Las chicas del corro

Fue una ma?ana emocionante, debemos decir. Entregaban los premios nacionales en el Auditorio Nacional y la ministra Alborch, a la que siempre le preguntan por qu¨¦ se r¨ªe, llor¨®, y Carmen Mart¨ªn Gaite cant¨®, o casi. Era la atm¨®sfera espa?ola, con los creadores presentes y con los que ya no van a estar, como el cineasta Jos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦ que recibi¨® el premio a t¨ªtulo p¨®stumo y que fue quien desat¨® las l¨¢grimas de la ministra.Desde el hombre del circo -Emilio Briatore- que saludaba desde el escenario con su premio en la mano como si estuviera en medio de la pista, hasta el fot¨®grafo valenciano Gabriel Cuallad¨® que besaba a la ministra como si se reencontrara con una sobrina, hasta el aplauso a los ausentes Joglars, que no acudieron porque el premio se les dio tarde, seg¨²n ellos, hubo momentos de reconocimiento verdadero a personajes que vienen -como los escritores Mart¨ªn Garzo y Janer Manila, el escen¨®grafo Guillermo Heras, Ram¨®n Oller, que acaba de estrenar con el ballet cl¨¢sico-, otros que han estado en tiempos m¨¢s ciegos -Ferlosio, Mart¨ªn Gaite, los editores Herralde y Tusquets, el dramaturgo Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez M¨¦ndez, la revista El Urogallo de Elena Soriano y Jos¨¦ Antonio Gabriel y Gal¨¢n, de tanto recuerdo...- y que siguen, y uno, como Forqu¨¦, que ya no ver¨¢ nada m¨¢s.

El ¨²nico personaje de todos ¨¦sos que subi¨® al estrado y que no se ajust¨® la chaqueta, ese gesto mec¨¢nico del que va a dar la mano para recibir un premio, fue Rafael S¨¢nchez Ferlosio, al que deb¨ªa resultarle rar¨ªsimo eso de estar en una ceremonia; pues se fue hacia el estrado con su bast¨®n, ¨¦se con el que amenaza a los coches, cruz¨® veloz hasta la ministra, le dio la mano mir¨¢ndole con los ojos cuya ingenuidad no ha vencido el tiempo, como un superviviente libre de todas las eras ciegas, y se fue por el otro lado, para llegar antes adonde estaban todos sus amigos, desde Tom¨¢s Poll¨¢n a Miguel ?ngel Aguilar, que le acompa?aban como una pandilla de la facultad.

Y agradeci¨®, cantando, Carmen Mart¨ªn Gaite. Ya dijimos una vez c¨®mo da las conferencias, pero nunca hemos contado c¨®mo agradece los premios. En primer lugar, muy elegante, haciendo una leve reverencia a quien preside, y luego distanci¨¢ndose del papel y moviendo siempre la misma pierna -la izquierda, a un lado y a otro, como si estuviera nerviosa de medio cuerpo-. Luego dice, por ejemplo, como dijo anteayer:

-Lo que nos une aqu¨ª no es una desgracia o una injusticia, menos mal.

Y cont¨® que ser¨ªa rid¨ªculo decir, como dec¨ªa un amigo suyo, "nomelom¨¦" (no me lo merezco) cuando estos premios nadie los ha pedido y no vienen como regalos de Reyes, sino como voluntad de un jurado.

A lo sumo, lo que se puede decir cuando se recibe un premio, se?alaba Carmen desde el estrado del auditorio, es lo que ella y sus amigas cantaban en la plaza de los Bandos de Salamanca formando corro:

"Muchas gracias, jardinera, / por el gusto que has tenido: / tantas ni?as en el corro / y a m¨ª sola has escogido".

Carmen suele cantar, en las reuniones y hasta en las conferencias, pero esta vez s¨®lo lo recit¨®, porque acaso el auditorio , le impuso mucho y tambi¨¦n porque, agradeciendo los premios, representaba tambi¨¦n al cantante Enrique Morente, con el que pudo haber hecho d¨²o. Pero lo que hizo fue decir "nomelom¨¦" y dar las gracias para que la ministra, al final, mientras la gente se levantaba para irse a tomar el aperitivo le dijera lo que todo el mundo:

-Y de gracias nada, Carmen, que te lo tienes bien merecido.