El caso oculto

El fraude del voto por correo fue cometido presuntamente con el ¨¢nimo de decidir la mayor¨ªa en localidades espa?olas donde las encuestas daban resultados muy parejos. As¨ª suced¨ªa en Palencia -ya se juzg¨®- o Salamanca -sobrese¨ªdo porque los jueces atribuyeron todo a la casualidad-, y tambi¨¦n en Madrid. Igualmente, aparecieron datos sospechosos en Segovia, Guadalajara y Avila, pero nadie investig¨® m¨¢s. La sentencia relativa al caso palentino -a la que se lleg¨® gracias a la tenacidad de dos fiscales- result¨® demoledora: una condena moral en toda regla. Pero la Ley Electoral de entonces no hab¨ªa previsto tan burda manipulaci¨®n. Y las dos personas acusadas fueron absueltas, al no existir casilla penal que les correspondiera.En cambio, la voracidad nubl¨® a los gestores del PP en Madrid. Quisieron agilizar los tr¨¢mites, para lo cual hicieron pasar por impedidos a miles de electores a fin de justificar que no fueran ellos mismos quienes tramitaran su propio voto en Correos. Y para eso necesitaban la firma del notario, que falsificaron. Eso s¨ª es un delito previsto. En el verano de 1991, este peri¨®dico public¨® que la r¨²brica de Alberto Ballar¨ªn hab¨ªa sido falsificada en miles de votos. El PP neg¨® los hechos, que atribuy¨® a una maniobra "del PSOE y sus adl¨¢teres". Nadie m¨¢s exigi¨® despu¨¦s cuenta alguna. Nadie se plante¨® que, puesto que el mismo fraude se hab¨ªa observado en distintas provincias, tal vez exist¨ªa una cabeza central que dio las instrucciones pertinentes.

El mayor fraude que se puede producir en una democracia nunca despert¨® el inter¨¦s de fiscales, pol¨ªticos ni -apenas- medios informativos. Hoy -cuatro a?os despu¨¦s- s¨®lo se ha encausado a funcionarios del partido en Madrid, que parecen haberse puesto de acuerdo entre s¨ª por arte de birlibirloque.