestras vidas marcadas por la movilidad social y laboral; el futuro ha deseado tambi¨¦n de ejercer atractivo, a la vista del fracaso de las utop¨ªas y de los horrores a que nos ha conducido la creencia en supuestos para¨ªsos finales a que nos llevar¨ªa la sociedad sin clases o la desaparici¨®n del Estado. Todo ello unido a los avances de una tecnolog¨ªa de las comunicaciones que nos instala en la vivencia permanente de la simultaneidad, ya sea a trav¨¦s del fax, del ordenador o de la televisi¨®n. Desde el punto de vista de las comunicaciones, pasado y futuro desaparecen; el presente se impone omn¨ªmodamente.
En la sensibilidad vital de las nuevas generaciones ha calado hasta el fondo este in¨¦dito estado espiritual, d¨¢ndose la circunstancia de que es en la noche donde han encontrado su vivencia privilegiada. En la noche se suspende el tiempo y el presente adquiere todo su esplendor; en ella los j¨®venes se salen del calendario y del reloj, desapareciendo las reglamentaciones horarias de todo tipo; por eso en la noche se anda de un sitio para otro sin compromisos ni lazos de ninguna clase. Es la famosa movida.
La noche se ha convertido en un impresionante potencial movilizador, aunque no conduzca a ninguna parte. La noche se consume y se consuma en s¨ª misma; es el reino de la libertad que no tiene meta ni fin alguno. El joven volver¨¢ a casa cuando le lleve la propia fuerza de la noche, pero que no se nos ocurra fijarle una hora o sugerirle un compromiso, porque habremos despertado en ¨¦l un instintivo rechazo.
En esta vivencia de la noctunidad entran, desde luego, otros elementos, y uno de los m¨¢s importantes es la necesidad de afirmarse frente a los adultos. En la noche estos adolescentes encuentran un espacio vital que les es propio y donde desaparecen la mayor¨ªa de los elementos de control social que sufren durante el d¨ªa, muy especialmente los de tipo familiar. La noche es el reinado, de la transgresi¨®n: suspensi¨®n del tiempo, de las reglamentaciones, del control. En suma, vivencia a tope del presente y de su infinita plasticidad en un espacio que admite todas las iniciativas. En la noche el joven se afirma a s¨ª "sino, encontrando un espacio abonado para desafiar al mundo de los adultos. Su personalidad se afianza as¨ª en un espacio donde encuentra motivos para retroalimentarse en su desarrollo como persona.
Finalmente, debemos tambi¨¦n hacer notar c¨®mo en ese presente continuo que es la noche se desarrolla otro de los rasgos definiciores de lo contempor¨¢neo: la vivencia de la simultaneidad. Sin duda es el momento propicio de los radioaficionados, que se suelen poner en contacto entre s¨ª a esas horas; es el momento tambi¨¦n del zapping, en un intento desesperado de escuchar todas las televisiones y de no perderse nada. Es el momento tambi¨¦n del peregrinar en la calle de un lugar a otro; como ya dijimos antes, el joven no est¨¢ nunca en un mismo sitio toda la noche. Se mueve de un lugar a otro, alterna distintos ambientes, y, lo m¨¢s importante, en cualquier caso, no es el haber estado en tales o cuales sitios, sino precisamente el haber ido de uno en otro. El car¨¢cter de movida a que nos refer¨ªamos se combina as¨ª con el de simultaneidad, y el joven se siente due?o de un espacio infinito que es el suyo. Es as¨ª como estos adolescentes han hecho de la noche su propio mito. No pretendamos, pues, quit¨¢rselo, porque al fin y al cabo han creado as¨ª un mundo que les es propio, donde se evaden de las tensiones que le deparar¨¢ la vida diaria. No les cerremos ese espacio que les permite una cierta esperanza.
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