Un arsenal de palabras
Sobre las palabras cargadas, que diseminan esa violencia ambientadora y anticipadora de disparos que luego se efect¨²an con munici¨®n convencional, venimos siendo advertidos por los l¨ªderes de las diferentes fuerzas pol¨ªticas en liza. Los mismos que, simult¨¢neamente, hacen acopio en sus iniciadas comparecencias preelectorales del arsenal ling¨¹¨ªstico m¨¢s deplorable. Son ejercicios dial¨¦cticos devastadores que hacen las delicias de los energ¨²menos. Los da?os que causan sobre terceros de ben evaluarse teniendo en cuenta que el poder destructivo de estas intervenciones se multiplica al entrar en simpat¨ªa con las antenas de radio y televisi¨®n y al contagiar se sus vibraciones a las columnatas de los templos del papel impreso, originando deflagraciones de mayor alcance. Antes de seguir, recordemos que tanto la preparaci¨®n d¨¦ las campa?as militares como la de las electorales requiere el ejercicio previo de definir una estrategia, y ?ay de los estrategas si no tuvieran enemigo! Porque entre el p¨²blico que debe ser galvanizado para entrar en combate o para presenciarlo, como advirti¨® Bertrand Russell, son muy pocos los que pueden ser felices si se les priva del odio a otras personas, naciones o credos.
Sin ir m¨¢s lejos en la geograf¨ªa o en la historia, el panorama de la vida p¨²blica espa?ola de los ¨²ltimos a?os permite aclarar de manera suficiente que los adversarios m¨¢s obstinados en el campo pol¨ªtico, econ¨®mico, bancario, empresarial, period¨ªstico o religioso dan cuenta de su actitud agresora como mero e inevitable resultado de estrictas necesidades defensivas, requeridas para salir de situaciones de grave vulnerabilidad. El proceder de los imperios, incluso cuando sojuzgan a los dem¨¢s, se explica siempre por razones conservacionistas, para evitar da?os inaceptables.
Los jefes de campa?a, de todas las campanas de las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas, los Pedro Arriola y dem¨¢s colegas, en atenci¨®n al p¨²blico elector, ante el que deber¨ªan comportarse como si fuera respetable ya que tratan de extraerle el voto, deber¨ªan superar la incapacidad de ver el mundo con los ojos de los otros, proceder con lucidez a calzarse sus zapatos y dejarse invadir por las esperanzas y por los temores ajenos. S¨®lo as¨ª evitar¨ªan que la lentitud de los an¨¢lisis pol¨ªticos, sumada a la urgencia de los requerimientos electorales, precipitara, en una soluci¨®n en forma de denuncias de oscuras maquinaciones. Se advierte de paso a Raimon Obiols que presentar ante el p¨²blico conspiraciones es un lujo que sigue reservado a los historiadores en la sala de disecci¨®n, donde los forenses preparan sus informes siempre sobre cad¨¢veres inertes, porque, si as¨ª no fuera, en vivo, el sujeto paciente siempre se resistir¨ªa esas pr¨¢cticas.
Sin ir m¨¢s lejos, conozco un periodista que en enero de 1980, un a?o antes del 23-F, advirti¨® en la primera p¨¢gina de un diario de Madrid a prop¨®sito del general Torres Rojas y de la intentona militar que preparaba estando al mando de la Divisi¨®n Acorazada n¨²mero 1. El resultado de semejante actitud fue la apertura de un consejo de guerra al director de la publicaci¨®n mientras el citado general prosegu¨ªa sin problemas los preparativos del golpe que culmin¨® trece meses despu¨¦s con la irrupci¨®n de los armados en el Congreso de los Diputados.
Pero fuera de ¨¦sta y de otras excepciones, por lo general se cumple la afirmaci¨®n de Karl Kraus seg¨²n la cual "el empresario de prensa puede cometer todas sus vilezas sin tener que arrepentirse de ninguna". Por eso, desde algunos medios informativos otras denuncias pueden presentarse sin problemas. As¨ª, la que cada d¨ªa aparece en las columnas de El Mundo contra los impugnadores del juez Campeador, Baltasar Garz¨®n, donde se excluye con cuidado cualquier referencia al diario Abc, en primera l¨ªnea de esa campa?a.
As¨ª tambi¨¦n la denuncia que promueve el diario de Ans¨®n para alertar sobre los espurios m¨®viles de los enemigos del coronel de la Guardia Civil Enrique Rodr¨ªguez Galindo, donde se subrayan las demandas parlamentarias de los nacionalistas vascos y se fulmina a Gonz¨¢lez por semejantes aliados, mientras se silencia la actitud combativa del peri¨®dico de Pedro Mola respecto al ejemplar Galindo. Queda avisada la se?ora Mar¨ªa de que dos trenes avanzan por la misma v¨ªa en sentido contrario.
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