La mayor¨ªa negra sigue marginada al cumplirse el primer a?o de democracia en Sur¨¢frica
Desmond Tutu lo expresa muy bien. En un mensaje dirigido a los surafricanos, y en especial a la mayor¨ªa negra, con motivo del primer aniversario de las elecciones que enterraron el apartheid, el arzobispo anglicano y premio Nobel de la Paz dice: "Cuando Dios liber¨® a los hijos de Israel de la tiran¨ªa del fara¨®n, ¨¦stos tuvieron que sufrir muchas penalidades antes de llegar a la tierra prometida". Los negros de Sur¨¢frica no han conocido todav¨ªa las ventajas materiales que les fueron anunciadas hace un a?o. Pero los primeros s¨ªntomas de frustraci¨®n no se han convertido en activismo irritado, y negros, blancos, mestizos y asi¨¢ticos celebrar¨¢n hoy el D¨ªa de la Libertad.
, ENVIADO ESPECIAL
Nelson Mandela desea que una gran fiesta recuerde aquel 27 de abril de 1994 en que gentes de todas las razas del mosaico surafricano se mezclaron en largas colas frente a los colegios electorales. Habr¨¢ m¨ªtines, desfiles y bailes en todo el pa¨ªs, y tambi¨¦n tiempo para hacer balance del primer a?o de presidencia de Mandela y constatar que si Sur¨¢frica ya est¨¢ liberada pol¨ªtica y culturalmente de la esclavitud del apartheid, su mayor¨ªa negra sigue social y econ¨®micamente en pleno desierto del Sina¨ª.A Soweto y Alexandra, los principales suburbios negros de Johanesburgo, no ha llegado todav¨ªa ese "pan, agua y sal para todos" prometido por Mandela. Y comienzan a escucharse cr¨ªticas. Al m¨¢s alto nivel, las de Peter Mokaba, l¨ªder del ala radical del Congreso Nacional Africano (ANC), o Winnie Mandela. En la calle, las de gente como Georges Matwa, alba?il y vecino de Soweto.
"Mire a su alrededor, nada ha cambiado", dice Matwa se?alando el paisaje de Soweto. Este periodista nunca hab¨ªa estado all¨ª, pero lo que ve dif¨ªcilmente pod¨ªa ser peor hace un a?o: una eternidad de chabolas en medio de caminos de tierra flanqueados por monta?as de basura. Ninguna escuela o centro sanitario en varios kil¨®metros a la redonda. Y, para ser un d¨ªa laborable, montones de ni?os, j¨®venes y adultos con aire desocupado. "Lo ¨²nico que ha cambiado", a?ade Matwa, "es que los jefes del Congreso Nacional Africano llevan zapatos de cocodrilo, van en coches alemanes, viven en chal¨¦s y vienen poco por aqu¨ª".
Una econom¨ªa injusta
"Hemos heredado un desastre y vamos a necesitar muchos a?os para paliarlo", argumenta Chris Vick, un militante blanco del ANC convertido en portavoz del Gobierno regional de Gauteng, el ¨¢rea de Johanesburgo. Vistas las cifras, tiene raz¨®n. La econom¨ªa surafricana es una de las m¨¢s injustas del mundo. La minor¨ªa blanca (el 13% de los aproximadamente 40 millones de habitantes) acapara el 61,2% de la renta nacional; los negros (el 75%) reciben el 27,6%. La mitad de los negros en edad de trabajar est¨¢n desempleados. El 31% de sus hogares no tiene electricidad, el 34% carece de agua corriente y al 80% no llega ning¨²n tipo de servicio de recogida de basuras. En materia de educaci¨®n y sanidad los datos son igualmente brutales.
No obstante, la incipiente desilusi¨®n no se ha transformado en impaciencia y presagio de una revuelta. Un reciente sondeo del Centro de Estudios Pol¨ªticos, citado por el diario The Star, se?ala que el Gobierno de Mandela "no est¨¢ sufriendo a¨²n una crisis de credibilidad entre la poblaci¨®n negra". As¨ª lo explica Eric van Ees, un veterano corresponsal: "Tiempo es lo ¨²nico que tiene ?frica. Tiempo para esperar".
Hasta los afrik¨¢ner ultraderechistas, que en abril de 1994 promet¨ªan un ba?o de sangre, parecen tranquilos. Unos, como el general y ahora diputado Constand Viljoen, ejercen de leal oposici¨®n; otros, como el neonazi Eugene Terre Blanche, se han refugiado en sus cuarteles de invierno. Y ninguno se atreve a expresar en p¨²blico esas sentencias racistas -"los negros no son seres humanos"- que alimentaron durante tres siglos y medio la ideolog¨ªa de los colonos afrik¨¢ner.
Como el periodista es blanco, puede, no obstante, escuchar algunas barbaridades dichas en privado. "No puedo impedir la entrada de los negros en mi local", dice el patr¨®n de un bar de Sandton, "pero mis muchachos los expulsan de una patada en el culo cuando se toman una cerveza de m¨¢s y empiezan a armar jaleo. Los negros nunca conseguir¨¢n hacer funcionar este pa¨ªs. Son vagos, y duros de mollera".
Ni son vagos -la escena es siempre la misma: un tipo rubio y de ojos azules que dirige a un mont¨®n de tipos oscuros y de pelo crespo que trabajan como alba?iles, peones camineros, ch¨®feres, basureros, mozos de carga, jornaleros agr¨ªcolas o empleados de hotel-, ni son duros de mollera.
Dice Kobus Kotze, profesor de una escuela para afrik¨¢ner de Pretoria: "Este curso hemos aceptado 300 ni?os negros. Estaba convencido de que iban a bajar el nivel de nuestro centro, pero ahora me siento feliz ense?¨¢ndoles, porque desbordan ganas de aprender".
Cuando cae la noche, los blancos de Johanesburgo se atrincheran en sus barrios perif¨¦ricos. El centro de esta ciudad es una jungla. Circular de d¨ªa por all¨ª es una aventura; hacerlo de noche, o al menos hacerlo solo, un suicidio. Protegido por tres colegas negros, este periodista pas¨® una velada en Hillbrow, reducto de prostitutas, drogadictos y j¨®venes lobos de mirada asesina. S¨®lo en Beirut oeste hab¨ªa tenido esa certeza de que su vida val¨ªa menos que un paquete de cigarrillos.
Violencia
La delincuencia com¨²n es un c¨¢ncer de la "Naci¨®n del Arco Iris", la Sur¨¢frica. democr¨¢tica y multirracial. "Sur¨¢frica", reconoce Mandela, "es el lugar mas violento del mundo si se except¨²an los pa¨ªses en guerra". El general Sharma Maharaj, jefe de Polic¨ªa de Johanesburgo, lo confirma con datos. "En todo el pa¨ªs", informa, "son asesinadas unas 50 personas cada d¨ªa. Tan s¨®lo en Johanesburgo tuvimos el a?o pasado 69.000 violaciones de casas y 6.000 robos de coches a punta de cuchillo o de rev¨®lver". Normal. Adem¨¢s de mucha pobreza contrastando con mucha riqueza, Sur¨¢frica est¨¢ repleta de armas.
Y, sin embargo, en la vida cotidiana de la nueva Sur¨¢frica hay cientos de im¨¢genes positivas, de razones para la esperanza. Por ejemplo, la de Frene Ginwala, una mujer de origen indio, presidiendo el Parlamento. O la de los ni?os de todos los colores alborotando a la salida de las escuelas. O la de los j¨®venes blancos y negros ligando en los bares de moda. O la de un compositor trabajando en la fusi¨®n musical y literaria del himno blanco Die stem (La llamada) y el negro 'Nkosi sikelele i Afrika (Dios bendiga a ?frica). O la del arzobispo Desmond Tutu, terminando as¨ª su mensaje del D¨ªa de la Libertad: "A diferencia de los hijos de Israel, no podemos esperar que, en nuestra traves¨ªa del desierto, el man¨¢ nos caiga del cielo".
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