El velo
Se las puede ver en cualquier aeropuerto, con chaqueta de marca y falda por encima de las rodillas, piernas firmes con. medias oscuras, tac¨®n alto y un malet¨ªn en la mano. Suelen tener cerca de 40 a?os. En el momento de abordar el avi¨®n est¨¢n rodeadas de otros ejecutivos o compa?eros de la empresa. A ellos nadie les obliga a ser guapos. Algunos tienen barriga, llevan los zapatos sucios y la corbata con el nudo torcido e incluso se les permite ser un poco est¨²pidos, pero ellas, que son directivas o secretarias, van impecables, si bien se les nota un velo de falsa dureza o de angustia debajo del maquillaje. Probablemente hacen pesas para estar en forma, controlan su dieta con gran sacrificio y tienen que demostrar en cada reuni¨®n de trabajo que son m¨¢s inteligentes, m¨¢s r¨¢pidas, m¨¢s eficientes que los hombres si quieren ser tomadas en consideraci¨®n. Estas mujeres constituyen la ¨²ltima conquista de la revoluci¨®n femenina. Nadie las compadece. Mandan en los despachos y para eso deben expresarse en cada minuto con una agresividad redoblada y un talento superior sin un solo desmayo. Nadie cree que estos espl¨¦ndidos ejemplares femeninos est¨¢n siendo tambi¨¦n sojuzgados. Estremece pensar a qu¨¦ grado de violencia se ven sometidas las mujeres en la mayor parte del mundo. Pienso en esas valerosas argelinas que tienen que desafiar directamente el cuchillo de los fan¨¢ticos para respirar en libertad. Existen en otros pueblos infinitas mujeres sin nombre, sin rostro, sin rebeli¨®n alguna, moralmente humilladas, pero un hecho parece evidente: este siglo en el futuro ser¨¢ definido por la revoluci¨®n femenina que se ha cruzado como un dique ,en la corriente de la historia oblig¨¢ndola a elevarse de nivel. Por eso cualquier regresi¨®n moderna se ceba primero en la mujer. Pienso en el velo de hierro que cubre el rostro de las argelinas y en el velo de dureza que se ven obligadas a lucir las nuevas troyanas que triunfan en los despachos del Occidente cristiano. Es la misma opresi¨®n bajo otro l¨¢piz de labios.
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