Como coches autom¨¢ticos

Le preguntan a Nick Faldo, un ingl¨¦s de pro que se ha ido a vivir a Estados Unidos, por la diferencia entre su pa¨ªs y el imperio. Y el golfista encuentra r¨¢pidamente la met¨¢fora. "En Inglaterra tienes carreteras de verdad con curvas y todo eso. Y uno tiene que meter las marchas en el coche. Osea, que hay que estar atento y tener habilidad", dice el ganador del Masters en, 1989 y 1990. "En cambio, en Estados Unidos s¨®lo hay rectas y los coches tienen cambio autom¨¢tico. O sea que uno se puede poner al volante, quedarse dormido y, a las dos horas, despertarse y ver que ha llegado a su destino".La comparaci¨®n ser¨ªa, quiz¨¢s, aleg¨®rica si se refiriera a las distintas formas de vida, pero es real como la vida misma en lo concerniente al golf.

El golf es un recurso que les ha valido a muchos para superar la gran contradicci¨®n estadounidense entre su gusto por la victoria y su amor por el d¨®lar. La soluci¨®n es novedosa para un pa¨ªs en el que deportivamente s¨®lo cuenta la victoria: el d¨®lar adobado; l¨ªderar, no los torneos, sino la lista de ganancias.

As¨ª se ha creadc una raza de aut¨®matas favorecida por el dise?o de los campos estadounidenses. Todos son parecidos, sin genio, y amantes de las estad¨ªsticas que miden la distancia con el driver o la media de putts. L¨¢stima para ellos que Augusta, aunque estadounidense, sea europeo.