Una buena notic¨ªa
HOY DESAPARECEN las fronteras f¨ªsicas que separaban hasta ahora a seis pa¨ªses europeos, entre los que se encuentra Espa?a. Los ciudadanos -europeos o no- que deseen viajar desde Portugal hasta Alemania, pasando por Francia, B¨¦lgica, Holanda y Luxemburgo, no encontrar¨¢n ya obst¨¢culos ni colas de espera que perturben la libre circulaci¨®n. Las instalaciones en las fronteras entre estos seis pa¨ªses han dejado de existir esta madrugada. Por fin una buena noticia en esta Europa dubitativa, caracterizada por el resurgir de ego¨ªsmos nacionales y la crisis de los sistemas pol¨ªticos.Esta buena nueva es fruto de la cooperaci¨®n intergubernamental entre los siete pa¨ªses decididos a aplicar los acuerdos de Schengen (1985), no del buen funcionamiento de las instituciones de la UE. Es decir, la buena noticia contiene una mala: dos pa¨ªses, el Reino Unido y Dinamarca, no quieren eliminar sus controles fronterizos. Otros dos, Italia y Grecia, no est¨¢n t¨¦cnicamente preparados para hacerlo, y entre los nuevos miembros, Austria se integrar¨¢ muy pronto y los dos n¨®rdicos (Suecia y Finlandia) deben resolver problemas derivados de la libre circulaci¨®n con Noruega, que no es miembro de la UE.
La eliminaci¨®n de fronteras llega tarde. En su origen deb¨ªa coincidir el 1 de enero de 1993 con la entrada en vigor del Mercado ¨²nico. Los percances ocasionados por la accidentada ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht y la crisis econ¨®mica desbarataron el calendario. La desaparici¨®n de los obst¨¢culos fronterizos en aquella fecha hubiera sido un revulsivo contra el euroescepticismo. Ahora llega en un momento de desilusi¨®n con el proyecto europeo y con las ciudadan¨ªas europeas ensimismadas en problemas de pol¨ªtica nacional en sus respectivos pa¨ªses.
Schengen fue concebido como instrumento para completar las cuatro libertades del Mercado ¨²nico. Los pa¨ªses m¨¢s europe¨ªstas quer¨ªan garantizar, junto a las libertades de circulaci¨®n de capitales, mercanc¨ªas y servicios, la libertad m¨¢s importante, que es la de circulaci¨®n de personas. Habr¨¢, por tanto, razones serias para festejar la nueva libertad cuando la apliquen todos los 15 socios europeos. No se puede hacer abstracci¨®n del precio que habr¨¢ que pagar por la nueva libertad: la cooperaci¨®n policial y judicial entre los seis pa¨ªses no tiene salvaguardas. Es Previsible, por ello, que haya problemas, principalmente con ciudadanos de terceros pa¨ªses que no siempre tendr¨¢n garantizada la defensa de sus derechos.
Pero, con tardanzas y dificultades, la entrada en, vigor de Schengen es una excelente ocasi¨®n para recordar que Europa sigue siendo el m¨¢s deseable de los objetivos pol¨ªticos de los pa¨ªses miembros.
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