Diez a?os de 'perestroika'
Bajo el nombre de perestroika, tuvo lugar el acontecimiento de mayor alcance en este siglo para los pa¨ªses democr¨¢ticos del mundo, gracias a una iniciativa tomada hace apenas 10 a?os. La perestroika, o reestructuraci¨®n, acompa?ada del principio de la gl¨¢snost, o transparencia, trajo consigo no s¨®lo el fin del r¨¦gimen comunista en la entonces Uni¨®n Sovi¨¦tica de las Rep¨²blicas Socialistas, sino que modific¨® radicalmente el equilibrio mundial de fuerzas y tambi¨¦n cambi¨® la influencia pol¨ªtica en el mundo de las grandes corrientes ideol¨®gicas que hab¨ªan prevalecido hasta aquel entonces.Ahora, pasado, el tiempo, se puede tratar de explicar tan extraordinario fen¨®meno desde muy diversas tesis, pero nadie supo prever los acontecimientos tal como ocurrieron, sobre todo tan r¨¢pida y pac¨ªficamente.
Sin embargo, y por encima del peculiar pasado y complejas circunstancias de la URSS, la impresionante transici¨®n vivida por el r¨¦gimen comunista de aquella superpotencia no se explica y dif¨ªcilmente hubiera podido tener lugar, tal y como la hemos conocido, de no ser por la personalidad ¨²nica e irrepetible de Mija¨ªl Gorbachov, llegado al puesto y lugar que le permiti¨® hacer histor¨ªa con may¨²sculas.,
Creo que honra su figura destacar, tal y como yo cre¨ª entenderlo tras leer detenidamente su libro Perestroika al poco de ser publicado, que Gorbachov fue un marxista convencido y coherente, al punto de llegar a plantear la perestroika y la gl¨¢snost con el claro prop¨®sito inicial de salvar y consolidar el sistema entonces prevalente en su pa¨ªs. ?l estaba, al parecer, seguro de que era llegada la hora de que sus conciudadanos alcanzaran, aunque fuera m¨ªnimamente, algunas de sus largamente acariciadas expectativas de mejora en sus condiciones de vida, tanto en lo material como en lo pol¨ªtico, y que, de otro modo, esa inmensa confederaci¨®n de pa¨ªses ser¨ªa dif¨ªcilmente gobernable en medio de un mundo cada vez m¨¢s -complejo e interdependiente.
Esas convicciones suyas, enmarcadas. en una visi¨®n global del mundo, las pudimos apreciar en ¨¦l varios miembros del Club de Roma desde nuestros primeros contactos. Concretamente, en 1986 fueron enviadas cartas por el Club de Rom¨¢ tanto al entonces presidente Ronald Reagan como al presidente Mijail Gorbachov, en las que se analizaba el grave riesgo que representaba el nivel armamentista de las superpotencias de aquel entonces y, en particular, los riesgos del poder¨ªo nuclear almacenado, recomendando un pronto acuerdo de desarme nuclear y el control de un tr¨¢fico de armas reducido al m¨¢ximo. Tan s¨®lo el presidente Gorbachov contest¨® la carta, identific¨¢ndose con el an¨¢lisis del problema y asintiendo a la necesidad de encontrar soluciones viables similares a las propuestas, mientras que el presidente Reagan se limit¨® a un amable acuse de recibo de la misiva.
A?os m¨¢s tarde en Madrid, durante los d¨ªas de la Conferencia: de Paz sobre el Oriente Pr¨®ximo, nos entrevistamos en la sede -de la entonces Embajada de la URSS y hablamos sobre los trabajos del Club de Roma. ?l me mostr¨® no s¨®lo su inter¨¦s, sino tambi¨¦n su conocimiento sobre el alcance de varios de nuestros estudios y debates. Concretamente, hablamos sobre el informe La primera revoluci¨®n global, elaborado en parte en las cercan¨ªas de Mosc¨² (en Petrovo-Dalneye) gracias a debates entre los miembros del consejo ejecutivo del Club de Roma, en el que se concluye que la d¨¦cada de los a?os noventa representa para todas las sociedades del mundo una gran transici¨®n en todos los ¨®rdenes, idea en la que coincid¨ªa plenamente.
Recuerdo, adem¨¢s, que me pregunt¨® qu¨¦ consejo prioritario podr¨ªa darle en su dif¨ªcil tarea presidencial, que a¨²n desempe?aba por aquellos d¨ªas. Seguramente para su gran sorpresa, le contest¨¦ que, ante la irrupci¨®n en su pa¨ªs de las doctrinas neoliberales sobre la econom¨ªa de mercado con su peligroso efecto pendular, no deber¨ªan dejar de ejercitar la planificaci¨®n para la indispensable acci¨®n orientadora o indicativa del Estado si no quer¨ªan caer en el marasmo de una especulaci¨®n irresponsable y mafiosa.
Lo importante para m¨ª de aquella conversaci¨®n fue descubrir a una persona no solamente informada sino tambi¨¦n a alguien que parec¨ªa dispuesto a pedir consejo y, sobre todo, a escuchar, a aprender y a cambiar cuanto fuera razonable, lo que ocurre con muy poca frecuencia en el trato con los poderosos de nuestro tiempo, empe?ados en conocer la soluci¨®n de todos los problemas desde el simplismo de una determinada ideolog¨ªa.
Por otra parte, al promover la gl¨¢snost, el presidente Gorbachov dio pruebas, entonces como ahora, de que era consciente de la inexorable circulaci¨®n de las ideas pese a la falta de libertad, as¨ª como del creciente acceso popular a la informaci¨®n, pese a todos los empe?os previos del sistema comunista por poner "puertas al campo" en esta materia. Desde esa misma perspectiva, y sin duda convencido de su principal condici¨®n de l¨ªder pol¨ªtico, recurri¨® a intelectuales amigos, tal como el entonces embajador de la URSS en Canad¨¢, Yakovlev, con quien estuvo asociado a lo largo de anos, o el escritor Tschingis Aitmatov, en tomo a quien se constituy¨® el foro Issykkul de reflexi¨®n, o think tank. Por cierto, que Aitmatov particip¨® luego en reuniones nuestras (Hannover, 1989) o, ya siendo embajador en Luxemburgo, en iniciativas tales como la carta conjunta de Aitmatov, Mayor-Zaragoza, Ikeda y Diez Hochleitner, dirigida al presidente Sadam Husein la v¨ªspera de la guerra del Golfo para tratar de disuadirle de tan desdichada confrontaci¨®n. Por aquel entonces tambi¨¦n estaban muy activos otros miembros rusos del Club de Roma, tales como Germen Gvishiani, miembro cofundador desde sus tiempos como presidente del IASA en Viena, o el entonces acad¨¦mico E. M. Primakov, embajador volante de Gorbachov en el Oriente Pr¨®ximo durante la crisis del golfo P¨¦rsico, a quien invitamos m¨¢s tarde a retirarse del club cuando asunto funciones oficiales incompatibles con nuestra actividad.
Posteriormente, a lo largo de estos ¨²ltimos a?os, he tenido la suerte de numerosos reencuentros con el ex presidente Gorbachov, ahora activo presidente de la Fundaci¨®n Internacional para los Estudios Socio-econ¨®micos y Pol¨ªticos, tanto en su sede en Mosc¨² como durante las reuniones del IPI en Wolfsburgo, o con ocasi¨®n de la conferencia del Club, de Roma de 1993 en Hannover, En nuestras conversaciones siempre ha sido directo, cordial, intelectualmente combativo y vigoroso. Inseparable de su mujer, Ra¨ªsa, y totalmente comprometido al servicio del futuro de su pa¨ªs, Gorbachov se ha ganado en el extranjero el respeto y la admiraci¨®n que, al igual que pasa con. otros ¨ªdolos ca¨ªdos, no siempre le muestran en su propio pa¨ªs, al menos de momento.
A los 10 a?os de las hist¨®ricas transformaciones de la URSS de ayer a la Rusia de hoy, todav¨ªa es pronto para valorar los frutos que para Rusia ha tenido tan inigualable epopeya de alcance mundial. Con raz¨®n se dice que Gorbachov y su perestroika se entienden y valoran actualmente mejor en Occidente. Esto es particularmente cierto en la Alemania Occidental, donde se ha hecho realidad el sue?o de la reunificaci¨®n. Concretamente, los sucesivos acuerdos de reducci¨®n de armamentos y de progresiva desnuclearizaci¨®n, alcanzados gracias a este cambio pol¨ªtico, han disminuido considerablemente los inmensos riesgos de suicidio colectivo que a¨²n amenazan al mundo. Sin embargo, la mayor contribuci¨®n a una aut¨¦ntica paz proviene del nuevo esp¨ªritu de cooperaci¨®n Este-Oeste, en vez de la confrontaci¨®n antes siempre latente, que se ha iniciado gracias a los efectos de la perestroika, aunque a¨²n muy insuficiente y lamentablemente todav¨ªa cargado de recelos mutuos de toda ¨ªndole, tal y como lo han puesto de relieve recientemente las decisiones sobre ampliaci¨®n de la OTAN.
Por otra parte, uno de los mayores bienes de la perestroika para todo el mundo se deriva de la gl¨¢snost, o transparencia, y libertad de informaci¨®n, en la medida en que ello ha permitido que los expertos y la opini¨®n mundial conozcan y puedan evaluar el verdadero holocausto medioambiental que la industria militar y civil han ocasionado y todav¨ªa ocasionan en los territorios de la ex URSS, adem¨¢s de otras muchas secuelas.
Tambi¨¦n los ciudadanos de toda la Europa del Este han accedido a muchos de esos bienes, y, sobre todo, ¨¢ la libertad. Sin embargo, su verdadero impacto es por ahora una inc¨®gnita porque la poblaci¨®n no siempre valora estas nuevas realidades, ya que muchos de ellos sufren a¨²n cruelmente el reajuste econ¨®mico de un cambio de sistema esencialmente improvisado y en manos, muchas veces, de desaprensivos locales, mientras se sienten frustrados ante lo que consideran falta de generosidad y de visi¨®n por parte de la comunidad internacional. El paso de la econom¨ªa estatal y del sistema pol¨ªtico comunista a la conom¨ªa de mercado y al sistema democr¨¢tico de partidos pol¨ªticos requiere mucho m¨¢s tiempo y esfuerzo continuado del que dispusieron sus iniciadores, puesto que comporta un profundo cambio, cultural. Los dirigentes de estos ¨²ltimos a?os cayeron en un cierto fanatismo neoliberal sin estar equipados de los h¨¢bitos y las infraestructuras usuales en Occidente, incluido un aparato del Estado con poder legislativo, ejecutivo y judicial realmente independientes.
Otra de las grandes inc¨®gnitas para los observadores externos es la evoluci¨®n y el futuro del Ej¨¦rcito. Imbuido antes por la visi¨®n imperial propia de una superpotencia y ahora dr¨¢sticamente desplazado de muchos pa¨ªses, con lo que est¨¢ en gran medida desmoralizado, adem¨¢s de carente de medios. El Ej¨¦rcito ocupaba antes varios pa¨ªses de forma casi colonial, pero ahora empieza a padecer los efectos del redescubrimiento de las etnias y de los nacionalismos exacerbados en territorios donde permanecen millones de rusos cuyos derechos humanos se ven ahora amenazados. Las confrontaciones potenciales se multiplican as¨ª cada d¨ªa, con grave riesgo para la pretendida unidad de la incipiente Federaci¨®n Rusa.
El conjunto de estos y de otros fen¨®menos, unido a un brusco y nada claro cambio de direcci¨®n de la mano del actual presidente Yeltsin, despu¨¦s del fracasado golpe de Estado involucionista, ha dado lugar en estos ¨²ltimos pocos a?os a una situaci¨®n cargada de graves paradojas. Mientras se proclama el mantenimiento de la l¨ªnea reformista inicial, resulta muy dif¨ªcil establecer la deseable coherencia entre las l¨ªneas inspiradoras iniciales y el autoritarismo actual, pese a cuanto se proclama sobre este particular. Aun as¨ª, y pese a todas las frustraciones actuales respecto ?te las expectativas iniciales de la poblaci¨®n en general, no parece que al cabo de esta d¨¦cada las gentes del Este anhelen ya el comunismo ni deseen su reimplantaci¨®n. En cambio, s¨ª se est¨¢n revalorizando sus antiguos l¨ªderes y gestores comunistas, ahora dem¨®cratas de nuevo cu?o, tal y como lo atestiguan crecientemente las elecciones en el Este de Europa. Esta nueva tendencia aparece, en parte, como voto de castigo frente a las promesas incumplidas por muchos de los nuevos l¨ªderes democr¨¢ticos de las primeras horas y, en parte, porque los viejos dirigentes pertenecen a la cultura econ¨®mica y a las estructuras que a¨²n persisten en esos pa¨ªses con fuerza despu¨¦s de tantos a?os de vigencia, no pudiendo ser f¨¢cilmente sustituidas sin grave perjuicio para la vida de la gran masa de poblaci¨®n menos favorecida.
Hace unos pocos a?os, a poco de distinguir al ex presidente Mija¨ªl Gorbachov como miembro em¨¦rito del Club de Roma, le propuse que elaborara un informe dirigido al Club de Roma que fuera, sobre todo, un mensaje dirigido a la juventud. Por una u otra causa, no lo ha realizado a¨²n. Pienso que podr¨ªa ser un gran aporte y servicio para su pa¨ªs y para la juventud del resto del mundo, tan falta de liderazgo y de ilusi¨®n de futuro en medio del gran impasse en el que se mueven actualmente los Gobiernos, con simples parcheos ante la gran transici¨®n que vivimos de paso hacia un inexorable cambio de era.
La juventud de la nueva Rusia democr¨¢tica est¨¢ falta de una visi¨®n de futuro, de nuevas metas que superen los planteamientos tecnocr¨¢ticos o los nacionalismos de turno en aras de la mutua cooperaci¨®n de la paz en el mundo. Tambi¨¦n los j¨®venes de Occidente est¨¢n ap¨¢ticos y faltos de visi¨®n. Para que recobren el pulso creativo juvenil, quiz¨¢ sea necesaria otra especie de perestroika del capitalismo neoliberal al uso, que logre superar el actual desempleo estructural y la incoherencia flagrante entre las acciones que se llevan a cabo y los valores que se proclaman en nuestras sociedades.
La juventud, tanto la de los pa¨ªses industrializados como la de los menos desarrollados, necesita poder dar un nuevo sentido a sus vidas. Por lo que se refiere a la perestroika que se inici¨® hace 10 a?os, ¨¦sta lograr¨¢ su verdadera plenitud tan s¨®lo si consigue proyectarse hacia el futuro a trav¨¦s de las convicciones y de las acciones de las nuevas generaciones rusas, y de ¨¦stas, en cooperaci¨®n y armon¨ªa, con las del resto del mundo.
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