La defensa del espa?ol
?ltimamente estamos leyendo en las p¨¢ginas de infinidad de peri¨®dicos ataques solapados o no tan solapados contra las autonom¨ªas biling¨¹es a las que se acusa, entre otras muchas cosas, de no defender suficientemente el idioma espa?ol. No es mi intenci¨®n entrar ahora en esta batalla, sino llamar la atenci¨®n sobre otras tanto m¨¢s importantes y que al parecer no preocupan a las autoridades competentes ni a aquellos defensores que tanto claman en p¨²blico y en privado. Me refiero a la escasa defensa del espa?ol que se hace a distintos niveles en organismos internacionales.Por ejemplo, las organizaciones de las Naciones Unidas: la Organizaci¨®n - Internacional del Trabajo (OIT), la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), la .Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentaci¨®n (FAO), la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (Unesco), etc¨¦tera, y la propia Organizaci¨®n de las Naciones Unidas, en las que, ade-, m¨¢s del ingl¨¦s, son en muchas de ellas idiomas oficiales o de trabajo el franc¨¦s, el espa?ol, el ruso, el chino y el ¨¢rabe.
Ocurre que en estos tiempos de reducciones presupuestarias lo primero que se suprime en las organizaciones internacionales es la traducci¨®n de documentos y de libros y todos los gastos derivados de ella. El ingl¨¦s no corre peligro porque est¨¢ mundialmen te reconocido como lengua franca, pero las posibles medidas afectan a los dem¨¢s. Y el ¨²nico que cuenta con una infraestruc tura de defensa del idioma en el plano gubernamental el ¨²nico cuyos hablantes tienen clara con ciencia de que de ellos depende que siga siendo un idioma de trabajo, es el franc¨¦s. Una lengua hablad¨¢ por apenas ochenta millones de personas frente a los cientos de millones de las restantes, obtiene mucha m¨¢s atenci¨®n y defensa por parte del Gobierno y de las autoridades francesas que las otras, y gracias a ello con sigue mantener su rango entre las lenguas oficiales de la mayor¨ªa de organismos. Porque los franceses, conscientes de la precariedad de tal categor¨ªa, la defienden contra viento y marea en todos los aspectos y a todos los niveles: cuando se convoca una reuni¨®n de trabajo o un comit¨¦ de expertos y no se presenta la documentaci¨®n de referencia en franc¨¦s, los delegados franceses, aunque sepan hablar perfectamente en ingl¨¦s, no permiten que comience la reuni¨®n hasta que disponen de la documentaci¨®n en su idioma. Los franceses defienden el n¨²mero de documentos que hay que traducir al franc¨¦s como si se tratara de su propio pan, y el ministro de Cultura y de la Francofon¨ªa (con un presupuesto en 1994 de 5.300 millones de francos franceses s¨®lo para actividades de defensa y promoci¨®n del franc¨¦s en el extranjero) nunca falta a las reuniones de los funcionarios internacionales franceses en Nueva York, en Par¨ªs o donde se encuentre la organizaci¨®n, no s¨®lo para poner de manifiesto la importancia de la actitud de todos y cada uno de ellos en la defensa del franc¨¦s, sino para elaborar estrategias y pol¨ªticas que hagan frente a las posibles medidas que en cada momento. puedan amenazar el dinamismo y la vitalidad de su idioma. Francia, por ejemplo, en la reciente conversi¨®n del antiguo Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC), luch¨® denodadamente para que la sede no fuera en Bonn, el otro candidato, donde posiblemente el franc¨¦s habr¨ªa estado en peligro. La Administraci¨®n francesa cre¨® hace a?os un departamento cuya ¨²nica misi¨®n es atender las informaciones relativas a sus funcionarios internacionales y en particular los problemas de pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica.
?Qu¨¦ ocurre con el espa?ol? De entrada, ya no tiene en muchas organizaciones y organismos el mismo rango que el franc¨¦s y el ingl¨¦s, aun siendo superior al franc¨¦s el n¨²mero de habitantes del planeta de habla hispana. Pero al margen de esto, los representantes del Gobierno espa?ol que hacen lo que pueden o comienzan a hacerlo- apenas reciben el apoyo necesario. No cuentan con -infraestructura ninguna ni con medios dedicados a la defensa del idioma, de tal modo que cada peque?o retroceso apenas encuentra oposici¨®n. Un d¨ªa es la decisi¨®n de no traducir al espa?ol tal libro o documento, otro es la supresi¨®n de un puesto de traductor, de secretaria o de int¨¦rprete, otro d¨ªa los documentos de una reuni¨®n de expertos s¨®lo se presentan en ingl¨¦s y franc¨¦s. Y como la amenaza no parece grave y no hay protesta, se van repitiendo una y otra vez, porque ya se sabe cu¨¢nto m¨¢s f¨¢cil es para los responsables de recortar los gastos actuar con el campo libre que tener que hab¨¦rselas con la protesta generalizada de un Gobierno, de las asociaciones en defensa del idioma y de todos y cada uno de los departamentos y funcionarios, como har¨ªan los franceses, que no aceptan el menor recorte sin montar un verdadero esc¨¢ndalo ni sus delegados dejan pasar en las respectivas asambleas y consejos una resoluci¨®n que suponga una amenaza para su idioma aunque sea lejana y m¨ªnima.
El espa?ol, un poco abandonado a su suerte, va perdiendo terreno imperceptiblemente. Con todo, lo m¨¢s peligroso es la actitud de los propios hispanohablantes, que, tal vez abrumados por el peso de su propia inseguridad o acuciados por un complejo de pa¨ªs en desarrollo, caen en la trampa de hablar en ingl¨¦s en discursos oficiales despreciando ol¨ªmpicamente el hecho de que su propia lengua sea idioma oficial o de trabajo en la organizaci¨®n de que se trate. El caso m¨¢s famoso fue el del presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, que el a?o pasado, escud¨¢ndose en que el espa?ol no es lengua oficial del COI, habl¨® en franc¨¦s en la Asamblea Mundial de la Salud, donde s¨ª lo es.
No es de extra?ar, pues, que cuando haya que reducir el presupuesto lo primero en que se piense sea en suprimir la traducci¨®n de documentos al espa?ol, porque de todos modos nadie va a protestar por ello, nadie va a negarse a que comiencen las reuniones, entre otras cosas porque lo m¨¢s probable es que la noticia ni siquiera llegue al pa¨ªs, ocupados como estamos en cu¨¢l va a ser la pr¨®xima movida de un juez o el pr¨®ximo esc¨¢ndalo financiero que podamos echar sobre las espaldas de nuestro enemigo privado o p¨²blico. As¨ª, se deja pasar la ocasi¨®n, y contemplamos casi indiferentes como se suprimen puestos de traductores, editores, secretarias y mecan¨®grafas e int¨¦rpretes, lo que, dejando aparte las desventajas laborales que supone para nuestros nacionales, significa acumular precedentes en distintos niveles, y el precedente, ya se sabe, acaba convirti¨¦ndose en una norma que siempre ir¨¢ en detrimento del uso del espa?ol en los organismos internacionales.
Pero ni siquiera con esa protesta y defensa, hoy por hoy demasiado tibia, bastar¨ªa ya. Hay que exigir. Exigir y no transigir. Hay que crear la conciencia de que es necesaria una unitaria actitud de defensa de la lengua por parte de todos los pa¨ªses hispanoparlantes y de sus delegados y funcionarios. Y esta actitud ha de ir apoyada por una infraestructura que responda como un resorte a la m¨¢s m¨ªnima acci¨®n o amenaza contra el idioma. Y si a pesar de todo se siguen amputando subrepticiamente las secciones de espa?ol con la intenci¨®n solapada de acabar utilizando dos ¨²nicas lenguas de trabajo, el ingl¨¦s y el franc¨¦s, habr¨¢ que conseguir que los organismos espa?oles corten los fondos extrapresupuestarios a las organizaciones que prescindan del espa?ol. No me cansar¨¦ de repetir que el franc¨¦s es una lengua mucho menos extendida y, sin embargo, gracias al constante y universal blindaje en que se ha erigido la naci¨®n entera, desde las m¨¢s altas instancias hasta el m¨¢s humilde funcionario, sigue manteni¨¦ndose viva y activa en los organismos y las organizaciones internacionales.
Porque ante el idioma caben ¨²nicamente dos posturas, ambas igualmente respetables: o se considera que es un ser vivo, es decir, que nace, se desarrolla e indefectiblemente muere, con todas las intrincadas e imprevisibles mezclas de influencias y distorsiones que toda vida supone y, en consecuencia, se le deja a su propio devenir, o se cree que necesita apoyo y ayuda para permanecer y se estructuran los medios de defensa antes de que sea demasiado tarde. Pero no vale lamentarse cuando ya no hay remedio ni tampoco defenderlo en unos h¨¢bitos y en otros ignorarlo.
Adem¨¢s, la defensa de una lengua, con ser fundamentalmente una cuesti¨®n oficial, lo es tambi¨¦n, como la democracia, la honestidad p¨²blica y la limpieza de las calles, de cada uno de nosotros, de todos.
Cada vez que un experto o un representante de un pa¨ªs hispanoparlante ante las Naciones Unidas no informa a su Gobierno de lo que est¨¢ ocurriendo, cada vez que ese Gobierno, habiendo sido informado, no apoya o promueve acciones para oponerse a una supresi¨®n, cada vez que las instancias competentes no quieren enterarse de lo que se fragua en materia de pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica en los organismos, cada vez que se acepta sin protestar la reducci¨®n de la plantilla de secretarias de un departamento de espa?ol, se da un paso hacia la desaparici¨®n paulatina de nuestra lengua, en los organismos internacionales y, en consecuencia, hacia la caducidad oficial e internacional de un idioma que hablan m¨¢s de 400 millones de seres.
Pero tambi¨¦n cada vez que un traductor dice "aprecio" por I apreciate, o un locutor de radio o televisi¨®n insiste en que fulanito fue nombrado "como ministro" en lugar de "ministro", o "como juez" en lugar de "juez", cada vez que los publicistas del Ayuntamiento de Madrid inundan la ciudad con una publicidad basada en el uso del gerundio ingl¨¦s ("arreglando el entorno", "limpiando la ciudad", "conservando los museos") cada vez que un polic¨ªa de televisi¨®n busca "evidencias" en lugar de "pruebas", se trabaja en favor de la depauperaci¨®n del idioma.
Hay muchas formas de defender la lengua propia. Muchas son las instancias responsables de su deterioro e innumerables las formas pasivas de ignorarla. No todo es responsabilidad de Galicia, Euskadi y Catalu?a.
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