La octava plaga
Una caracter¨ªstica esencial de nuestra hidrolog¨ªa es su irregularidad en el espacio y en el tiempo. Ello exige ahorro y la construcci¨®n de embalses reguladores y canales de conducci¨®n, base de nuestra infraestructura hidr¨¢ulica, para corregir las limitaciones que la naturaleza impone a nuestro desarrollo, ya que sin agua no hay vida. Por ello, las restricciones en el suministro de agua se deben a la escasez de lluvias, cierto, pero tambi¨¦n a la insuficiencia de infraestructura y a la mala gesti¨®n.Nuestra deuda es hoy de 40 billones de pesetas, es decir, de un mill¨®n de pesetas por espa?ol, y, sin embargo, esta cuesti¨®n vital sigue lejos de su soluci¨®n. Millones de ciudadanos sufren cortes de agua, nuestros r¨ªos son a veces aut¨¦nticas cloacas y nuestro regad¨ªo se ha modernizado s¨®lo parcialmente. Resulta desoladora la explicaci¨®n dada por el secretario de Estado de Pol¨ªtica Territorial, Jos¨¦ Alberto Zaragoza, que piensa que la situaci¨®n mejorar¨¢ en breve, porque "haciendo tanto tiempo que no llueve, falta menos para que llueva". Aterra pensar que el desarrollo de la infraestructura hidr¨¢ulica, durante el gobierno del se?or Gonz¨¢lez, haya estado sometido a una especie de bingo hidrol¨®gico en que se haya apostado por unos a?os abundantes de lluvias en vez de desarrollar unos m¨¢rgenes de cobertura suficientes para afrontar estas situaciones extremas previsibles. Esto explicar¨ªa que por cuarto a?o consecutivo el ministerio haya recurrido a las medidas de emergencia en vez de a las soluciones estructurales y definitivas. La insuficiencia de nuestras infraestructuras se intenta ocultar con campa?as publicitarias, t¨¦cnica borreliana que ha culminado con la presentaci¨®n y difusi¨®n del tan cacareado anteproyecto del Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN), con el que se lleg¨® a fascinar enga?osamente a la sociedad espa?ola hace dos a?os, precisamente por estas fechas, en v¨ªsperas de elecciones.La Ley de Aguas de 1985 exige su elaboraci¨®n conjuntamente con los departamentos ministeriales relacionados con el uso de los recursos hidr¨¢ulicos, pero las prisas electorales, o el af¨¢n de protagonismo de Obras P¨²blicas, debieron suplir la participaci¨®n de los distintos departamentos. Se ofreci¨® al pa¨ªs un PHN con todo lujo de dibujos y colorines, en el que se planteaba llevar agua del norte al sur, en el que ten¨ªan cabida todas las ilusiones posibles, pero donde la estrella, los trasvases, carec¨ªan de los estudios t¨¦cnico-econ¨®micos indispensables para garantizar su viabilidad, seg¨²n reconoce el propio documento (p¨¢gina 104), y el 80% de la demanda, es decir, los regad¨ªos, estaba sin determinar ni justificar.
Fue el Partido Popular quien promovi¨® en 1994 el acuerdo un¨¢nime del Congreso de los Diputados para racionalizar esta fantasiosa planificaci¨®n hidrol¨®gica al exigir que el Gobierno elabore un Plan Nacional de Regad¨ªos que fundamente la mayoritaria demanda agraria de agua en Espa?a y que complete los estudios que garanticen la viabilidad de los. trasvases como requisito previo para la aprobaci¨®n del PHN. Si la planificaci¨®n es siempre tarea compleja y arriesgada, cuando se realiza desde la frivolidad, las urgencias electoralistas y la falta de rigor, el fracaso es seguro. Sin embargo, la ausencia del PHN no justifica la inexistencia de una aut¨¦ntica pol¨ªtica del agua, para la cual el plan es un instrumento valios¨ªsimo, pero no indispensable.
Mientras, se puede y se debe desarrollar un plan de abastecimientos con suficiente garant¨ªa para afrontar situaciones de sequ¨ªa como la actual y un plan de modernizaci¨®n de conducciones y redes de distribuci¨®n, tanto en poblaciones como en zonas regables, que, eviten las cuantiosas p¨¦rdidas, que a veces suponen el 50% o m¨¢s de los vol¨²menes transportados; estimular el ahorro en las t¨¦cnicas de riego y procesos industriales; impulsar la depuraci¨®n de aguas residuales y su reutilizaci¨®n; estudiar y aprovechar, sobre todo como garant¨ªa para ¨¦pocas de sequ¨ªa, las aguas subterr¨¢neas; instalar desaladoras en zonas costeras; recuperar un fuerte ritmo de restauraci¨®n hidrol¨®gico-forestal, m¨¢xime despu¨¦s de los incendios de los ¨²ltimos a?os, y todo ello, sin perjuicio de las nuevas infraestructuras todav¨ªa necesarias.
Se trata de disponer de m¨¢s agua donde hace falta, y no s¨®lo de realizar m¨¢s embalses, Como alardea el se?or Gonz¨¢lez, que enga?a con las cifras: de 1981 a 1994 se ha pasado de 41.600 a 54.000 hect¨®metros c¨²bicos (MOPTMA: Inventario de presas espa?olas), lo cual supone un aumento del 30%, y no del 70%, como afirmaba el presidente.
La pertinaz, lo que pone de manifiesto es la imprevisi¨®n, la inexistencia de una pol¨ªtica del agua. Por mucho que se haya invertido, m¨¢s de un bill¨®n de pesetas, en obras hidr¨¢ulicas en los a?os del felipismo, lo cierto es que se ha gastado muy mal y se ha perdido mucho tiempo. Lo que hoy sucede no es s¨®lo cuesti¨®n de que llueva poco. En Egipto, a nuestro ministro le llamar¨ªan la octava plaga. Porque lo que estamos sufriendo aqu¨ª ahora e! la sequ¨ªa + Borrel.
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