JUAN CRUZ Quemen este art¨ªculo
Quemen este art¨ªculo, pero dejen tranquilo a Gonzalo Torrente Ballester.Indigna que sobre la biograf¨ªa literaria y personal de este gallego magn¨ªfico haya ca¨ªdo la sucia infamia del parafascismo, juvenil; su nombre y su tel¨¦fono privado circulan en pasquines fabricados con las sucias manos de la intolerancia s¨®lo porque, entre otros muchos, el escritor tuvo la ocurrencia de defender una idea frente a otra.
Como si no hubiera pasado el tiempo, estos j¨®venes de Converg¨¨ncia i Uni¨® se han sentido liberados por su conciencia y por su entorno, se supone para poner en circulaci¨®n una campa?a que s¨®lo tiene precedentes en los oscuros a?os grises: tachar a un hombre, hacer p¨²blica la puerta de su casa para que le insulten y le vejen y que la sociedad asista tranquila, indiferente, a semejante oprobio.
Todo se hace solemne y nada es tan solemne; en el tiempo en que la historia del mundo cabe en un disco, los j¨®venes airados hacen bandera de un legajo y deciden, adem¨¢s, que quien defiende lo contrario es el enemigo a batir, aunque sea -como ¨¦l mismo ha dicho en un hermoso art¨ªculo de explicaci¨®n y de respeto- un anciano que vive en Salamanca, con su gente, los ¨²ltimos a?os de una vida que ha sido tan azarosa y tan complicada como la misma historia de este pa¨ªs de Ca¨ªn y de Abel en el que tantas veces se confunden Ca¨ªn y Abel.
Lo queman todo: queman, sobre todo, la esperanza de que la gente se entienda hablando y no creando enemigos para satisfacer esa pituitaria mentirosa que incita a la venganza y que desprecia a los otros, sobre todo si ¨¦stos aparecen como blancos d¨¦biles. La trascendencia de ese gesto de poner en la picota la misma vida privada de un personaje como Torrente -como la de cualquiera no ha sido suficientemente medida; no es ninguna broma ni es algo que se pueda superar s¨®lo encogi¨¦ndose de hombros. Es un acto esencial de terrorismo, ese terrorismo blando que parece que puede ser desestimado como una ocurrencia de chicos que tienen tan alto sentido de la patria que hay que perdonarles todo en funci¨®n de ese amor propio.
La historia de Torrente es larga como sus a?os; durante d¨¦cadas vivi¨® de la docencia y sufri¨®, con la escritura, la incomprensi¨®n que a tantos ha acompa?ado hasta la muerte y que a ¨¦l le sigui¨® hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, hasta que Televisi¨®n Espa?ola emiti¨® en pel¨ªcula su obra m¨¢s famosa, Los gozos y las sombras. Torrente siempre cuenta que de la primera edici¨®n de esa trilog¨ªa no se vendieron m¨¢s all¨¢ de 300 ejemplares. Scott Fitzgerald se muri¨® ganando 13 d¨®lares de derechos de autor. Desde Los gozos y las sombras a Torrente le han llovido premios y halagos, que se merece por ¨¦se y por otros libros, por la actitud que ha mantenido y por una obra fundamental en la modernizaci¨®n del lenguaje literario espa?ol, La sagafuga de J. B. Tertuliano excelente, bast¨®n de muchos m¨¢s j¨®venes que ¨¦l (Carlos Casares, Manuel Rivas, C¨¦sar Antonio Molina, gente a la que ¨¦l ha apadrinado), jam¨¢s dej¨® de apoyar lo que nac¨ªa. Su casa es la casa de todo el mundo, la de sus numerosos hijos y la de los que tocan a su puerta pidiendo una firma o solicitando ayuda para seguir adelante. Generoso pero distante, nunca se crey¨® su fama, y escucha hablar de s¨ª mismo como si ¨¦l fuera otro. Tiene una memoria fabulosa, que le ha servido para escribir y para re¨ªrse de la solemnidad que a veces falsifica la historia. No es que se ignore lo que ahora piensa de esta campa?a que han lanzado contra su figura, pero es seguro que ante ese desd¨¦n habr¨¢ respondido con. la misma radical indiferencia con que recibe el elogio.
Pero es que este oprobio de ahora -quemarle su intimidad, ponerla al pairo- es m¨¢s grave que una cr¨ªtica literaria, que un desprecio est¨¦tico, que cualquier desd¨¦n. Es como quemarle a la vista del p¨²blico la posibilidad de estar solo y libre y no ser insultado. Si hay que quemar algo, que quemen este art¨ªculo, pero que dejen tranquilo a Torrente Ballester.
Y una coda final para esta cr¨®nica. En este mundo de mezquindades, conviene fijarse en lo que no lo es, y ah¨ª hay que poner el premio que ayer se le dio en Oviedo a Carlos, Bouso?o. Los jurados no suelen decirlo, porque no est¨¢n para eso, pero s¨ª conviene resaltar que, w este universo atronado de insultos y de desprecios que tanto alcanza a la literatura, la figura de Bouso?o ha sido siempre la de un personaje generoso y abierto que ha hecho del triunfo de los otros una pasi¨®n suya, y as¨ª ha influido tanto en los j¨®venes y en sus contempor¨¢neos. Es un buen tipo. Por eso no se dan premios. Pero merece la pena decirlo.
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