Prohibido hacer aguas
En el puerto de Palma de Mallorca he visto, con estos ojos que se va a comer la tierra, el tanque flotante en el que se transport¨® la primera carga de agua con que se pretende calmar la sed de las Islas Pitiusas. Sin rebozo alguno y con olvido de la decencia, el tanque estaba descargando en las opacas aguas de la d¨¢rsena el corrosivo l¨ªquido por un tubo, como si fuera un panzudo borracho tras una noche de excesos.No tuve ocasi¨®n de presenciar, sin embargo, la utilizaci¨®n que hicieron del referido transporte de agua diversos pol¨ªticos para mejorar su imagen. He o¨ªdo que el ministro Borrell trep¨® ¨¢gilmente, como corresponde a persona que cuida su f¨ªsico con ejercicios de jogging, por la cimbreante escalerilla hasta coronar la alt¨ªsima borda de la ba?era. Bebieron agua de sendos vasos ante reporteros y c¨¢maras, pero cabe la duda de si era mineral pagada a su debido precio. Si hubiera sido agua del tanque, los prebostes habr¨ªan sufrido agudos retortijones, pues el interior del buque estaba contaminado por los disolventes empleados para pintarlo. He aqu¨ª mis temas de hoy: la escasez de l¨ªderes y el precio del agua.
Largos a?os de docencia universitaria me han ense?ado que la sencillez de las ideas y la repetici¨®n del mensaje son la mejor garant¨ªa de una eficaz transmisi¨®n de la ciencia. No tengo pues empacho en insistir en una idea de primer a?o de econ¨®micas. El agua es escasa por dos posibles causas: una, la insuficiencia de la oferta; otra, el exceso de demanda. Por su propia naturaleza, la cuant¨ªa de la oferta y la demanda es relativa y el intercambio econ¨®mico tiene por efecto el igualarlas. Normalmente esa igualaci¨®n tiene lugar por un aparato o admin¨ªculo que a muchos ingenieros deja boquiabiertos por su sencillez: me refiero al precio, que al subir constri?e la demanda y fomenta la oferta.
En Espa?a nos hemos empe?ado en cortar el problema de la escasez del agua utilizando una sola de las hojas de la tijera. Si el agua es "limitada", como insiste en decir mi buena amiga Loyola de Palacio, la soluci¨®n consiste exclusivamente en aumentar la oferta, con borrelianas inversiones de transvase, embalse, o transporte mar¨ªtimo. Ya s¨¦ que la Ley ha proclamado que el agua es de Dios y por eso las autoridades terrenales no pueden cobrar por ella. En realidad, lo gratuito es el agua en alta para agricultores y otros grandes usuarios, porque la que reparten los municipios a los meros mortales bien la pagamos. Me refiero, claro, al precio por el agua misma, no a la amortizaci¨®n de las represas y conducciones: en alta, el l¨ªquido es gratis, en baja, los mun¨ªcipes a menudo utilizan la tarifa para racionar el agua.
Siguiendo la l¨®gica de mi razonamiento, me pregunto si no cabr¨ªa incitar a los mallorquines y sus visitantes veraniegos con subidas de tarifa que ahorraran en su gasto de agua. Adem¨¢s, el precio subido del agua quiz¨¢ valiera para que alguna empresa privada se lanzara a transportar agua en barcos con el correspondiente beneficio. Seguramente, esos empresarios privados se cuidar¨ªan de exigir al naviero que no la suministrara impotable.
Parecer¨¢ que estas ideas son demasiado sencillas para que sea necesario explic¨¢rselas a los pol¨ªticos nacionales, auton¨®micos y municipales. No es as¨ª. La profesi¨®n de pol¨ªtico es tan necesaria para el bienestar de la sociedad como la de empresario para el buen funcionamiento de la econom¨ªa. El atentado contra Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar nos ha hecho entrever la horrible subversi¨®n de la democracia que su desaparici¨®n habr¨ªa implicado. Pero los buenos pol¨ªticos son a¨²n m¨¢s raros que los buenos empresarios. No basta con precipitarse por empinadas escalerillas para beber agua mineral ante los periodistas para estar a la altura.
Es que no todos alcanzan a dar el resultado que Aznar. Ha demostrado tener la misma serenidad que Su¨¢rez en las Cortes el d¨ªa del asalto de Tejero. Felipe, en cambio, se qued¨® en la Moncloa, seguramente bebiendo agua mineral.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.