La hora de la sociedad
Ya hace algunos a?os que venimos hablando de la hora de la sociedad. Nos refer¨ªamos a un tiempo de larga duraci¨®n: un proceso, una evoluci¨®n, no un acontecimiento. En todo caso, era necesaria, se ven¨ªa a decir, una serie encadenada de acontecimientos sociales, pol¨ªticos, jur¨ªdicos, encaminados hacia una sociedad m¨¢s madura, m¨¢s responsable, m¨¢s participativa. Se trataba, pues, de una hora muy larga. Era una met¨¢fora. Y hoy es m¨¢s tiempo de sociedad, es m¨¢s su hora, mucho m¨¢s que hace a?os, porque se ha recorrido camino. Con obst¨¢culos, alg¨²n traspi¨¦s que otro, pero tambi¨¦n con pasos adelante. Es decir, nos encontramos en un momento m¨¢s propicio, las circunstancias son m¨¢s favorables para que la sociedad sea m¨¢s exigente consigo misma.Decir que estamos en la hora de la sociedad es a la vez, aunque puede parecer contradictorio, una comprobaci¨®n y un deseo. Es una comprobaci¨®n, porque en una democracia como la nuestra, con todos sus defectos, la sociedad tiene, debe tenerlo para llamarse as¨ª, el mayor protagonismo. Una sociedad poco vertebrada, que no puede o que no sabe expresarse, que delega, que no se compromete, que espera que sus problemas se resuelvan solos, o que los resuelvan otros, es una sociedad que ha perdido el protagonismo, o que no ha llegado nunca a tenerlo nunca. Y cuando la sociedad est¨¢ en un segundo plano, cuando su presencia es ignorada o casi, es que la democracia no existe o es un simulacro. Los objetivos no est¨¢n en la sociedad, est¨¢n en otra parte.
Es evidente que la actual situaci¨®n pol¨ªtica invita a dejarse invadir por el pesimismo y a pensar que todo ha sido pura ilusi¨®n, que nada ha sido real. Hay una tendencia generalizada, lamentable, a dejarse arrastrar por la euforia, en tiempo de aparente bonanza, y entonces estamos arriba, totalmente arriba. Y cuando las cosas parecen ir mal, basculamos hacia el otro lado, hacemos m¨¢s profundo el hoyo para que la ca¨ªda sea total, entonces estamos abajo, totalmente abajo. Pero los procesos sociales no cambian de la noche a la ma?ana. Creo que la sociedad espa?ola ha evolucionado, para mejor, en estos a?os. Y tal vez sea esta situaci¨®n, situaci¨®n de crisis, de desconfianza profunda, de incertidumbre, la m¨¢s dif¨ªcil prueba que ha encontrado en su camino. En una situaci¨®n as¨ª es cuando la sociedad debe mostrar toda su fortaleza democr¨¢tica.
Ahora m¨¢s que nunca es la hora de la sociedad. Tambi¨¦n es un deseo, dec¨ªa, porque la hora de la sociedad no termina de serlo nunca: es, como la democracia, un proceso interminable. Nunca estaremos satisfechos con la sociedad que tenemos, o mejor dicho, nunca deberemos estarlo. Y una vez dentro, hay que procurar no salirse, porque aunque el camino sea largo, interminable, siempre tenemos el riesgo de quedar fuera por defecto o por exceso. La sociedad espa?ola ha crecido y ha madurado en todos los sentidos en estos a?os de convivencia democr¨¢tica. Merece m¨¢s confianza y, al mismo tiempo, se le debe exigir m¨¢s responsabilidad. Los espa?oles nos debemos exigir m¨¢s como ciudadanos. Tal vez esto deber¨ªa de bastar pero pongamos dos adjetivos para que quede m¨¢s claro: los espa?oles nos debemos exigir m¨¢s como ciudadanos responsables y solidarios. Como individuos, como trabajadores, como miembros de una asociaci¨®n, como empresarios o, simplemente, como seres humanos, deber¨ªamos exigirnos m¨¢s. Creo, por esto, que es la hora de la sociedad, y creo que ya no valen excusas, que ya no se pueden echar balones fuera.
Las fundaciones espa?olas son un ejemplo de esa madurez y de ese crecimiento de la sociedad. Se acaba de aprobar una ley que las regula. No es, ni mucho menos, la mejor ley que cab¨ªa esperar, pero supone un avance sobre la muy negativa situaci¨®n anterior (se me dir¨¢ que dif¨ªcilmente se pod¨ªa estar peor, y es verdad), y un significativo cambio de tendencia. Un avance y un cambio de tendencia que, esperemos, se consolide en su aplicaci¨®n y desarrollo. Despu¨¦s del debate en el Parlamento, al final esto es lo que hay. Y mirando m¨¢s lejos, podemos empezar a pensar en una ley mejor, que sirva para estimular m¨¢s el mecenazgo y las fundaciones. Pero, por el momento, como dec¨ªa antes, habr¨¢ que centrarse en el desarrollo reglamentario y en la interpretaci¨®n que se haga al aplicar la ley. Porque un desarrollo reglamentario restrictivo y una aplicaci¨®n negativa y controladora de la ley podr¨ªa significar un lamentable retroceso: una ley vac¨ªa de contenido, desmentida en su propia aplicaci¨®n.
Por supuesto que podemos -m¨¢s a¨²n, debemos- pensar en una ley mejor, y seguro que vendr¨¢. Pero ahora, en cierto sentido, la iniciativa debe partir de la sociedad, debe partir de las fundaciones. La sociedad, como dec¨ªa al principio, debe exigirse m¨¢s, y debe ofrecer y ofrecerse m¨¢s, es una obligaci¨®n moral, un deber democr¨¢tico, pero, adem¨¢s, es una necesidad cada vez m¨¢s ineludible, cada vez m¨¢s perentoria.
Si hablamos de confianza, el peque?o margen otorgado debe significar un paso adelante, un est¨ªmulo. Nunca una excusa. Un est¨ªmulo para hacer mejor las cosas, y un paso adelante para que la confianza aumente de acuerdo con la propia realidad de las fundaciones. Por eso, hemos de dar respuestas: m¨¢s informaci¨®n, m¨¢s transparencia, m¨¢s sensibilidad por los nuevos problemas y las nuevas demandas sociales. Las fundaciones, como expresi¨®n y respuesta de la sociedad, deben ser el ejemplo y la vanguardia de las cosas que se quieren, de c¨®mo se quieren, y de la forma de llegar a ellas. Las actividades de las fundaciones deben ser respuestas libres y plurales a ese dif¨ªcil concepto que es el inter¨¦s general. El inter¨¦s general debe presidir todas las acciones de las fundaciones, y si, en alg¨²n caso, esto no fuera as¨ª, estar¨ªamos hablando de otro tipo de instituci¨®n y como tal deber¨ªa tratarse. Pero la realidad nos indica que las fundaciones espa?olas cumplen, y seguir¨¢n cumpliendo, una importante labor social y cultural en nuestro pa¨ªs. Y es precisamente por esto por lo que creo que estamos en la hora de la sociedad, m¨¢s dentro que hace a?os. Y por eso, tambi¨¦n, porque ahora tenemos m¨¢s seguridad, m¨¢s calor social y un horizonte legal que parece abrirse, es por lo que el nivel de autoexigencia debe ser mayor. Para la sociedad, para las fundaciones.
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