Dep¨®sito de una memoria compartida
A cada cual, lo suyo. Eso parecen haber pensado el Ministerio de Cultura y el Gobierno al devolver al Archivo Nacional de Catalu?a los papeles confiscados en 1939. Una decisi¨®n meditada, puesto que se ha tardado 15 largos a?os" en tomarla, tras acuerdo un¨¢nime del Parlamento catal¨¢n -admirable unanimidad-, y haber mediado conversaciones "de alto nivel".Pero eso, que parece de sentido com¨²n un acto de justicia reparadora, puede no serlo tanto. Es m¨¢s, creo que puede tener consecuencias indeseables; las est¨¢ teniendo ya. La protesta de la ciudad de Salamanca ha sido tambi¨¦n un¨¢nime. La pol¨¦mica desatada entre el gremio de historiadores y en la opini¨®n p¨²blica demuestra, cuando menos, que el conflicto posee un alcance simb¨®lico que no se puede menospreciar como sainete, o diciendo que la t¨¦cnica moderna pone al alcance de todos la consulta de archivos y bibliotecas. Si esto fuera as¨ª, si la automatizaci¨®n estuviera tan desarrollada, que no lo est¨¢, ?por qu¨¦ insistir entonces en la propiedad de los documentos?, ?por qu¨¦ hablar de la restituci¨®n de un bot¨ªn de guerra?
El Archivo Hist¨®rico Nacional, secci¨®n guerra civil, guarda principalmente los fondos confiscados a instituciones, partidos y sindicatos del bando republicano. Los hay de Catalu?a, aunque, en sentido estricto, tan s¨®lo una parte proviene de la Generalitat. Los hay de Asturias, de Madrid, de Cantabria, del Pa¨ªs Vasco -menos de ?lava, provincia carlista-, en fin, de toda la retaguardia republicana. Existen documentos de particulares, como los del empresario Horacio Echevarrieta , o de Alejandro Lerroux (con perd¨®n sea citado), el pol¨ªtico radical que tanto tuvo que ver con Catalu?a.. De organizaciones derechistas se conservan papeles, confiscados a su vez por los republicanos, que nadie se qued¨® corto en materia de latrocinio. El archivo de Salamanca, por ¨²ltimo, posee un fondo riqu¨ªsimo intervenido a la masoner¨ªa espa?ola.
Existe, dicho sea de paso, una imagen distorsionada, unilateral, del archivo salmantino como de archivo franquista. "Archivo de la represi¨®n" lo ha llamado alguien que debiera estar informado de los servicios que tiene a su cargo.. Archivo de la represi¨®n lo es, sin duda, pero de la republicana y barbarie de todos los contendientes. De los desmanes franquistas ya se ha dicho bastante. Pero de los que cometieron los republicanos se conservan decenas de cajas con fichas policiales y carcelarias que dan cuenta de las detenciones, traslado de presos, control del vecindario de las ciudades, etc¨¦tera. En cualquier caso, toda la guerra arrastra violencias sin cuento. Su memoria, por ignominiosa que sea, no se aniquila aventando los papeles que la conservan, y tampoco creando un hipot¨¦tico Archivo de la Democracia en lugar suyo.
Momento propicio
Pues bien, a partir de ahora, nada impide que cualquier Gobierno aut¨®nomo, el vasco, pongo por caso, reclame los papeles que conciernen a su ef¨ªmero antecesor, y, de paso, todos los que conciernen a su jurisdicci¨®n actual. Tengo por seguro que, en los tiempos que corren, no har¨¢n falta 15 a?os de arduas discusiones. Algo m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ que los he rederos de Ossorio y Gallardo o Fernando de los R¨ªos puedan recuperar los papeles que les conciernen. Pero ?acaso el derecho de las comunidades es superior al derecho de los individuos? El Grande Oriente espa?ol podr¨¢ renovar las pretensiones para recobrar lo suyo; y, puestos a ello, sugerir que se deshaga esa mamarrachada de templo mas¨®nico que, a buen seguro, resulta desdoroso para cualquier adepto que se precie. El momento es propicio. El Gobierno, seg¨²n ha anunciado su portavoz, est¨¢ dispuesto a dar toda clase de facilidades.Y as¨ª, una vez que se generalice esta suerte de justicia distributiva, comenzar¨¢ una nueva ¨¦poca para los historiadores. Ahora vendr¨¢ el peregrinar persiguiendo documentos en archivitos nacionales, regionales, familiares y mas¨®nicos. Una experiencia viajera, onerosa sin duda, pero sumamente aleccionadora acerca de la variedad pol¨ªtica y geogr¨¢fica de Espa?a.
Pero si la decisi¨®n ministerial de "alto nivel" puede resultar desastrosa desde el punto de vista funcional, de facilidad y comodidad para la investigaci¨®n, todav¨ªa lo es m¨¢s desde una perspectiva exclusivamente cultural.
La historia nacional
La misi¨®n del Ministerio de Cultura de Espa?a, si alguna tiene, es la de fomentar y amparar, o, por lo menos, no impedir la realizaci¨®n de una historia nacional espa?ola. Historia nacional quiere decir historia com¨²n, compartida por todos los espa?oles; que no es una historia nacionalista, de la ¨ªndole que quiere, hecha a partir de mitos y esencias intemporales. Una historia que es el resultado complejo de la convivencia sobre un mismo suelo.Ya paso, afortunadamente, la hora de los mitos castellanistas: de la Espa?a de El Cid, del Siglo de Oro, de la Hispanidad. Es posible, aunque no seguro, que pasen tambi¨¦n los mitos de los "derechos hist¨®ricos" y otros semejantes; aquello de la "marxa a la sobirania" en la Catalu?a carolingia, o lo del "idealismo castellano y el realismo mediterr¨¢neo" de Vicens Vives. Un revoltijo rom¨¢ntico, en el que todav¨ªa se complacen intelectuales y pol¨ªticos irredentos.
En la guerra civil de 1936-1939 se enfrentaron partidos, sindicatos, milicias y ej¨¦rcitos organizados a escala, nacional, de la parte geogr¨¢fica que controlaban, pasado un primer momento de dispersi¨®n. Entonces no se ventil¨® principalmente un conflicto planteado por las dos regiones que consiguieron Gobiernos aut¨®nomos y las fuerzas militares y, pol¨ªticas centralizadoras. Las l¨ªneas de fractura fueron variadas: derechas contra izquierdas, anticlericales contra cat¨®licos y gentes de iglesia, ricos contra pobres, y esto con muchas excepciones. Hubo, adem¨¢s, una guerra en la guerra: la que libraron anarquistas y comunistas en las calles de Barcelona en mayo de 1937. Por no hablar de la hostilidad sangrienta que demostraron las izquierdas catalanas contra los miembros de la Lliga; una hostilidad que fue correspondida por los lligaires, es decir, por el nacionalismo moderado catal¨¢n (Camb¨®, Estelrich, etc¨¦tera), colaborando con el espionaje y la propaganda franquista.
Proponer, a estas alturas, que los documentos sobre la guerra se coleccionen con un criterio regional; hacerlo, adem¨¢s, en nombre de la esencia herida de Catalu?a, de Andaluc¨ªa o de quien sea, es falsear la historia contempor¨¢nea de Espa?a; olvidar aspectos dolorosos del pasado propio, trasladando la responsabilidad de los males al pasado ajeno, es inventar tradiciones inexistentes, la de una comunidad un¨¢nime frente a la agresi¨®n exterior; es, visto de otra manera, dar muestras de una ignorancia incre¨ªble.
El Ministerio de Cultura de Espa?a, principal ignorante en este negocio, deber¨ªa cuidar los archivos existentes, mejorar sus servicios y destinar fondos para su mejor catalogaci¨®n; deber¨ªa o¨ªr a sus t¨¦cnicos, que son quienes conocen los fondos que tienen a su cargo; deber¨ªa emprender una decidida pol¨ªtica de reuni¨®n de tantos y tantos papeles como andan en manos de particulares, para desesperaci¨®n de historiadores y curiosos, coleccion¨¢ndolos en lugares comunes a todos los ciudadanos como dep¨®sito de una memoria compartida. Lejos de ello, divide y fracciona lo ya reunido. ?Y para eso han estado 15 a?os, discutiendo!
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