El Madrid vivi¨® del contraataque
Zamorano result¨® decisivo ante el Valencia al marcar dos goles y protagonizar un penalti
Valencia buscaba pol¨¦mica.El Madrid necesitaba los dos puntos. El Valencia quer¨ªa armar ruido y ganar cr¨¦dito. El Madrid tiene su gui¨®n escrito: la liga. La diferencia de intenciones explica por qu¨¦ el partido naveg¨® por un rumbo imprevisto.Por mucho que el Valencia indagara en el lado sentimental del punto, el Madrid estaba cargado de razones para hacer lo que hizo. Cada bal¨®n que llegaba a Penev era un mundo en s¨ª mismo ,cada zapatazo de Zamorano una cuchillada en la arteria. Madrid no acept¨® un choque estilos. El Bernab¨¦u vivi¨® una noche de estreno: f¨²tbol de contrataque.Su cita con el Valencia iba acompa?ada de algunos antecedentes. No era ese tipo de partido que empieza y acaba en 90 minutos. Hab¨ªa una cuenta pendiente por lo sucedido en la Copa,donde el Valencia fue mejor y sembr¨® en el camino ciertas dudas sobre la forma en que el Madrid ejerce su superioridad. Ese resquicio animaba el debate por encima de los 14 puntos que paran a uno y otro de la clasificaci¨®n. No era una confrontaci¨®n entre aspirantes, pero parec¨ªa estar en juego un asunto de cierto fuste: un l¨ªder en toda rea no debe admitir la contestaci¨®n.
Esa interpretaci¨®n marc¨® el pr¨®logo de la noche. El Valencia, antes que la victoria, prest¨® atenci¨®n a otras consideraciones del ego. Hubo una fase de tanteo por ver qui¨¦n conservaba mejor la pelota. El Valencia opt¨® por el juego m¨¢s expansivo y termin¨® por conseguirlo, pero se olvid¨® de algunos valores fundamentales; entre ellos, la decisi¨®n y el gol. Si la jornada anunciaba un choque de estilos, la noche termin¨® siendo de Zamorano. El Madrid entreg¨® su suerte a la de su delantero y ¨¦ste firm¨® una actuaci¨®n impecable. Zamorano es simplemente el final del discurso. Esa es la esencia del remate.
Si la noche fue de Zamorano, entiende que la victoria fue del Madrid, que tuvo un recorrido tan conciso como contundente. No fue un Madrid ret¨®rico. No pdo desarrollar su teor¨ªa de la distracci¨®n porque encontr¨® ante s¨ª un rival generalmente bien colocado a quien luego no era f¨¢cil desprenderle de la pelota. El Valencia avanzaba a paso corto, lento pero seguro, conquistaba terreno por metros cuadrados, pero hall¨® en su camino la desgracia: el Madrid no jug¨® ese partido.
Esta vez sorprendi¨®. Hubo una renuncia expl¨ªcita. El Madrid se instal¨® sobre su l¨ªnea de tres cuartos, esper¨® que cada jugada del contrario encontrara su fecha de caducidad y puso los cinco sentidos en darle rienda al contraataque. S¨ª, al contraataque, una variedad nueva para los ciudadanos del Bernab¨¦u, una coyuntura tan leg¨ªtima como otra cualquiera aunque a los puristas les suene a traici¨®n. No hubo infidelidad alguna ni previa aceptaci¨®n de que el Valencia pudiese ser superior en lo que se denomina posesi¨®n de la pelota. El Madrid est¨¢ en el camino de darle sentencia a esta Liga.
Mediado el primer tiempo, el Valencia hab¨ªa tomado posiciones en el centro del campo. El Ra¨²l valenciano llamaba la atenci¨®n general con un par de remates mientras el d¨²o Mazinho-Fernando cargaba todo el tr¨¢fico por la banda derecha. De alguna manera, el Valencia segu¨ªa un camino previsible. No el Madrid, medio retrasado, medio indeciso, medio sin poner sitio a Zubizarreta para amargarle su 5000 aniversario. En ¨¦stas, lo de muchos d¨ªas: jugada por la derecha y bal¨®n hacia la izquierda, donde Zamorano remataba a la veloz carrera y de brutal cabezazo. Diez minutos despu¨¦s, hab¨ªa vuelto la calma chicha, que si Fernando a Roberto, que si Roberto a Mazinho, que Mazinho a ?lvaro, que ?lvaro a Otero... Todo muy regular. Salvo, de la otra parte, un Madrid replegado: salida r¨¢pida, pase largo, veloz carrera y ah¨ª est¨¢ Zamorano invadiendo el ¨¢rea. El penalti de Giner dio paso al gol de Hierro, pero el gol de Hierro no dio lugar a otro partido. El Madrid segu¨ªa sin entrar a discutir- con el Valencia.
La reanudaci¨®n, agrav¨® las distancias. La insistencia del Valencia provoc¨® que el Madrid terminara por acomodarse a las circunstancias. La raz¨®n estaba de su lado: una carrera de Zamorano ten¨ªa mucho m¨¢s sentido que tanto discurso hueco. A la media hora, otro carrer¨®n, un contraataque en el m¨¢s puro, sentido de la palabra, le coloc¨® en un vis a vis con Zubizarreta. Era el 3-0. Era sellar la victoria. El Valencia no encontr¨® lo que buscaba en el Bernab¨¦u: vio a Zamorano, pero no al Madrid de todos los domingos.
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