Sevilla, gust¨¢ndose por la historia
La capacidad de entusiasmo de la ciudad envolvi¨® la celebraci¨®n de la boda de la infanta Elena
PABLO ORDAZ El escritor Jes¨²s Garc¨ªa Calder¨®n viajaba en un taxi por Sevilla. En la radio se o¨ªa una entrevista al embajador turco. El hombre -fascinado tras su estancia en la ciudad- declar¨®: "Creo que Sevilla es la Constantinopla de occidente". El locutor le agradeci¨® el detalle y cort¨® la comunicaci¨®n. Un segundo despu¨¦s, puso el punto sobre las ¨ªes: "Creo que lo que el embajador ha querido decir es que Constantinopla es la Sevilla de oriente".
Joselito El Gallo estaba en La Coru?a con su cuadrilla. Una tarde, la morri?a le hizo exclamar a uno de sus subalternos: "?Qu¨¦ lejos est¨¢ Sevilla!". El genio del toreo le corrigi¨®: "No, Sevilla est¨¢ donde tiene que estar, lo que est¨¢ lejos es La Coru?a".
Pedro Rodr¨ªguez de la Borbolla, el ministro de Alfonso XIII, estaba en Madrid. Un colaborador suyo le susurr¨®, pensando que el pol¨ªtico se iba a echar las manos a la cabeza: "Ministro, me dicen que en Sevilla hace 41 grados de temperatura". Rodr¨ªguez de la Borbolla sentenci¨®: ?Lo que me estoy perdiendo!".
Sevilla va gust¨¢ndose por la historia. Sabe -lo dej¨® escrito el escritor portugu¨¦s Miguel Torga- que hay extranjeros que llegan a la ciudad y ven "a Dios paseando por la calle". Segura de su capacidad de seducci¨®n, se exhibe -aunque incompleta- con una falta de pudor que asusta. La Sevilla que aclam¨® ayer a la infanta Elena se parece, seg¨²n elarquitecto V¨ªctor P¨¦rez Escolano, al pa¨ªs de Alicia: "All¨ª se celebraban los d¨ªas de no cumplea?os. Sevilla a?ora celebrar 364 d¨ªas al a?o. Es una ciudad hermosa, caliente, inagotable; donde el sentido se desborda y a cada sevillano le gustar¨ªa interpretar el papel de Alicia". Y a?ade: "No es que no haya capacidad de reflexi¨®n, es que se desborda constantemente".
Jes¨²s Garc¨ªa Calder¨®n apuesta por la heterodoxia. El escritor, que compart¨ªa paseos interminables por la ciudad con el ya fallecido Ram¨®n Carande, cree que en Sevilla es muy f¨¢cil discrepar: "La gente participa tanto y tan intensamente que es muy f¨¢cil apartarse y mirar. O simplemente ignorar. Al sevillano -incluso al muy devoto de una cofrad¨ªa de Semana Santa- le gusta incluso que el vecino, si no quiere, no participe; pero que le deje vivir tranquilo". Ram¨®n Carande le dijo un d¨ªa a Garc¨ªa Calder¨®n en la dehesa extreme?a de Capela: "No he conseguido aprender a no enfadarme". La ciudad que no se enfada, que es capaz de despreciar a sus hijos m¨¢s fascinantes -Luis Cernuda- sin alterar el rictus. Sabe, le pas¨® a Cernuda, que su encantamiento persigue al desterrado -f¨ªsica o espiritualmente- all¨ª donde vaya.
Sevilla, adem¨¢s de un incorregible amor por la est¨¦tica, padece de descreimiento; puede que hasta de indolencia. Lo escribi¨® Carlos Col¨®n: "La gloria mata. La ciudad que la ha perdido ya se alza frente al futuro como una tierra por conquistar". Sevilla fue considerada la segunda Babilonia, la nueva Roma, la Babel de Occidente y la Jerusal¨¦n refundida. Escribe Col¨®n: "Y todo lo perdi¨®. O casi todo. Porque no es posible perder tanto y no conservar nada". As¨ª, despu¨¦s de tantos desenga?os hist¨®ricos, el sevillano ha decidido solemnemente vivir al d¨ªa. Lo explica Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla, que ya fue presidente de la Junta de Andaluc¨ªa y ahora opta por quitarle la alcald¨ªa a Alejandro Rojas-Marcos: "La ciudad es muy compleja. Es consciente de que tiene que seguir mejorando. Pero tambi¨¦n tiene muy claro su papel en el mundo. No va a dejar pasar una oportunidad para vivir con may¨²sculas".
?Y por qu¨¦ participa de esa manera en un acontecimiento como el de ayer? Dice Rodr¨ªguez de la Borbolla: "Sevilla aprovecha cualquier hecho para incrementar su capacidad de distinci¨®n. La pasi¨®n no es una actitud superficial. Sevilla se vuelca, pero como lo hace desde la cotidianeidad siempre lo hace guard¨¢ndose la ¨²ltima carta". Carlos Col¨®n tambi¨¦n tiene una respuesta: "No creo que Sevilla sea mayoritariamente mon¨¢rquica; pero s¨ª le agradece de la forma que sabe al Rey haber elegido su ciudad para celebrar la boda de su hija".
Col¨®n est¨¢ convencido de que Sevilla est¨¢ llena de ciudadanos Finos y fr¨ªos -definici¨®n de Machado- que viven la ciudad sin algarab¨ªas innecesarias, pero que conservan una gran capacidad de implicarse en la ciudad: "Hay un gran concepto de ciudad, de ciudadano que participa. Ya va habiendo pocos sitios donde la ciudad sea otra cosa que un espacio f¨ªsico por el que ir de un sitio a otro". V¨ªctor P¨¦rez Escolano cree, en cambio, que puede llegar a ser una "ciudad peligrosa". Lo explica: "Se gusta tanto que puede llegar a caer en el narcisismo. Es poco apegada a lo cotidiano, a la normalidad, y en cambio vibra con lo excepcional".
Hay una cuesti¨®n que demuestra lo anterior. La Sevilla que en un principio fue esc¨¦ptica y que luego fascin¨® al mundo con la Expo 92, dejaba al mismo tiempo que la rebotica de la ciudad se cayera a pedazos. Mientras una ciudad nueva se erig¨ªa en la isla de La Cartuja, otra -el casco hist¨®rico m¨¢s grande de Europa- se desplomaba por la humedad y el abandono.
Pabellones de quita y pon fastuosos junto a conventos de clausura arruinados por el abandono; grandes edificios de oficina levantados sobre las ruinas de casas se?oriales. Especulaci¨®n y olvido. Durante los a?os 60, cuando grandes cr¨ªmenes urban¨ªsticos dejaron mutilado el mapa de la ciudad, Sevilla sigui¨® celebrando, puntual, perfecta, armoniosamente, sus ritos anuales.
Rodr¨ªguez de la Borbolla exalta, en cambio, el valor del rito: "Los ritos son la manera de demostrar lo profundo, Sevilla es una ciudad c¨ªclica donde cada a?o se repiten los mismos acontecirmentos". Igual que Miguel Torga, que vio a Dios paseando por la calle, ayer se acerc¨® a la ciudad Pilar Mir¨®. Puso sus c¨¢maras. Midi¨® la actuaci¨®n de los novios, de los invitados, de los pr¨ªncipes europeos, pero no se preocup¨® de Sevilla. Sab¨ªa que, en el entierro de Paquirri o en la boda de una infanta de Espa?a, la ciudad conoce su papel. Vio a miles de actores paseando por la calle.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.