Otra vez contra los ni?os, ?no!
Los gitanos yugoslavos eran los gitanos que hab¨ªan alcanzado un mayor nivel de integraci¨®n en la sociedad
El espantoso atentado contra unos ni?os gitanos en Pisa, nos vuelve a conmocionar. Hace un mes, con motivo del 50 aniversario de la liberaci¨®n de Auschwitz, record¨¢bamos a los gitanos -m¨¢s de medio mill¨®n- que fueron v¨ªctimas de los nazis en los campos de concentraci¨®n. D¨ªas despu¨¦s, cuatro j¨®venes gitanos murieron como consecuencia de una sofisticada trampa bomba colocada en un cartel a las afueras de la ciudad austr¨ªaca de Oberwat. Y hoy, en el coraz¨®n de la Europa comunitaria, les ha tocado el turno a unos inocentes gitanos de tres y trece a?os que solicitaban una limosna tras limpiar el parabrisas de los coches que se paraban en el sem¨¢foro situado a la salida de la autopista de Pisa a Florencia.Tal vez alguien llegue a la conclusi¨®n de que nos encontramos ante un asesino que, adem¨¢s de ser un racista, es un enfermo. Posiblemente sea as¨ª, pero habr¨¢ que convenir que los racistas son perversos por naturaleza. El racista no tiene sentimientos humanitarios. No sabe lo que es amor y se alimenta cada d¨ªa con el odio a los diferentes. El racista vive con la idea descabellada de que pertenece a una raza superior y que su cultura est¨¢ por encima de la del resto de la humanidad. El racista se comporta como una bestia que goza destruyendo, porque en su interior no hay cabida para la misericordia ni la compasi¨®n. No es distinto el asesino de Pisa, que entrega al peque?o Emran y a la peque?a Sangul una mu?eca repleta de metralla, de los asesinos nazis que, en los bosques de Polonia fusilaron una noche a m¨¢s de 4.000 gitanos y destrozaron la cabeza de los ni?os contra los ¨¢rboles.
Pero el atentado de Pisa debe traernos a la memoria otra tragedia -a la que apenas si se le presta atenci¨®n. M¨¢s de un mill¨®n de gitanos viv¨ªan en la antigua Yugoslavia antes de que estallaran los conocidos conflictos ¨¦tnicos que han asolado aquel territorio. Posiblemente, los gitanos yugoslavos eran los gitanos que hab¨ªan alcanzado un mayor nivel de integraci¨®n en la vida de sus respectivas rep¨²blicas y autonom¨ªas. He conocido gitanos que bajo el mandato del mariscal Tito eran diputados, senadores, directores generales y hasta gobernadores civiles. La mayor¨ªa ha tenido que abandonar el pa¨ªs antes de que los mu?idores ¨¦tnicos prendieran fuego a sus casas. Por el contrario, en las zonas m¨¢s pobladas, una gran masa de gitanas y gitanos viven hoy en condiciones (le extrema necesidad. Sin alimentos, temiendo que en cualquier momento les ataquen las bandas incontroladas (le siempre. Aterrados, en medio del fuego cruzado entre serbios, croatas, macedonios, montenegrinos, cristianos o musulmanes. El doctor Rajko Djuric, que es presidente de la Uni¨®n Roman¨ª Internacional, manifest¨® no hace mucho en Bruselas que la expectativa de vida de los gitanos en algunas zonas de la ex Yugoslavia oscila entre los 29 y los 31 a?os.
Los padres de Emran y Sengul son gitanos que proceden de Skopie, la capital de Macedonia. Seg¨²n cifras oficiales viven en esta rep¨²blica 80.000 gitanos de una poblaci¨®n total de dos millones de habitantes. De este modo, los gitanos constituyen la segunda minor¨ªa del pa¨ªs despu¨¦s de los albaneses que son el 20%.
Poco antes de que acabara la anterior legislatura en el Parlamento Europeo, quinientos gitanos vinieron a verme a Estrasburgo. Las autoridades alemanas no les permitieron atravesar el Rhin y les confinaron en un descampado a unos kil¨®metros de la frontera. Eran refugiados. No quer¨ªan volver a Yugoslavia porque sab¨ªan que all¨ª sus vidas no tendr¨ªan ning¨²n valor. Pero Occidente les volvi¨® la espalda ofreci¨¦ndoles una cierta tolerancia que, como a los padres de estas desgraciadas ni?as, ha permitido que miles de familias gitanas malvivan en sus carromatos a las afueras de las ciudades o en las carreteras.
Emran y Sengul han sido v¨ªctimas del odio racial. Cuando Emran, con sus tres a?os, extendi¨® sus manitas para coger la mu?eca que le ofrec¨ªa el asesino a trav¨¦s de la ventanilla de su coche, se lo agredeci¨® con una mirada, limpia, rutilante en la tersura de una piel morena aterida por el fr¨ªo. Y en su peque?o rostro aparecer¨ªa la primera sonrisa de su vida dirigida a un payo generoso, que adem¨¢s de no protestar porque le limpiara el parabrisas del coche le regalaba una mu?eca. Pero la sonrisa del ni?o se trunc¨® en un gesto de dolor y su llanto es compartido hoy por millones de gitanos en toda Europa que nos preguntamos horrorizados, ?cu¨¢nto nos queda todav¨ªa por soportar?
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