Sectas y religiones
Hace poco hemos podido seguir por la televisi¨®n una especie de mesa redonda dirigida por la doctora Elena Ochoa que versaba sobre la problem¨¢tica de las sectas "destructivas". Subrayo este adjetivo porque seg¨²n mi opini¨®n est¨¢ utilizado en forma un tanto restrictiva al relacionarlo ¨²nicamente con las sectas cuando cualquier religi¨®n, especialmente las monote¨ªstas, cuando se hacen fan¨¢ticas e intransigentes, pueden ser tanto o m¨¢s destructivas que cualquier secta.En cuanto a este concepto de "secta" le aqueja tambi¨¦n la misma indefinici¨®n, y el que existan muchas definiciones, poco concordantes entre s¨ª por lo general, ayuda poco a su mejor comprensi¨®n. Si nos atenemos a la etimolog¨ªa, que muchas veces arroja significados muy reveladores que a menudo el uso ha difuminado, nos encontramos con que la palabra secta proviene del lat¨ªn -sectam-, que a su vez se deriva de sequi, seguir, pero en este caso seguimos en la duda, pues tanto sectas como religiones presuponen la existencia de un gu¨ªa y una serie de seguidores. La realidad es que la denominaci¨®n de secta se suele emplear, m¨¢s bien en forma peyorativa por parte de las grandes religiones cuando se refieren a otras, minoritarias o desgajadas de las principales.
En la mesa redonda citada se reun¨ªan representantes de las cuatro religiones mayoritarias: cat¨®lica, protestante, musulmana y hebrea, y aun cuando ninguno de ellos se mostr¨® exclusivista o agresivo, todos pasaron por alto, como era de esperar, la destructividad, en unos casos pret¨¦rita, en otros, presente, a la que hab¨ªan llegado las religiones que representaban. La situaci¨®n m¨¢s tr¨¢gica era, por supuesto, la que ofrec¨ªa la religi¨®n musulmana, por su creciente derivaci¨®n hacia el integrismo m¨¢s destructor y cruel. La religi¨®n judaica, aunque ha dado m¨¢s perseguidos que perseguidores, representa, sin embargo, una concepci¨®n religiosa basada en el Dios implacable y violento del Antiguo Testamento y en un libro considerado sagrado que ha sido motor y coartada de innumerables conflictos y tragedias. Desde la justificaci¨®n de la esclavitud y el racismo a la inferioridad de la mujer, desde la exaltaci¨®n del hombre como depredador a la tragedia de la superpoblaci¨®n ('"Llenad la tierra y sometedla").
Incluso los protestantes, cuya ruptura con el catolicismo tuvo sus justificaciones hist¨®ricas, no se libraron en un tiempo de ser tambi¨¦n una religi¨®n destructiva. S¨®lo en el siglo XVII hicieron ejecutar a m¨¢s de 60.000 brujas en diversos pa¨ªses europeos, es pecialmente en el Reino Unido, los Pa¨ªses Bajos y Alemania. Y actualmente, en contraste con la moderaci¨®n doctrinal de las Iglesias protestantes del Reino Unido, en Norteam¨¦rica se marcha a toda prisa hacia un Estado casi confesional del brazo de los m¨¢s rancios y conservadores esta mentos sociales y pol¨ªticos. Se ha creado incluso un '"Partido de Dios", hom¨®nimo a otro del integrismo isl¨¢mico, en el que, ioh, sorpresa!, figura Dan Quayle, el que fuera vicepresidente de Bush, y que ha realizado esta ins¨®lita y estupefaciente declaraci¨®n: "No soy un dem¨®crata, sino un crist¨®crata". De aqu¨ª a que acaben imponiendo la religi¨®n "a cristazo limpio", como dec¨ªa don Miguel de Unamuno, no hay m¨¢s que un paso.
?Y qu¨¦ habr¨ªamos de decir de nuestra religi¨®n cat¨®lica, apost¨®lica, y romana? Poseyendo el m¨¢s excelso mensaje de no violencia, de amor al pr¨®jimo y de perd¨®n, emple¨® siempre la espada y no la cruz en la propagaci¨®n de su fe. Cruzadas, matanzas, hogueras de libros y de herejes jalonaron durante siglos su camino. En el siglo XIII, tras la pr¨¦dica papal de Inocencio 111 contra la secta de los albigenses, surgida en la ciudad francesa de Albi. Fueron pasadas a cuchillo 20.000 personas, incluidos mujeres y ni?os. Y ante la duda de que pudiera haber cat¨®licos entre los condenados a morir, fue famosa la orden del arzobispo de B¨¨ziers: "Matadlos a todos, que Dios reconocer¨¢ a los suyos". Y en Par¨ªs, tres siglos despu¨¦s, 10.000 hugonotes protestantes -70.000 en toda Francia- fueron asesinados por las huestes cat¨®licas instigadas por Catalina de M¨¦dicis, la que contaba con la bendici¨®n del Vaticano. Fue la tr¨¢gica noche de San Bartolom¨¦, 24 de agosto de 1572, de la que, por cierto, la Iglesia acu?¨® una medalla conmemorativa que lleva en una cara la efigie de Gregorio XIII, y en la otra, a un ¨¢ngel, armado de espada y de cruz, degollando herejes. ?Qui¨¦n fue en est¨¦ caso m¨¢s destructiva, la secta o la religi¨®n?
Es, pues, recomendable el ser m¨¢s exactos cuando se habla de la destructividad de ciertas creencias. Las sectas a las que se achaca el ser destructivas, si hacemos abstracci¨®n de ese movimiento religioso japon¨¦s que pudiera ser el ejecutor del atentado con gas sar¨ªn, son m¨¢s bien autodestructivas, es decir, matan a sus propios fieles. Y no creo que las sectas manipulen las mentes de sus adeptos m¨¢s de lo que las religiones han hecho. El famoso Credo quia absurdum del te¨®logo Tertuliano no parece la mejor expresi¨®n de sensatez ni de claridad intelectual.
ha sido inspector financiero y tributario.
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