Avedon cuelga en Londres su visi¨®n del alma
Los cr¨ªticos brit¨¢nicos echan en falta calor en la exposici¨®n del fot¨®grafo
Im¨¢genes de los a?os dorados de la alta costura francesa, junto a aterradores rostros quemados con napalm en la guerra de Vietnam. Retratos de famosos fotografiados a la luz cruda de una realidad interna a menudo miserable. Vagabundos y millonarios muestran la misma expresi¨®n de fracaso frente a la c¨¢mara de Richard Avedon, el m¨ªtico fot¨®grafo norteamericano de modas, del que acaba de inaugurarse en Londres la mayor retrospectiva de su obra, Richard Avedon: evidence 1944-1994. La muestra constituye un esfuerzo desesperado por establecer un nuevo balance en una carrera asedada con la sofisticaci¨®n y el lujo vano, demostrando que su c¨¢mara ha estado tambi¨¦n al servicio de la realidad.
Alrededor de 250 fotograf¨ªas en blanco y negro, resumen de 50 fulgurantes a?os de profesi¨®n, cuelgan de las paredes blancas de la National Portrait Gallery, donde se exhibe la muestra. Organizada el oto?o pasado por el Whitney Museum de Nueva York, Evidence se ha paseado ya por Colonia y Mil¨¢n con notable ¨¦xito, aunque en Londres ha recibido duras cr¨ªticas de la prensa nacional.Se le reprocha a Avedon el dominio de una t¨¦cnica sin alma, que se aproxima desde el mismo plano al dolor y a la frivolidad sin conseguir conmover. Luciendo un envidiable aspecto que no permite adivinar los muchos a?os -72 para ser exactos-, Richard Avedon la inaugur¨® a principios de semana rodeado de algunas de sus m¨¢s famosas modelos -Twiggy, icono de los a?os sesenta, estaba all¨ª-, y, c¨®mo no, de la m¨¢s rutilante de todas las estrellas brit¨¢nicas, la princesa Diana de Gales.
No en vano Avedon, que comenz¨® a trabajar para la revista Harper's Bazaar a las ¨®rdenes del dise?ador Alexey Brodovitch a mediados de los a?os cuarenta, ha sido el gran retratista de ese evanescente mundo de sofisticaci¨®n y belleza durante toda su vida. De Harper's Bazaar a Vogue, de Vogue a The New Yorker, su vida de ¨¦xitos est¨¢ permanentemente asociada a la espuma exquisita de esa alta, sociedad en permanente flirteo con los intelectuales.
Sin embargo, la muestra de 250 fotograf¨ªas en blanco y negro recoge sorprendentemente pocos ejemplos de esos escenarios por los que se ha movido en este medio siglo la c¨¢mara de Avedon. Las salas est¨¢n repletas de rostros atrapados en las horas m¨¢s crudas, m¨¢s bajas, de una vida coronada por el ¨¦xito. Marilyn Monroe, vestida y maquillada como una estrella, resulta particularmente fr¨¢gil en el retrato de Avedon. Groucho Marx es un anciano serio y agotado; los duques de Windsor, una pareja n¨¢ufraga en un mundo de esplendor.
Los elefantes
Est¨¢n, por supuesto, sus grandes obras cl¨¢sicas, como esa imagen de la modelo Dovima, estilizada y exquisita entre dos elefantes del Circo de Invierno de Par¨ªs, fechada en 1955. O las escenas populares de la Italia de la posguerra, tomadas en Roma y en Sicilia. Tambi¨¦n las escenas callejeras del Manhattan de los a?os cuarenta, retratadas por Avedon con su Rolleiflex por encargo de la revista Life y que nunca llegaron a publicarse.
Pero la retrospectiva ha hecho especial hincapi¨¦ en los trabajos m¨¢s comprometidos de este artista de la frivolidad. Pueblan las salas de la National Portrait Gallery los rostros de los desheredados del oeste de Am¨¦rica, fotografiados por Avedon a mediados de los ochenta por encargo del Museo Amon Carter de Fort Worth. Son retratos t¨¦cnicamente impecables, sobrecogedores en cierto modo, pero, carentes de ninguna carga compasiva, incapaces de transmitir un sentimiento claro.
Para el el ojo miope de Avedon, como una m¨¢quina devoradora que atrapa cada rasgo, cada arruga, sin experimentar una especial conmoci¨®n, todo es est¨¦tico, bello, desapasionado y admirable. La cr¨ªtica brit¨¢nica ha calificado la muestra de "bella exposici¨®n sin alma", una exquisitez t¨¦cnica carente: de vida.
Quiz¨¢ los calificativos sean demasiado duros para resumir el trabajo de este admirador del maestro franc¨¦s Henri Cartier Bresson. Bien es cierto que hay poca espotaneidad en su obra, que todo est¨¢ retratado para ajustarse m¨¢s estrechamente a la idea previa del artista. Aun as¨ª, la exposici¨®n consigue erigirse en testimonio de un tiempo y de una vida asomada a la frivolidad, pero tambi¨¦n al dolor. Al ¨¦xito y al fracaso medidos por el mismo rasero de insatisfacci¨®n que caracteriza a la experiencia humana.
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