Moscones
(Matizaci¨®n) Cuando un peri¨®dico hace una encuesta preguntando a sus lectores: "?Cree usted que Fulano es culpable?", a lo que el p¨²blico contesta en realidad es m¨¢s bien a esta otra pregunta: "?Desea usted que metan a Fulano en la c¨¢rcel?".
(?S¨ª o no?) Escalofr¨ªos me dan ante la perspectiva de que llegue a instaurarse en los tribunales el sistema de jurados, que, a diferencia de las encuestas p¨²blicas, tiene el temible agravante de no admitir m¨¢s opciones que "s¨ª" o "no", excluyendo las de "no sabe" y "no contesta".
(Contrapunto) As¨ª como en el sentimiento popular (que milenios de Justicia instituida no han logrado apagar ni disminuir) por el que el verdugo sigue siendo visto como una figura socialmente infame acaso perdura una reminiscencia de la ferocidad de los poderes que fundaron la Justicia, as¨ª tambi¨¦n, inversamente, la ocasional actitud de injuriar y acosar al abogado defensor, equipar¨¢ndolo a un impune c¨®mplice del reo, manifiesta a su vez la resistencia p¨²blica a comprender y aceptar el sentido del Derecho, que, sin embargo, se desarroll¨® precisamente para poner bozal a la bestia feroz de la Justicia. Casi osar¨ªa pensar que este hecho, tal vez s¨®lo aparentemente contradictorio, de que el rechazo que adivina en el verdugo la ¨²ltima -y originaria- ferocidad de la Justicia instituida conviva con la ferocidad linchadora que incluye al defensor en su odio al acusado delata la esencial e irreductible ambig¨¹edad de la Justicia misma, incluso sujeta a forma en el Derecho, que si la hizo, ciertamente, menos cruel que la venganza, tambi¨¦n la reific¨® y la consagr¨® como infalible e inexorable.
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