El suplicio de T¨¢ntalo
, El suplicio de T¨¢ntalo: eso fue lo que perpetraron toros y toreros sin que nadie les hubiera hecho nada malo. Lo de toros, es una forma de decir, por supuesto. No ten¨ªan de toros m¨¢s que el nombre que les hab¨ªan puesto en el cartel, con voluntad manifiesta de equivocar a la gente. Ni siquiera ser¨ªan novillos. Se trataba de una nueva raza del reino animal: cuadr¨²pedos encornados con escobas.
Iba para tres horas cuando un joven llamado Pedrito de Portugal tuvo la amabilidad deponer fin a su interminable faena, y hecho el recuento result¨® que tampoco hab¨ªa sucedido nada. Si acaso, un escobado cuadr¨²pedo devuelto al corral, un sobrero huidizo de la misma especie que conden¨® la presidencia a banderillas negras, Ortega Cano componiendo figuritas en plan pincel, Chamaco en plan penitente cruzando de rodillas el ruedo, un portugu¨¦s en la hacinada grada gritando que Pedrito de Portugal es o toureiro catedr¨¢tico de la tauromaquia contempor¨¢nea, los mochos cuadr¨²pedos rodando por la arena, los individuos del castore?o descuartiz¨¢ndolos desde lo alto de la caballer¨ªa acorazada como si fueran diplodocus...
Guadalest / Ortega, Chamaco, Pedrito
Cinco toros de Guadalest (uno devuelto por inv¨¢lido), sin trap¨ªo, la mayor¨ªa mochos con indicios de afeitados, inv¨¢lidos y descastados; 5? discreto de presencia, manso y fuerte. 3?, sobrero de S¨¢nchez-Ybarg¨¹en, bien presentado, sospechoso de afeitado, manso condenado a banderillas negras.Ortega Cano: pinchazo, media trasera ca¨ªda y descabello (pitos); media traser¨ªsima tendida y cuatro descabellos (silencio). Chamaco: estocada honda atravesada ca¨ªda y descabello (silencio); media muy tendida ca¨ªda, pinchazo, media escandalosamente atravesada y tres descabellos (silencio). Pedrito de Portugal: pinchazo y estocada honda perpendicular (aplausos y saludos); tres pinchazos bajos -aviso con retraso- y descabello (silencio). Plaza de la Maestranza, 29 de abril. 14? corrida de feria. Lleno.
Cerca de tres horas as¨ª y, adem¨¢s, hacinados en el grader¨ªo, unos montados encima de otros, espectadores que mediada la corrida a¨²n no se hab¨ªan podido colocar (hora y media de pie, y lo que les rondar¨ªa) pues la empresa de esta plaza maestrante mete dentro m¨¢s gente de la que cabe; y vende el pasillo de la grada en calidad de primera fila, con lo cual el p¨²blico de atr¨¢s no puede pasar si no es pegando puntapi¨¦s en las posaderas a los que ya ocupan esas filas de tr¨¢nsito. Y no se crea que las entradas son baratas, o se expenden con descuento para compensar las incomodidades; antes al contrario, son car¨ªsimas. La Maestranza de Sevilla es la plaza m¨¢s cara del universo mundo.
Un dineral cuesta entrar all¨ª y, una vez dentro, nadie tiene garant¨ªas de nada: ni de ver la corrida en paz; ni de que haya corrida siquiera. Por el contrario, lo m¨¢s probable es que todo se reduzca a una patochada o que constituya una estafa. Ni toros ni toreros. Animaluchos mochos, toreritos rid¨ªculos. Caballazos resabiados, que cabalgan feroces individuos tocados de castore?o. Diez monosabios saca el acorazado que ha de hacer la carioca y su funci¨®n consiste en ponerse en el callej¨®n pegados a la barrera para ver la carnicer¨ªa de cerca y si el toro empuja al percher¨®n hasta las tablas, emprenderla a manotazos.
Hubo un mal llamado torito de razonable codicia -el primero- y Ortega Cano fue incapaz de consentir y templar sus boyantes embestidas. Al cuarto -ruinoso, desbaratado de pitones, inv¨¢lido de salida y pronto moribundo- le hizo cucamonas. Ce?¨ªa el cuerpo juncal a la caricia c¨¢lida del denso aire que lo rodeaba, deb¨ªa de sentirse bello, reproduc¨ªa los bizarros ademanes del Cid Campeador en la conquista de Valencia, miraba al toro con arrogancia peg¨¢ndole gritos, acud¨ªa el toro a la llamada, hac¨ªa fu al llegar, y se descompon¨ªa la escena: uno se iba al suelo, otro a Zaragoza.
Chamaco llam¨® desde el platillo, arrodillado, al segundo proyecto de cad¨¢ver, y como no acudi¨®, acort¨® ¨¦l distancias desandando de rodillas lo andado, y pues el toro segu¨ªa pegado a las tablas sin obedecer, continu¨® as¨ª, tercio adelante. Tanto tiempo dur¨® el paseo, que se lleg¨® a temer que padeciera una cruel minusval¨ªa. Citado de pie acudi¨® el proyecto de cad¨¢ver una o dos veces. Los moribundos no suelen estar para trotes. Al quinto, que derrib¨® con estr¨¦pito y result¨® ser el ¨²nico toro enterizo de la corrida, un siniestro individuo tocado de coquet¨®n castore?o le tundi¨® el espinazo trasero con sus carnes adyacentes mediante dos puyazos terror¨ªficos, y acab¨® igual que su hermanito anterior.
Pedrito de Portugal, o toureiro catedr¨¢tico, lance¨® bien de capa y estuvo muy decidido con el sobrero condenado a banderillas negras, cuyo descastamiento imped¨ªa lucir el buen toreo. Al sexto, en cambio, que ten¨ªa mejor faena, se la aplic¨® sin ajuste ni torer¨ªa, citaba con la muletita retrasadilla y, lo que es peor, no acababa nunca. Al mism¨ªsimo santo Dios invocaba el p¨²blico para que acabara de una vez.
Al lado de paliz¨®n que dieron los toros, los toreros, la empresa, los veterinarios, el presidente, la inspecci¨®n de Industria y el resto de irreponsables que llegaron a colaborar en esta tarde aciaga, el suplicio de T¨¢ntalo es un n¨ªspero.
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