El Madrid da signos de debilidad
El Espanyol control¨® el juego, pero no el marcador en el Bernab¨¦u
Un golpe el¨¦ctrico de Alfonso y Zamorano sac¨® al Madrid de una situaci¨®n comprometida. Fue un rapto de verticalidad y sinton¨ªa en medio de un partido plano, sin hueso, uno de esos encuentros que se ajustan a las condiciones del d¨ªa. La tarde era apacible y hab¨ªa una quietud en el ambiente que se traslad¨® al juego, como si la primavera invitara a la molicie en el campo y en el grader¨ªo. Sin embargo, bajo su fachada tranquila, el Madrid se vio sometido a la tensi¨®n que le aprieta en estos momentos. El Madrid se encuentra ante la inminencia del ¨¦xito y probablemente comienza a sentir el horror al vac¨ªo. El equipo jug¨® con ansiedad y sin equilibrio. No hubo un trazo firme en su f¨²tbol que se escurri¨® sin apenas dejar nada para el recuerdo.La impresi¨®n es que el Madrid ha entrado en una fase declinante, el t¨ªpico valle que los equipos atraviesan mal que bien cada terriporada. Despu¨¦s de un largo periodo de excitaci¨®n, el Madrid est¨¢ ahora en el punto de tramitar partidos de este clase, sin ninguna gloria, con oficio y un punto de sufrimiento. Le llega este momento cuando tiene abiertas las puertas de la Liga, una evidencia que produce efectos con tradictorios sobre los jugadores. Por un lado sienten la necesidad inmediata del t¨ªtulo, con el des gaste que eso procura, y por otra parte especulan con el colch¨®n de puntos que ha alcanzado el Madrid. Es decir, est¨¢n tranquilos e inquietos, por parad¨®jico que parezca. La contradicci¨®n se observa en su juego, que ha per dido identidad y poder¨ªo en los ¨²ltimos compases del campeo nato.Deficiencias El Espanyol estuvo a punto de aprovechar las deficiencias madridistas. Nunca alcanz¨® una gran altura, pero tuvo sus oportunidades y dio la pinta de estar cerca del gol en varios contragolpes. La primera preocupaci¨®n de Camacho fue establecer un cortocircuito en el centro del campo del Madrid. Roberto tap¨® a Redondo, sobre todo en la primera parte, y el resto vino por delegaci¨®n. Mart¨ªn V¨¢zquez intent¨® dar sentido al juego, pero le falt¨® precisi¨®n y continuidad. Un acierto se segu¨ªa por dos errores, y al rev¨¦s. Por las alas, Amavisca hizo lo de siempre: creci¨® con el paso del partido. No sucedi¨® lo mismo con Luis Enrique, que parece ofuscado ¨²ltimamente en los ¨²ltimos partidos del equipo madridista.
La falta de conexi¨®n se hizo m¨¢s visible en la delantera. Casi result¨® sorprendente la combinaci¨®n entre Alfonso y Zamorano en el gol. Fue sencilla y bien ejecutada. Alfonso vio el desmarque de Zamorano y le pas¨® la pelota con mucha propiedad. El mano a mano con el portero tuvo la ejecuci¨®n correcta: el regate largo al partido y la pelota a la red. Antes del gol, los dos delanteros no se encontraron nunca. Alfonso pareci¨® perdido en el encuentro, con las dudas existenciales de un jugador que viene de un a?o de lesiones y con dudas sobre su futuro que parec¨ªa tan prometedor. Casi nadie dudaba que con Butrague?o o sin ¨¦l, Alfonso estaba destinado a ser una de las puntas del Madrid del futuro. Pero ahora. mismo es un futbolista en crisis, con dificultades para explotar sus recursos.
Entre unas cosas y otras, el Espanyol se sinti¨® bastante c¨®modo. El empate lo tuvo asegurado durante toda la primera parte. El encuentro no acababa de romperse, una, circunstancia que beneficiaba al equipo de Camacho. Todos los apuntes eran muy leves, como si la rotundidad estuviera prohibida. Pareci¨® obligado que el Madrid buscase a sus dos mejores jugadores -Quique y Sanchis- para alcanzar la porter¨ªa. La actuaci¨®n del lateral fue imponente con la pelota y sin ella.. Se elev¨® varios cuerpos por encima del partido, en plan ganador en cada una de sus apariciones, incluida aquella irrupci¨®n por el medio para aprovechar el pase excelente de Sanchis. Era gol, pero Ton?. sac¨® su mano izquierda y evit¨® la coronaci¨®n definitiva de la jugada Quique.Indefinici¨®n
La indefinici¨®n del partido favorec¨ªa los golpes de mano. El mejor de todos se produjo en un cabezazo de Roberto que fue contestado por una estirada formidable de Buyo. Una contestaci¨®n muy discutida. Los jugadores del Espa?ol reclamaron que la pelota hab¨ªa traspasado la l¨ªnea de gol y la misma discusi¨®n se elev¨® a las gradas. Estaba la gente en pleno debate cuando se gest¨® la unica conexi¨®n entre Alfonso y Zamorano. Ocurri¨® en el ¨²ltimo minuto de la primera parte y fue decisiva.
El partido sigui¨® la misma ruta hasta el final, aunque se advirti¨® alg¨²n dato interesante. Ra¨²l entr¨® por Alfonso y le gan¨® en la comparaci¨®n. Hubo un conato de amenaza en cada una de sus intervenciones, especialmente en una jugada que termin¨® con un despeje de Herrera en la bajo el travesa?o. Con Ra¨²l, el Madrid tuvo m¨¢s poder en el ¨¢rea, pero hab¨ªa un tono sufriente en el juego que se traslad¨® a los af¨ªcionados, tambi¨¦n consumidos por la ansiedad: todos quieren la Liga, pero todos -equipo y afici¨®n- sienten el miedo al vac¨ªo. Es el miedo de un club que ha perdido y padecido demasiado en los ¨²ltimos a?os.
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