Moral alcoyana

Con apenas 11 personas por p¨²blico, la bailarina y core¨®grafa Antonia Andreu ofreci¨® su programa manteni¨¦ndose entera y bailando con rigor y calidad. Ella ha sido una hero¨ªna de verdad. Otro se hubiera desmoralizado, pero la valenciana sabe mucho de rechazos y de que no sean aceptadas sus propuestas. Su discurso es monologal e intenso, mientras atrae y absorbe al espectador como un im¨¢n misterioso. El espacio esc¨¦nico, acotado por un cuadrado de luz rasante en el suelo, era una tribuna para la exposici¨®n de una danza que ahonda en la de construcci¨®n y se. soporta sobre un rito espacial comprometido con su estilo y con su tema.Obvio decir que el apoyo formal est¨¢ dado por una t¨¦cnica limpia tanto del ballet como de formas y vocabularios contempor¨¢neos y por su inveterado buen gusto: la Andreu vest¨ªa un traje de Gaultier, lleno de fantas¨ªa teatral, en el que aparec¨ªa estampada varias veces y en distinto tama?o la Mona Lisa de Leonardo da Vinci; en un espect¨¢culo tan justo y ajustado, nada es casual o- gratuito, y ese traje lanzaba, de entrada, un mensaje. o hip¨®tesis: la voz individualizada a trav¨¦s del producto art¨ªstico, la distinci¨®n a la persona y, a¨²n m¨¢s, el misterio que dar¨¢n el tiempo y los factores culturales a un contenido determinado. Andreu basa su cuerpo est¨¦tico en una. mezcla depurada de pasado y futuro; ¨¦l presente es el m¨²sculo, entrenado y rompedor, voluntarioso; el pasado est¨¢ en la frase musical de Purcell que abre la velada, y el futuro, en polarizar, la tensi¨®n al lenguaje, a la forma como una vocaci¨®n distintiva.

Controvertida

Andreu, va a ser siempre discutida y controvertida, pero en el panorama de la danza local su obra juega un papel y hasta un poder que s¨¦ justifica plenamente; su conciencia del proceso creador, la sit¨²a muy bien entre sus compa?eros de viaje y le da poso, hasta una cierta ventaja de orientaci¨®n. Panfleto dura casi una hora y no cansa. Debe verse (estar¨¢ en cartel hasta el d¨ªa 9) pues la panfletista no es una libelista sino una artista que airadamente pone el dedo en la llaga. Se disfruta lo que se ve y se llega a sentir cuando, Antonia, sola, borda y expone su labia corporal en estrofas muy ligadas, del patetismo a la ira, de la advertencia al ruego.

El trabajo de Panj7eto comienza en vertical para, pasar a una segunda fase de suelo con agresivo recorrido de la planimetr¨ªa; luego en la tercera secci¨®n, todo se hace m¨¢s tenso y desesperado, aparecen sutilmente los pasos de aire: sus dotados saltos sobre una estricta geometr¨ªa que se descompone y articula a voluntad. Hay en todo el recorrido una m¨ªmica locuaz, un lirismo amargo y torturado que se explica por s¨ª mismo en su fuerza y en su v¨¦rtigo, que no es otro que el del tiempo en que le ha tocado vivir a la artista.

La emoci¨®n de la pieza sobrecog¨ªa: norte, sur, este, oeste, la artista baila sobre una sofisticada cuadr¨ªcula que la obliga a no tener espalda y la danza

Justifica as¨ª sus tres dimensiones labanianas y regresa el tan reproducido dibujo de Leonardo.